El hábito de El Cuento de la Criada ha pasado de icono feminista a disfraz pop. Y no es tan malo como parece

Déborah García Sánchez-Marín

Cuesta imaginar una serie en la que el vestuario sea un elemento tan importante como en El Cuento de la Criada. Sin duda, una de las claves de la serie es su estética. La primera vez que vemos el traje que viste Elisabeth Moss, ella está sentada en el alféizar de la ventana de su habitación. La atmósfera lo cubre todo, es de un color gris azulado que no permite discernir colores. Es como una niebla, parece un mal sueño. El plano cambia y observamos a la mujer en una diagonal lateral, es entonces cuando lo vemos.

Traje rojo largo de una pieza, hasta el suelo prácticamente. Cofia blanca que cubre el pelo que siempre va recogido, y para la calle un sombrero con alas que se extienden hasta los lados, limitando el área de visión lateral. Las criadas solo pueden mirar hacia delante. Ese es el traje, el mono de trabajo de las mujeres de la escala social más baja en Gilead si nos olvidamos de las que están en los campos.

Cuesta también imaginar un traje que haya tenido tanta repercusión en lo social y en lo político como el hábito que visten las criadas en la serie. El hábito de El Cuento de la Criada se ha convertido en un icono de la lucha feminista, sobre todo en Estados Unidos. Algunos estados han endurecido las leyes contra el aborto durante los últimos años: en Alabama, un ejemplo de muchos, la legislación es ahora tan restrictiva que cercena el aborto en casi todos los supuestos, con la excepción para aquellos embarazos potencialmente mortales para la madre.

En las protestas que se han llevado a cabo durante las deliberaciones, los grupos feministas y las mujeres se han manifestado ataviadas como en El Cuento de la Criada. En muchas de las imágenes observamos el traje de las criadas, el hábito rojo y la cofia blanca. Más allá de las fronteras de Estados Unidos, en Argentina se ha podido ver la indumentaria transformada en un importante símbolo feminista. Como han expresado algunas de las manifestantes, el hábito significa mucho más que la defensa del derecho a aborto: representa toda opresión sufrida por las mujeres.

(Natacha Pisarenko/AP)

Si nos fijamos en el traje contextualizado dentro de la narración de cada episodio podremos percibir que lo más destacado del conjunto es la fluidez del vestido, móvil y colorido en un mundo gris y homogéneo. El tocado, por su parte, al delimitar la visión, genera una nueva forma de comunicarse entre las mujeres que lo llevan. La forma en la que se mueven, se comunican y se escuchan es totalmente nueva. Esos encuentros entre ellas, cuando abandonan lo privado del hogar al que están sometidas, esos paseos para comprar, esos encuentros de auxilio, tienen tantísima carga emocional que las palabras, dichas a modo de repetición, son casi innecesarias.

El lenguaje al que les han abocado es igual de gris que el mundo que les han obligado a habitar. El traje posibilita el encuentro, la resistencia e incluso el engaño.

Un significado variable

El vestuario de El Cuento de la Criada es obra de Ane Crabtree, diseñadora elegida para dar forma a los trajes y a la distopía que Margaret Arwood imaginó. Crabtree ha explicado cómo sus referencias van desde los sacerdotes que había contemplado en Milán hasta el fondo de armario del pueblo Amish. La diseñadora explicaba así el significado del traje en una entrevista reciente:

El derribo del patriarcado está prácticamente en cada centímetro de mis diseños para El cuento de la criada. Lo curioso es que no me di cuenta de lo catártico y profundamente sanador que era mi trabajo en la serie hasta que lo terminé. Algunos movimientos por los derechos de las mujeres de todo el mundo han utilizado el vestuario de El cuento de la criada; les habla, les ayuda a que se expresen de una manera no verbal a través de él.

Una institución tan prestigiosa como el Smithsonian añadía hace unos meses a su colección el traje que la actriz Elisabeth Moss había llevado en la serie. El Cuento de la Criada ha tenido un gran impacto en la sociedad estadounidense. Ryan Lintelman, portavoz de la institución y responsable de confeccionar su colección, explicaba que el hecho de que el traje se hubiera replicado a lo largo de todo el país como símbolo feminista había sido clave a la hora de exponerlo en el museo.

Según Lintelman, el Smithsonian no cuenta la historia del entretenimiento popular, sino que adquiriendo el traje la institución predente explicar cómo la ficción televisiva "ha dado forma a la Historia". Aunque el traje es relativamente nuevo se cuida con mucho escrúpulo. Es manipulado por las trabajadoras con guantes, y se muestra al público en un maniquí creado especialmente para evitar tensiones en la tela.

Pero el traje no sólo ha llegado a los museos para explicar cómo las ficciones han moldeado la propia Historia. Al convertirse en icono y en símbolo, el hábito es susceptible de releerse y reinterpretarse en cualquier dirección. Si durante los últimos carnavales una empresa anunciaba, para pasmo de gran parte de la opinión pública, su versión "sexy" del traje de El Cuento de la Criada, hace algunos días las redes sociales se escandalizaban porque la archiconocida Kylie Jenner hubiera celebrado una fiesta al modo de parque temático de Gilead.

La propia casa del convite fue decorada para representar la distopía, y las invitadas vestían con el traje de las criadas. Se ha hablado mucho sobre la trivialización que se intuye en la fiesta de Kylie Jenner Se ha hablado mucho sobre la trivialización de las premisas de la serie que se intuye en la fiesta de Kylie Jenner. Sobre todo en un clima político, el estadounidense, donde las medidas legislativas contra las mujeres y contra sus derechos han provocado las protestas de los grupos feministas.

Sin embargo, no olvidemos algo muy importante: este nuevo icono representa a las mujeres en una posición defensiva, tanto es así que durante el cuarto episodio de la tercera temporada el personaje de Elisabeth Moss termina diciendo que las mujeres aspiran a convertirse en la pesadilla de los hombres. El discurso, a mi parecer, aboga por un status quo problemático, pues adscribe la existencia de las mujeres a la de los propios hombres. Es decir, la supedita. ¿Por qué no aspirar a ser el sueño de cualquier mujer? En ese sentido, y si me dan a elegir (aunque suene bastante trivial), prefiero la fiesta de Kylie Jenner a la vitrina del Smithsonian.

Imagen: Natacha Pisarenko/AP

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