Terreno presto a las pasiones más primarias, el fútbol inglés cuenta con un singular historial de antisemitismo. A menudo codificado como escarnio del rival y no tanto como odio venial hacia los judíos, los cánticos antisemitas fueron frecuentes durante las décadas de los setenta y ochenta, especialmente dirigidos contra los aficionados del Tottenham Hotspur. Ahora, tres décadas después, han vuelto. En boca de los seguidores del Chelsea. Y el club no quiere permitirlo.
¿Solución? Enviarlos a Auschwitz.
¿Qué? La idea surge de Roman Abramovich, propietario del club londinense y judío a la sazón. El Chelsea quiere optar por la vía educativa para frenar las canciones antisemitas entre su hinchada: en vez de prohibir el acceso de quienes inciten a tan infelices mensajes, el club aspira educarlos y concienciarlos. Para ello se servirá de cursos específicos y de viajes a Auschwitz que expongan el crudo horror del proyecto nazi y de la persecución, formal o informal, de los judíos.
El pasado junio un grupo de trabajadores y aficionados del equipo ya viajaron al campo de exterminio, y la experiencia fue tan satisfactoria que se repetirá en el futuro. Es una aproximación distinta a la prohibición y denuncia en bruto. Educación, no represión.
¿Por qué? Por una cascada de evidencias. Hace dos semanas numerosos aficionados al Chelsea entonaron canciones antisemitas en los prolegómenos de su partido contra el Tottenham Hotspur. Un año antes, amenazaron y amedrentaron a un judío ortodoxo que viajaba en el metro. El mes pasado, un juzgado londinense condenó a otro seguidor blue por hacer 13 veces el saludo nazi frente a los hinchas del Tottenham (durante el partido que hizo perder la Liga de 2014 a los Hotspur).
Chelsea y Tottenham son dos de los clubes más importantes de Londres, con una larga rivalidad a sus espaldas.
¿Es el Tottenham judío? No, y es aquí donde las cosas se ponen interesantes. Pese a que algunos medios han identificado orígenes semíticos en su fundación, lo cierto es que fue creado por un pastor anglicano y por un club de cricket. Sin embargo, su estadio se encontraba en el norte de Londres, célebre por la grandísima población judía que albergaba a finales del siglo XIX. Su carácter judío fue adquirido por asociación, y los judíos, en consecuencia, se hicieron del Tottenham.
Algo similar sucede con el Ajax.
¿Hay antisemitismo? Algunos analistas consideran que sí, y afirman, al igual que la asociación anti-discriminación Kick It Out, que los incidentes antisemitas han ido al alza pese a las negativas de la federación. Si en la temporada 13-14 se registraron 58 incidentes, en la 15-16 aumentaron a los 83. Sucede en Inglaterra y en Europa: mientras aficionados bosnios gritan "Matar a los judíos" antes de un partido contra Austria, los ingleses hacen el saludo nazi en la Copa del Mundo.
En Países Bajos, los hinchas del Feyenoord (rivales del Ajax) profieren similares lindezas año tras año ("¡Hamas, Hamas, los judíos al gas!").
¿Es real? Como el periodista holandés (y judío) Hans Knoop indica en Der Spiegel, los cánticos buscan "encender al equipo y nada más". En el camino, sin embargo, reviven estigmas y caricaturas que tan útiles fueron en el pasado para perseguir a la minoría judía en Europa. "No son necesariamente antisemitas, simplemente están en contra del Ajax. Y si los seguidores del Ajax son judíos, tienen que estar en contra de los judíos". Ergo sí son antisemitas.
El proceso añade cuestión interesante: la apropiación. Al fin y al cabo, ni el Ajax ni el Tottenham son clubes judíos. La utilización de la bandera de Israel o de la estrella de David (o el nombre "Yid Army") en el estadio es mero atrezzo sin mayor sustancia cultural. Sin embargo, provoca el resurgimiento y la normalización de estigmas e insultos contra la comunidad judía. Para el Chelsea, lo mejor es volver al borde del precipicio humano para corregirlo. A Auschwitz.
Imagen: Kirsty Wigglesworth/AP
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