El 25 de octubre Vigo acogió una ceremonia peculiar. Rodeado de parte de sus concejales, en pleno centro de la ciudad y con una enorme pantalla de fondo, el alcalde, Abel Caballero, activó una cuenta atrás para el inicio de la Navidad. No del encendido del alumbrado, como había hecho años anteriores. No. Lo que el reloj mostraba en esta ocasión era solo el tiempo que faltaba para Nochebuena.
El regidor vigués decidió no desvelar hasta última hora la fecha en la que pulsaría el botón rojo que activa sus 11,5 millones de led porque, bromeó, ese era el secreto "mejor guardado del planeta". Tanto celo puso Caballero en no dar pistas a otras ciudades que de hecho no despejó la incógnita hasta el último momento.
Lo hizo el 6 de noviembre, apenas diez días antes del encendido de las luces. A tiempo para que quien quisiera visitar la ciudad pudiese meterse en Booking o la web de Renfe y organizar una escapada de fin de semana a la ciudad gallega; pero no para que otros municipios del país tomasen nota de su calendario.
"Todo lo que cuento, alguien lo copia", se había excusado en algunas ocasión.
Nueva cita en el calendario
No es casualidad que Vigo mantuviese el misterio (y expectación) hasta el final. Si para algo ha servido la peculiar 'guerra de las luces' en la que se han enzarzado las ciudades españolas es para convertir la noche del encendido del alumbrado de Navidad en uno de los platos fuertes de las fiestas. De evento secundario, casi de trámite, ha pasado a convertirse en una cita que compite con Nochevieja o las cabalgatas de Reyes.
Cuesta creerlo con el despliegue actual, pero eso no siempre fue así. Hubo un tiempo (no hace tanto) en el que el estreno de las luces de Navidad estaba lejos de la fastuosidad que los consistorios muestran ahora. Había quien lo celebraba, pero sin tirar la casa por la ventana. En algunas ciudades incluso se esperaba con más expectación que se iluminaran las fachadas de grandes almacenes como El Corte Inglés que la decoración municipal instalada por los ayuntamientos.
A medida que las ciudades españolas se han lanzado a su peculiar 'guerra de las luces', eso ha cambiado. La 'noche del encendido' ya no da solo el pistoletazo de salida de la Navidad. A su modo es una de sus grandes celebraciones. Y una forma eficaz de estirar unas fiestas, las Navidades, que en sentido estricto duran apenas dos semanas. En algún caso, como Vigo —que decidió activar sus 11,5 millones de led el 16 de noviembre— las luces sirven para extenderlas casi dos meses.
En Galicia no solo guardan con celo la fecha del encendido. La ceremonia que acompaña al momento en que Caballero pulsa el botón rojo que enciende los 11,5 millones de led repartidos por la localidad y su árbol de 44 m poco tiene que envidiar ya Nochevieja, San Silvestre o la cabalgata de Reyes.
Se instalan pantallas gigantes, cañones de nieve artificial y confeti, se emite música, se organiza un espectáculo en el árbol XXL, se programa una emisión en streaming y Caballero ejerce de maestro de ceremonias antes de pulsar un enorme botón rojo que, en sus propias palabras, activa "la mejor Navidad del mundo".
"Cuando nosotros apretamos el botón rojo del árbol de Navidad en Porta do Sol empieza la Navidad en el planeta", argumenta el regidor gallega. Por supuesto, es parte de la retórica hiperbólica que en ocasiones ha marcado la peculiar 'guerra de luces' a la que se han lanzado también otras ciudades españolas, como Madrid, Badalona, Cádiz o Málaga, pero denota algo más: hasta qué punto la ceremonia del encendido se ha convertido en un reclamo para captar visitantes de fuera.
Y lo cierto es que las cifras parecen acompañar esa apuesta. La "zona cero" del encendido de las luces de Vigo tenía un aforo de 7.000 personas, pero la plaza en la que se celebró la ceremonia estaba llena dos horas antes de que se iniciase.
El propio Ayuntamiento gallego no tardó en sacar pecho destacando que el fin de semana del encendido los hoteles de la ciudad llenaron más del 80% de sus plazas. El porcentaje es más propio de los meses de verano. Y sería inimaginable en Vigo en un fin de semana de finales noviembre sin el apoyo del alumbrado.
La urbe gallega deja un ejemplo claro, pero no es la única que parece haber encontrado un filón en el encendido navideño. A lo largo de los últimos días el estreno del alumbrado reunió a miles de personas en Sevilla, Barcelona, Madrid, Huesca, Toledo, Zaragoza, Málaga… En todas con celebraciones multitudinarias. Y la lista suma y sigue con localidades repartidas por todo el país.
Por si quedasen dudas del peso de la cita en el calendario navideño, las fiestas ya no solo consisten en pulsar un botón rojo, sin más. Este año han estado plagadas de guiños a los afectados por la DANA de Valencia. Y se han completado con espectáculos y conciertos para atraer a cuantos más visitantes mejor.
En Madrid la cuenta atrás se ha acompañado con un show circense, un concierto de Álvaro Luna y la participación del seleccionador Luis de la Fuente. En Barcelona se organizó un espectáculo de danza urbana, rap y pirotecnia, entre otros reclamos. En Sevilla hubo concierto a cargo de Andy y Lucas, en Málaga hubo música en directo… y la lista sigue con espectáculos repartidos por diferentes ciudades.
El objetivo es siempre el mismo y confirma que el encendido está lejos de ser un trámite. ¿Por qué ese despliegue? La pregunta del millón (de Leds y euros).
La respuesta es la misma que explica que Vigo haya firmado un contrato plurianual con una empresa de iluminación por 9,4 millones de euros, Madrid haya elevado su inversión millonaria en alumbrado, Cádiz le esté destinando a adornos casi 17 euros por habitante o haya ciudades como Badalona que se han lanzado de cabeza a la retórica de la 'guerra de las luces': el ornato navideño es mucho más que una forma de engalanar las ciudades y contentar a vecinos, comercios y hosteleros. Se ha convertido también en un efectivo anzuelo para visitantes.
El diario Faro de Vigo publicaba este fin de semana una cifra reveladora. Según sus cálculos, las Navidades han multiplicado por cuatro la afluencia de turistas portugueses a la ciudad a lo largo de la última década. Y esa es solo una de tantas cifras que demuestran que un buen alumbrado de Navidad puede convertirse en una forma de animar el comercio, los hoteles y la restauración durante una época del año que en caso contrario sería temporada baja en algunas urbes.
Caballero ha asegurado en Fitur que la Navidad deja en Vigo "tres millones de visitantes". No todos tienen por qué ser turistas que pernoctan en el municipio, pero teniendo en cuenta que la fiesta dura algo menos de dos meses y Vigo no llega a los 300.000 habitantes y tiene un parque hotelero con menos de 5.300 plazas el dato resulta sorprendente. Caballero incluso ha comparado la Navidad con el Camino de Santiago en lo que a capacidad para captar visitantes se refiere.
En cuanto al retorno económico para la ciudad, ha llegado a estimarlo en 750 millones de euros. Y no es el único en manejar cifras millonarias. En Málaga el Ayuntamiento hablaba hace unos años de un retorno que, si bien no llegaba a las cifras olívicas, resultaba igual de llamativo. 35 millones para bares y hoteles.
Las luces no sirven solo para mover grandes riadas de gente, a costa en ocasiones de la movilidad y los vecinos de las ciudades. Les permite también reforzar su oferta de ocio durante varias semanas —casi meses, en algún caso— en un esfuerzo que va mucho más allá de la Navidad y les ha llevado a buscar otros ganchos, como festivales o fiestas culturales y gastronómicas.
El fenómeno es interesante por sus cifras y cómo ha logrado extenderse a lo largo de la geografía española, pero hay otro factor igual de crucial: el contexto social. Y este no viene determinado solo por la "guerra de las luces" de Navidad.
Tras un verano con un récord de visitantes extranjeros y movilizaciones vecinales que claman contra los efectos del turismo masivo en el mercado inmobiliario, en España se ha abierto un intenso debate sobre si debemos o no poner límites a la turistificación. Una reflexión que en los últimos años se ha extendido más allá de los destinos tradicionales del Mediterráneo o las islas y ha llegado al norte.
Ahora ese fenómeno parece extenderse también más allá del verano y llega también a la Navidad, con ciudades promocionando sus celebraciones de Fin de Año en mercados tan lejanos como el italiano, británico o estadounidense.
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