Guía rápida para saber identificar a golpe de vista a charlatanes y pseudociencias

No os voy a engañar: estoy harto. Basta con teclear "cáncer" en Google para encontrar cientos de charlatanes vendiendo su milagrosa "cura del cáncer". Hay curas para todos los gustos y para todos los bolsillos: desde imposición de manos a cirugía psíquica pasando por dietas milagrosas u homeopatía.

Los movimientos anticiencia están costando vidas y el trabajo de desmontar bulos y engaños parece interminable. Por eso hoy, quiero apostar por otra forma de hablar del tema: con una guía rápida para identificar a los charlatanes y a las pseudociencias.

Esta es la gente que quiere venderte que puede curar el cáncer con mentiras

No sé si habéis visto este vídeo que publicamos hace unos días:

Se llama "Esta es la gente que quiere venderte que puede curar el cáncer con mentiras", pero debía de llamarse "esta es alguna gente". Ojalá solo fueran estos. Si algo ha conseguido internet es hacer que toda estas pseudoterapias lleguen más y más lejos, que estén en cualquier lugar.

Porque en realidad, aquí no hay nada nuevo. La homeopatía sigue exactamente como estaba desde que se creó en 1796, el reiki no ha cambiado desde que lo inventó un monje budista en 1920 y la cirugía psíquica sigue engañando a enfermos terminales desde hace décadas.

Y es que las medicinas ‘alternativas’ son, como ellos mismos dicen, tradicionales. Una forma de decir que no tienen ninguna intención de pasar las pruebas de seguridad de la medicina real. Les basta con que un señor hace no sé cuánto tiempo dijera que esto iba bien para el cáncer.

Tradicionales en el fondo, pero no en la forma

Por eso mismo, para no parecer métodos desfasados y para seguir siendo “creíbles” ante la opinión pública, las pseudoterapias están en constante cambio de imagen. Es la única forma que tienen para seguir pareciendo "tratamientos fiables".

Si la medicina se centra en las estructuras biológicas y en análisis fisiopatológicos, aparece la Nueva Medicina Germánica (que ni es nueva, ni es medicina) y empieza a utilizar la jerga técnica de la biología. Si recomendamos hacer caso a los médicos, aparecen médicos que se aprovechan de esa autoridad para vender ‘curas milagrosas’ (o aprovechan la consulta para difundir ideas pseudocientíficas).

Es muy difícil señalar los patrones que usa la pseudociencia porque en cuanto los señalamos: la pseudociencia muta para no encajar en ellos y seguir reivindicándose como la "verdadera cura de las enfermedades".

Así que, en fin, ¿cómo podemos saber si un tratamiento es fiable o no? ¿Tenemos que rendirnos ante los constantes intentos de, perdonad la expresión, "metérnosla doblada"? Esa no solo es una gran pregunta, sino que, además, es una muy difícil de responder.

9 pasos para distinguir la ciencia de todo lo demás

Hace más de 20 años, Carl Sagan ya se enfrentaba a problemas similares y planteó unos consejos que podía ayudar a distinguir la ciencia de... todo lo demás. No son soluciones mágicas, básicamente porque no existen.

Pero nos recuerdan que nosotros, cada uno de nosotros, podemos marcar la diferencia. Hay centenares de charlatanes jugando con la desesperación de la enfermedad. Y descubrirlos es un trabajo complejo, pero que está al alcance de la mano.

“Confirmar la realidad”

No vale con fiarnos de nadie por mucha confianza que nos genere. Si queremos asegurarnos de que unos hechos concretos son ciertos, necesitamos confirmarlos por distintas fuentes (independientes entre sí).

Las personas nos unimos por afinidad y una vez que nos encontramos en un entorno concreto es fácil que escuchemos confirmaciones. Así que es importante hacer un esfuerzo por buscar confirmaciones fuera de esos círculos: recordad que "la verdad está ahí fuera".

La prueba, a debate

De hecho, un exceso de consenso no es una buena señal. Los protocolos y procedimientos médicos cambian y se ajustan constantemente. Es verdad que las grandes conclusiones generales suelen ser estables, pero el debate científico se basa en la discusión sustanciosa, con conocimiento y desde todos los puntos de vista.

A veces, desde la comunicación sanitaria tratamos de dar una visión muy monolítica para no generar confusión, pero la ciencia real es una sucesión de comprobaciones. Sin ir más lejos, durante los últimos años se ha discutido muchísimo sobre medicamentos como el ibuprofeno. Todo, y enfatizo el todo, está sujeto a debate

No confundir experto y autoridad

Esto es importante. No, en ciencia no funciona el argumento de autoridad (aunque a veces lo parezca). La autoridad viene de la evidencia científica y todo el sistema se basa en la confianza de que la ciencia se autocorrige.

O ese es el ideal al que debemos aspirar. Aunque nos cueste. Las autoridades no son infalibles, han cometido errores en el pasado y los volverán a cometer en el futuro. Pero ese, por precario que sea, 'consenso científico' es la mejor opción que tenemos.

Raramente hay solo una respuesta

Siempre hay más de una hipótesis en juego. Siempre A día de hoy, es muy raro que un problema científico no tenga más de una hipótesis. Por eso tenemos que tener en cuenta las pruebas y evidencias que sostienen cada una. Y no, no todas son igual de válidas.

No aferrarse a una de esas hipótesis porque sea la nuestra.

La ciencia y el escepticismo se basan en el reconocimiento de que nos podemos equivocar y en ser conscientes de que, muchas veces, nuestras ideas están motivadas por nuestra situación social, intelectual y emocional. Hay que estar siempre alerta.

La precisión es clave.

Sí, la precisión es uno de los factores que diferencian a los charlatanes de los científicos. A mayor precisión, mayor es la posibilidad de equivocarnos: cuando nuestras palabras son difusas, pueden retorcerse para encajar con cualquier resultado.

Lo importante es el proceso argumentativo.

La pseudociencia suele dar saltos y utilizar falacias de distinto tipo para ganar la batalla a argumentos bien construidos. Por eso, la lógica de los argumentos, la honradez intelectual y realizar solo las afirmaciones que podemos justificar son buenos indicativos de que estamos ante una teoría científica.

Lo más sencillo suele ser verdad.

Este principio, la navaja de Ockham, es elemental: ante dos hipótesis la más simple (la que menos elementos necesita para ser real) suele ser la verdadera. Pocas conspiraciones superan el test de la navaja de Ockham. Aunque, eso sí, sencillo no es sinónimo de simple.

Muchas pruebas son sencillamente erróneas.

Como en el caso de la cirugía psíquica, ver algo que parece real no hace que lo sea. Si nos dan a elegir entre nuestros propios ojos y la evidencia científica fuertemente contrastada, más nos vale escoger lo segundo. Nos puede ir la vida en ello

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