Decía Karl Marx que la historia siempre sucede primero como tragedia y después como farsa. El aforismo se aplica también a Alcàsser, aunque con una salvedad: aquí jamás acontece la comedia. Todo es tragedia en un crimen que, casi treinta años después de acaparar la conversación pública del país, sigue obsesionando a España. La sombra de Alcàsser es tan alargada que aún hoy hay personas anónimas investigando lo que sucedió y el lugar donde culminaron los hechos.
Y sí, han encontrado algo. Huesos.
El viaje. El interés reavivado por Alcàsser tiene un culpable: El caso Alcácer, documental producido por Netflix que explora sus vericuetos policiales y mediáticos. Su visionado motivó el viaje de una pareja de Gandía hasta el lugar del crimen, en el barranco de La Romana, Tous. Allí, ambos comenzaron "a escarbar", según lo expresado por la Guardia Civil, para ver qué encontraban. El resultado fueron unos pequeños huesos, transportados de vuelta y entregados a la benemérita de Oliva.
No fueron los únicos. Las visitas al entorno de la fosa se han multiplicado durante los últimos meses.
¿Por qué? No ha transcendido la motivación, aunque sólo cabe adscribirla a la fascinación por Alcàsser de la que España jamás ha sabido escapar. La Guardia Civil ya ha confirmado que los restos óseos son humanos, y que ha enviado muestras al Instituto de Medicina Legal de Valencia para su análisis. ¿Pueden ser los huesos de Miriam, Toñi y Desirée, las tres adolescentes secuestradas el 13 de noviembre de 1992? Es una incógnita. Pero lo cierto es que no importa.
Coincidan los restos con el ADN de las víctimas, su impacto en el caso será residual.
Misterio. Alcàsser se reveló como un motivo de alucinación para la España que, por aquel entonces, se sacudía la resaca de los Juegos Olímpicos y la Expo de Sevilla. El caso inauguró toda una saga de práctica televisiva, la hiperrealidad y el crimen-espectáculo, superando la prueba de su tiempo y regresando al imaginario español cada pocos años. Lo opaco de la investigación y la huida de uno de los sospechosos, Antonio Anglès, contribuyeron a alimentar la mitomanía.
Teorías. Porque Alcàsser es mito. El cierre judicial no tuvo paralelo periodístico, y programas como Esta noche cruzamos el Mississippi alimentaron toda clase de conspiraciones. "Hay una red de personas que se reúne para realizar orgías sádicas", explicaría uno de los invitados por Pepe Navarro, amplificando la idea de que una poderosa red criminal, compuesta por políticos y empresarios, orquestó el crimen de Alcàsser y movilizó a las cloacas del Estado para tapar sus delitos.
Bar España. Esta idea, sintetizada después en el legendario Bar España (cuyo rastreo en los mentideros de Google es suficiente para marear a cualquier internauta), caló entre un núcleo de conspiracionistas y ha regresado de forma cíclica a los medios y a los juzgados. Sobre Alcàsser se siguen trazando dudas supuestamente irresueltas, como los rastros de ADN en el caserío donde las víctimas estuvieron cautivas o la participación de un tercer sujeto.
Unido a las bravuconadas de Ricart, el único autor detenido y encarcelado, sobre el caso sobrevuela la sombra del secreto mayor. De una trama que trasciende a los asesinatos, y pone en jaque a la cúpula del Estado.
Símbolo. Hoy resucitado por el documental, el crimen de Alcàsser tiene todos los ingredientes para perseguir simbólicamente a otra generación de españoles. Es un icono macabro cuyos fantasmas, como Puerto Hurraco, atormentan a España a cada esquina. De ahí que, veintisiete años después, las preguntas sobre el crimen sigan abiertas, y haya quien decida viajar desde su casa hasta aquel barranco para explorar lo que quiera que allí quede. Historia negra de España.
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