Más de 600 Rolls-Royce, 574 Mercedes-Benz, 452 Ferrari, 382 Bentley, 209 BMW, 179 Jaguar y un largo etcétera. No estamos hablando de una feria internacional de coches, sino de parte de la colección de una sola persona: el Sultán de Brunei. Probablemente poca gente sepa ni siquiera qué es Brunei. Se trata de uno de los 49 países del continente asiático, es tan pequeño que su población total no llega a los 500.000 habitantes. A pesar de ello, es una nación rica por sus yacimientos de petróleo.
El territorio está dirigido por el Sultán de Brunei, quien se estima que cuenta con una fortuna de 20.000 millones de euros, lo que lo convierte en una de las personas más ricas del mundo. También es reconocido entre las élites por sus excentricidades y por llevar una vida de lujos sin igual. Entre ellos, una colección de coches que amasó durante años y que es tan grande que hasta a los mismos fabricantes les cuesta asimilar.
Nadie sabe cuántos vehículos residen en sus garajes con exactitud. Algunos dicen que 2.000, otros 7.000. En palabras de Michael Sheehan, el famoso vendedor de Ferrari, quien estuvo en Brunéi para comprar varios modelos asegura que este número gira en torno a los 2.500. Y entre ellos están los mejores coches de todos los tiempos y muchos otros desconocidos: un museo privado de las cuatro ruedas sin parangón.
Entre ellos puedes encontrar 600 Rolls-Royce (seis Phantom blindados antibalas), 574 Mercedes-Benz, 452 Ferrari, 382 Bentley, 209 BMW, 179 Jaguar (incluyendo dos XJR-15), 134 Koenigsegg, 21 Lamborghini (entre ellos un Diablo Jota), once Aston Martin, ocho F1 de McLaren, seis Dauer 962 LM y un CSS. De hecho, tiene varios de cada modelo y de distintos colores para poder diferenciarlos. Muchos de estos vehículos los compraba antes incluso de que salieran al mercado.
También se encuentran en su colección creaciones a la carta, pedidos que fueron fabricados para el sultán exclusivamente. Si deseaba la transformación de la carrocería de algún modelo, simplemente llamaba y lo solicitaba. Es el caso del raro Ferrari 456 GT Venice Station Wagon, un vehículo que es considerado como el primer Cavallino Rampamte en formato familiar de la historia. Y dentro de la colección hay toda una flota de un mismo modelo Ferrari, hasta 12 Testarossa Spider.
El cómo guarda esta gran colección es un misterio, ya que hay pocas imágenes y vídeos dentro de sus paredes. Sin embargo, en este artículo se menciona que los cinco hangares en que guardan los coches son de unos 75 metros de largo por 18 de alto, cuentan con dos pisos con espacio para unos 120 coches cada uno y están ordenados por marcas: hay un piso exclusivamente de Porsche, otro de Mercedes y otro de modelos británicos como Rolls-Royce, Bentley y Aston Martin. También por colores.
Una vida de lujo desmedido
Pero, ¿Quién es en realidad este hombre? Su nombre es Muda Hassanal Bolkiah y fue en su momento la persona más rica del planeta gracias a la crisis del petróleo que surgió durante los años 70. De hecho, hace unos cuantos años Forbes le nombró el hombre más rico. Basta decir que su residencia cuenta con 1.500 habitaciones. Y entre sus locuras se encuentra aquella vez en que gastó 475 millones en coches para evitar la quiebra de Rolls Royce, cuando tuvo dificultades económicas en los 80.
Aunque todavía guarda muchas de estas joyas, recientemente se ha desprendido de muchos ejemplares, que han aparecido en distintos concesionarios alrededor del mundo. La gran mayoría fue adquirida por su hermano, el príncipe Jefri, quien siendo ministro de finanzas dilapidó durante años la fortuna familiar en lujos personales, y que ayudó a engrosar sin medida el garaje familiar. Los expertos apuntan a que se llegó a gastar más de 440 millones de euros sólo en Rolls-Royce.
Pero toda desmedida tiene su fin. Y esa burbuja explotó con la crisis financiera de Asia de 1997. La firma de inversiones del príncipe quebró bajo una deuda de 10.000 millones de euros. Poco después se desveló que había desviado dinero a sus arcas por valor de 15.000 millones, lo que le llevó a un juicio contra su propio gobierno y a devolver muchos de sus activos líquidos y materiales al Estado, entre ellos, muchos de estos vehículos. Como dice el refrán: la avaricia rompe el saco.