Como cada año, ya parece casi una tradición por estas fechas que los medios de comunicación se hagan eco de casos como “Un joven de 18 años sufre graves lesiones tras hacer balconing”. Es como si este tipo de sucesos dieran el pistoletazo de entrada al verano. Como si la insensatez del turismo de borrachera terminara definiendo la temporada vacacional española. En los últimos días un joven de 30 años ha quedado en estado crítico tras saltar desde una tercera planta y una joven se precipitaba de igual manera desde un puente.
Los dos casos tienen algo en común: ambos jóvenes habían consumido "gas de la risa" mezclado con alcohol. Una nueva moda importada de Reino Unido que se ha disparado entre los jóvenes que acuden al reclamo del mar azul y la cerveza barata.
La problemática. El balconing es desde hace ya más de una década uno de los problemas que ha traído aparejado el turismo de borrachera a España. Un fenómeno que consiste en pasar de un balcón a otro o lanzarse a la piscina del hotel desde varios pisos de altura. Esta semana, dos casos en menos de 24 horas. El primero, una joven saltaba de un vehículo en marcha para, seguidamente, arrojarse desde un puente. Ingresó con lesiones graves en un hospital de Marbella y se demostró que había estado consumiendo alcohol y "gas de la risa" con unas amigas antes del incidente.
Sólo unas horas después, un británico de 31 años se precipitaba al vacío desde una tercera planta en un apartamento de alquiler vacacional en San Pedro Alcántara. Antes de arrojarse por el balcón, el joven estaba de fiesta con unos amigos consumiendo óxido nitroso y alcohol. ¿Qué ha pasado? Que al encontrar ese nexo entre ambos casos, la Policía Nacional ha decidido emitir un comunicado para alertar del peligro asociado a esta sustancia, que produce una alteración en el sistema nervioso y desencadena delirios y alucinamientos.
Jóvenes, hombres y extranjeros. En España, el epicentro del balconing es Mallorca, aunque recientemente se han reportado numerosos casos en Marbella. Según los datos de un estudio del Hospital Universitario Son Espases, el 97,8% de los casos son protagonizados por hombres y la media de edad ronda los 24 años. De hecho, en el 95% de los casos el alcohol estuvo presente y en el 37% estuvo acompañado de otras drogas. La altura media de la caída es de ocho metros, lo que equivale a tres pisos.
El estudio revela también otro dato curioso: tan sólo 6 de los 46 casos que llegaron a Urgencias en los últimos años tuvieron como protagonistas a saltadores intencionales (aquellos que se lanzan desde el balcón a la piscina). En cambio, el 86% estuvo protagonizado por sujetos que se cayeron al intentar cruzar de un balcón a otro de forma accidental en la otra conocida modalidad de balconing. La mayoría son británicos que llegan a las costas mediterráneas. Solo ellos suponen el 60,8% de las víctimas. Les siguen los turistas alemanes (15,2%). ¿Y los españoles? Sólo el 6%.
La nueva moda: gas de la risa. Parecía que solo existía en las películas. La forma de consumirlo es aspirando el aire de globos previamente hinchados con el contenido de ampollas de óxido nitroso. Curiosamente, estas ampollas se pueden comprar de forma legal en ferreterías con un precio entre 50 céntimos y un euro, ya que se utilizan de forma habitual en cocina para cargar los sifones con los que se hacen las espumas. Pero claro, estos globos se venden entre los jóvenes en la calle a un precio entre dos y medio y cinco euros. Si bien la venta sí es delito, todo lo demás, incluido el consumo, es legal.
Tal y como explica este reportaje de Yorokobu, lo más irónico es que esta nueva “moda” es en realidad más vieja que la tos. El descubrimiento del óxido nitroso (N2O) se puede contar entre los primeros logros obtenidos por la ciencia cuando logró dejar atrás la alquimia. Y pese a que haya jugado un rol importante en la evolución de la ciencia y la medicina, su origen no fue muy diferente al que hemos visto en las playas ibicencas.
¿Cómo funciona? El óxido nitroso produce un efecto inmediato. Es tan potente que se recomienda consumirlo sentados o apoyados porque provoca movimientos espasmódicos de los músculos. Aunque en pocos minutos el efecto se disipa sin dejar más secuelas que dolor de cabeza, agujetas por las carcajadas sin freno y un sabor dulzón en la boca. Es esa inmediatez, su inocuidad en comparación con las drogas "duras", la sencillez del consumo y el precio irrisorio lo que ha llevado a su auge.
Aunque las autoridades advierten que puede, en ocasiones, producir lesiones y alteraciones en el sistema nervioso, como delirios.
Un gasto para la Seguridad Social. El turismo de borrachera no sólo supone un problema de cara a la imagen de estos municipios de sol y playa, sino que le cuesta un ojo de la cara a la Seguridad Social. Se calcula que el tratamiento y la estancia hospitalaria de una víctima de balconing cuesta unos 32.000 euros de media, según El Periódico. Una cifra que, pese a que se factura a estos turistas, tarda algún tiempo en llegar hasta las arcas españolas.
Las autoridades británicas han lanzado distintas campañas de prevención para evitar que esta práctica absurda que llevan a cabo principalmente los ciudadanos de del resto de Europa siga existiendo y cobrándose víctimas año tras año. De hecho, en la web del gobierno de Reino Unido hay un apartado dedicado a alertar a los británicos que vienen a España sobre los riesgos del balconing desde hace algunos años. Nos alegra saber, al menos, que son conscientes de lo que pasa.
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