Carrie Fisher murió ayer certificando que 2016, tras los recientes decesos de George Michael y Vera Rubin, está siendo un año nefasto (o que en su defecto nos hemos instalado en una narrativa que hace palidecer a años anteriores, difuntos incluidos, frente a 2016, caos por antonomasia, fin de los tiempos).
Pero sea acertada o no nuestra interpretación de lo sucedido este año, es indudable que con Fisher murió un icono de la cinematografía contemporánea. Su sobresaliente papel en las tres películas originales de Star Wars, interpretando a la carismática princesa Leia, le ganaron un espacio en el olimpo de la mitomanía audiovisual, y le permitieron volver a la gran pantalla, por todo lo alto, con motivo de The Force Awakens (Fisher, por cierto, también aparecerá en el episodio VIII, ya en post-producción y a estrenar en 2017).
La mayor parte de obituarios han optado por enfocar la muerte de Fisher como la muerte de Leia. Pero no ha muerto Leia.
Fisher y su faceta literaria
Carrie Fisher tiene más importancia en el cine contemporáneo de la que pueda aparentar a primera vista. Tras su éxito de la mano de George Lucas en Star Wars, Fisher comenzó a tener diversos problemas de adicción y de salud mental (desde entonces, por cierto, se ha convertido en un icono de la lucha contra la estigmatización de las enfermedades mentales y en una líder contra el rol sexualizado y esterotipado de la mujer en el cine).
Su marginación de la pantalla a gran escala, en inversa trayectoria a la de Harrison Ford, compañero de aventuras en Star Wars, no implicó su retirada del mundo del cine. Participó en otras películas con roles no principales (algunos de los más destacados: The Blue Brothers y Cuando Harry encontró a Sally), pero ante todo se dedicó a escribir, volcando sus experiencias personales en memorias y en novelas que, como Postcards from the Edge, terminaron en las salas de cine (progagonizada por Meryl Streep y Shirley MacLaine) o en los teatros.
Fisher tenía un talento que se proyectaba más allá de la interpretación y que se manifestaba en su escritura.
La mezcla de ambas facetas, la cinematográfica y la literaria, le serviría en los noventa para convertirse en una de las editoras de guiones más prestigiosas y cotizadas de la industria. Fisher, aunque en muchas ocasiones trabajó en la sombra, sería contratada para revisar y mejorar los guiones de películas que, a la postre, se convertirían en éxitos globales.
Editando guiones que fueron éxitos mundiales
Un ejemplo temprano: The Wedding Singer. El filme, estrenado en 1998, fue protagonizado por Adam Sandler y Drew Barrimore, y dirigido por Frank Coraci, pero arreglado en última instancia (vía guión) por Carrie Fisher. Un éxito universal que recaudó más de 120 millones de dólares y que aún hoy es considerada la mejor película de Sandler, uno de los actores inexplicablemente mejor pagados del circuito hollywoodiense. No busques el nombre de Fisher [en su página de Wikipedia]https://en.wikipedia.org/wiki/The_Wedding_Singer): no lo vas a encontrar.
Poco después llegarían Arma Letal 3, la última entrega de la exitosa serie protagonizada por Mel Gibson, y Garfio, la icónica (y quizá más entretenida) película de Peter Pan protagonizada por Robin Williams. Dirigida por Steven Spielgerg, Fisher se encargó de editar los diálogos y al personaje de Campanilla, a la postre uno de los más encantadores y determinantes. Años después, Garfío continúa siendo un clásico de la sobremesa familiar.
Un año después, en 1992, Fisher volvería a ejercer de editora en el guión de Sister Act, un éxito transversal de la década de los noventa protagonizado por Whoopi Goldberg que recaudó más de 200 millones de dólares en la taquilla. Fisher trabajó junto a Robert Harling y Nancy Meyers para reescribir el guión definitivo y dotar del punto cómico exacto (pista: Fisher, como se puede observar en sus entrevistas, tenía un agudísimo sentido del humor) a la película, y para convertirla, en consecuencia, en un hit global.
Como se explica en Quartz, el papel de script doctor de Fisher decayó a lo largo de los años, y a principios de los '00 ya no trabajaba de forma regular como tal. Con una notable excepción: los guiones de las precuelas, de la segunda trilogía de Star Wars. Al parecer, Lucas contó con ella para revisar los ya de por sí pobres guiones de las tres películas. El papel de Fisher, sin embargo, no evitó que la trilogía resultara en un desastre.
Son méritos suficientes, por cierto, que han provocado que esta historia sobre su papel en la edición de parte del guión de El Imperio Contraataca ganara pulso viral. Como explican en The Daily Dot, la historia es falsa.
Pero da igual. No ensombrece su trabajo vital, tanto detrás de los guiones como escritora de novelas (la ya mencionada Postcards from the Edge y Wishful Drinking son, además de dos testimonios vitales, excelentes sátiras de la vida en Hollywood) ni como defensora y activista por la desestigmatización de la salud mental. Fisher fue la princesa Leia, y su carrera partió de ahí para convertirse en algo más, y para hacer de ella un icono y una profesional y escritora de renombre. Pero ha muerto Fisher, no Leia.
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Imagen | Gage Skidmore/Flickr
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