Más grandes, peligrosos y contaminantes: ya hay quien pide prohibir los SUV en las ciudades

Dos tendencias han conquistado a un tiempo el mercado urbano y las políticas de las grandes ciudades: los SUV por un lado y la movilidad sostenible por otra. Un proceso silencioso, en paralelo, y en el que ambos polos del debate jamás se han tocado. Hasta ahora. El crecimiento del segmento SUV ha llenado las calles de vehículos enormes, mezcolanza de los clásicos utilitarios y de las variantes 4X4. Todo ello en un periodo de lenta reconversión urbana hacia el peatón, la bicicleta y el transporte público.

El choque era inevitable.

¿Qué? Un ejemplo: el año pasado la celebración del Frankfurt Motor Show, una de las ferias más importantes de Europa, congregaba a fabricantes y a miles de manifestantes. Uno de sus lemas era nítido: "Asesinos del clima". Días atrás, la muerte de cuatro peatones en un solo accidente, provocado por un SUV, motivaba una protesta en Berlín contra los SUV. Ciudadanos corrientes y políticos, como el presidente del distrito Berlín-Mitte, entonaron una misma canción: es hora de prohibirlos en la ciudad.

Para los sectores volcados en la defensa de la movilidad sostenible, el SUV, en todas sus variantes, es un problema a atajar.

¿Por qué? Por las conclusiones arrojadas por algunos estudios. Se sabe, por ejemplo, que las proporciones de los SUV hacen más probable que un peatón sufra lesiones más letales en la parte superior del cuerpo. También que los accidentes protagonizados por un SUV hacen un 11% más probable que alguna de las personas implicadas fallezca. El porcentaje es más drástico para los peatones: otros investigadores atribuyen a los SUV una mortandad potencial un 70% más elevada que los turismos tradicionales.

Es decir, si te atropella uno de ellos, el riesgo de fallecer es más elevado.

Tendencia. Pese a que la siniestralidad en las ciudades ha bajado durante las últimas décadas, los accidentes protagonizados por un SUV han aumentado (un 81% en Estados Unidos entre 2009 y 2016). Una cifra lógica si pensamos en su popularidad. En España, los SUV representan ya el 26% de la cuota de mercado. Las cifra son similares en el resto de países europeos: el segmento pasó de ocupar el 7% del mercado continental en 2009 al 36% en 2018. Son la punta de lanza de la industria.

Clima. Es la otra gran cuestión: ¿son los SUV más contaminantes que otros vehículos? La pregunta no admite una respuesta sencilla, porque depende de numerosos factores. Sabemos que el número de coches en España que superan los 120 gramos al kilómetro de CO2, una de las franjas marcadas por la Unión Europea, se ha disparado durante los últimos años, alcanzando cifras récord en 2019. Esto no se debe exclusivamente a los SUV, sino al dominio de los gasolina frente a los diésel.

Lo cierto es que la regulación europea, como explican nuestros compañeros de Motorpasión, ha generado un incentivo perverso: pese a que obliga a los fabricantes a no superar los 95 g/km de CO2, ha introducido exenciones en función del peso medio de la flota. ¿Resultado? Se ha favorecido la comercialización de vehículos más más grandes, y por tanto más contaminantes. Es decir, los SUV.

¿Veredicto? Cuerpo a cuerpo, su volumen les obliga a emitir más CO2, pero no necesariamente más partículas o NOx, muy variables en función de la tipología del vehículo (gasolina o diésel, tradicionalmente en detrimento de estos últimos), o de su fecha de producción (más eficientes). Estas últimas han sido identificadas durante el último lustro como las principales causantes del deterioro de la calidad del aire, y de su consecuente impacto en la salud de los peatones. Sin embargo, el aumento del CO2 tiene externalidades más perniciosas en materia medioambiental y de sostenibilidad. Y los SUV, por ahí, sí son un problema.

Imagen: Boris Roessler/DPA

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