Emily Godbey es profesora de arte y cultura visual en la Universidad Estatal de Iowa, Estados Unidos. En esta entrevista cuenta la forma en la que los monumentos a las pandemias han sido utilizados en el pasado para conmemorar a víctimas de brotes epidemiológicos, habla sobre los monumentos temporales para la covid y cuenta por qué los monumentos a las epidemias no son tan prolíficos como los monumentos de guerra.
¿Cuáles son algunas de las epidemias pasadas que han sido conmemoradas a lo largo del mundo?
Enfermedades como la peste bubónica, el cólera, la gripe española, el SIDA e incluso el SARS cuentan con monumentos, aunque algunos son más modestos que otros. Son menos frecuentes cuando se comparan con los monumentos a las guerras, a los regímenes políticos y a las tragedias más visibles como el 11S o el Holocausto. Sin embargo, existen.
¿Cuáles son algunos de los monumentos a epidemias más notables y qué conmemoran?
La peste bubónica contó con varios brotes en diferentes partes del mundo entre el siglo VI y el siglo XIX a.C. Esta epidemia provocó una avalancha de piezas conmemorativas y artes plásticas para persuadir a los cielos de que perdonaran vidas. Transmitida a través de pulgas que a su vez eran transportadas por ratas, la peste bubónica asoló poblaciones y permitió grandes cambios sociales. Al no contar con los conocimientos de medicina actuales, muchas veces se culpaba de la peste a brujas, judíos, extranjeros, miasmas e incluso gatos. La peste a menudo era considerada como castigo por los pecados.
A modo de respuesta, por toda Europa se erigieron retablos, iglesias y monumentos a la enfermedad. Los cuadros destacaban la figura de San Roque, quien suele llevar en la parte interna del muslo las desagradables hinchazones (bubones) provocadas por la peste. La Virgen María y San Sebastián aparecen en numerosas obras como súplica al cielo para obtener ayuda contra esta pandemia mortal. Se levantaron iglesias como agradecimiento a Dios por haber suprimido la peste, como fue el caso de la iglesia del Redentor de Venecia tras un brote de peste en el que murió casi un tercio de la población veneciana. Asimismo, en el siglo XVIII, se erigió en la ciudad austriaca Klagenfurt una impresionante y elaborada _Pestsäule_ (columna conmemorativa de la peste) frente a una iglesia. En las ciudades austriacas de Baden y Heiligenkreuz también se levantaron monumentos públicos para conmemorar la peste.
El cólera, una enfermedad que se propaga en condiciones insalubres y que circula en gran medida a través de aguas infestadas de heces, cuenta con muy pocos monumentos, a pesar de que el número de víctimas en el siglo XIX fue devastador. Quizás se debe a que las fosas comunes de la época se llevaron a cabo de forma apresurada por miedo al contagio y a la falta de espacio.
Hubo retrasos en cuanto a la conmemoración de esta enfermedad, puesto que los monumentos no se construyeron hasta varias décadas después de los brotes. En 1913 se construyó un monumento dedicado a las víctimas del cólera del año 1852 en Sheffield, Reino Unido. La ciudad de Dixon, en el estado de Illinois, inauguró un monumento conmemorativo del cólera en el año 2010 y en la ciudad de Barre, en el estado de Vermont, recientemente se ha erigido un banco de grafito, financiado por una sola pareja.
Puede que el testimonio más conmovedor, aunque pequeño, de la pérdida de vidas por esta enfermedad sea una bomba de agua desactivada en el barrio londinense de Broad Street, un nexo del cólera en 1854. Se trata de la bomba de agua que permitió a John Snow (un pionero en salud pública, no el personaje de Juego de Tronos) determinar que el agua contaminada era lo que estaba infectando a la población del vecindario. Irónicamente, aquellos que preferían el alcohol como su principal bebida se salvaron de la enfermedad, puesto que dichas bebidas se calentaban.
La gripe española de 1918 también cuenta con pocos monumentos visibles. Los estudios contemporáneos atribuyen la falta de conmemoraciones a la coincidencia con la Primera Guerra Mundial, aunque se estima que la gripe española acabó con la vida de hasta 100 millones de personas. Los historiadores han utilizado los términos "pandemia olvidada" y "amnesia masiva" para referirse a esta gripe mortal, en parte porque la historia de esta epidemia era mucho más difícil de contar que la historia de las muertes heroicas y varoniles en el campo de batalla durante la guerra. Una triste y pequeña cruz marca el entierro de 200 víctimas de la gripe en la localidad Gales, en Alaska, donde la gripe diezmó una población ya de por sí reducida.
Puede que el monumento más inusual dedicado a una pandemia sea la "Piedra consoladora del alma" del año 2003 en el Instituto de Investigación Animal de la Academia China de Ciencias Médicas en Pekín. En vez de erigir un monumento a las personas fallecidas por el SARS, este monumento está dedicado a los animales utilizados en el proceso de investigación que fueron sacrificados en laboratorio. Hong Kong ya cuenta con un monumento a los trabajadores en la primera línea que murieron a causa del brote de SARS en 2003.
En contraste con los enormes y costosos monumentos dedicados a los fallecidos en crímenes de guerra, como el 11S y el holocasto, el efecto devastador del SIDA en la ciudad de Nueva York solamente está conmemorado por un sencillo monumento erigido con mucho retraso y muchos menos fondos en el lugar de uno de los primeros hospitales dedicados a tratar el que era por aquel entonces un virus novedoso.
¿Veremos conmemoraciones para las víctimas del coronavirus?
¿Cuál es el futuro de los monumentos dedicados a las víctimas de la COVID-19, cuyo número aumenta a diario? Es difícil saberlo con certeza, aunque ya estamos viendo cómo surgen monumentos temporales dedicados a las víctimas, organizados por artistas y amigos y familiares de las víctimas. Unas 20.000 banderas americanas fueron colocadas en el National Mall de Washington D.C. cuando la cifra del número de muertos en EE.UU. superó las 200.000 personas en septiembre. También se colocaron fotos de las víctimas a lo largo de Belle Isle Drive en Detroit como parte de un memorial pensado para ser visitado mientras se va en coche. En otras ciudades de Estados Unidos también se han creado otras conmemoraciones temporales.
Madrid es una de las primeras ciudades que ya ha construido un monumento a las víctimas del coronavirus. Lo inauguró el pasado mes de mayo, coincidiendo con la festividad de San Isidro. Se trata de una llama similar a las conmemorativas del soldado desconocido y se encuentra en pleno centro de la ciudad.
Debido a que no es sencillo determinar, históricamente, la verdadera causa de la pandemia, a que las víctimas no mueren heroicamente y a que puede ser muy complejo conocer el número total de víctimas, los brotes masivos de enfermedades son más difíciles de conceptualizar. Como consecuencia, resulta más difícil conmemorar a las víctimas de forma pública. Sin embargo, vivimos en una época en la que existe un gran debate público sobre los monumentos, ya sea quitando algunos o erigiendo nuevos, por lo que el coronavirus puede que acabe rompiendo las normas al respecto.
Imagen: Sergio R Moreno/GTRES
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.