En el mundo actual, los restos de los antiguos imperios coloniales conviven con los derechos humanos. Y es un lío
En 1948, mientras trabaja en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores, Emilio Pastor Santos se encontró con la lista oficial de todas las islas del Pacífico que España había vendido a Alemania 50 años antes. Lo que parecía una curiosidad histórica, una simple lista de la compra, se convirtió rápidamente en una idea que llegó incluso al consejo de Ministros: el Imperio Español no se había terminado.
Madrid, 1948. En seguida, Pastor Santos se dio cuenta de que se encontraba ante un documento interesante. Como explicaba Manuel P. Villatoro en ABC, en "ninguno de los Reales Decretos publicados en la Gazeta de Madrid en 1899 –dos en junio y uno en julio– se concretaba más allá de la entrega de las islas Carolinas, con las Palaos y las Marianas, salvo Guam"; por ello, el desglose de las islas ayudaría a entender mucho mejor la presencia española en el Pacífico.
La sorpresa vino cuando, al cotejar el listado oficial, se dio cuenta de que faltaban cuatro islas. No aparecían por ningún sitio las islas de Guedes (actualmente Mapia) y Coroa (Ronguerik) del archipiélago de las Marianas, Pescadores (Kapingamarangi) de el de Palaos ni Ocea (Nikuoro) de las Carolinas. ¿Cómo era posible? Para entenderlo tendríamos que irnos un poco más atrás.
Un Imperio que se tambalea. Pese a que las islas Carolinas fueron "descubiertas" por España en 1526 y, a lo largo de ese siglo, se hicieron muchos viajes por la zona, la presencia española en el Pacífico siempre estuvo cogida con pinzas. Durante siglos, Filipinas se sostenía y se gobernaba desde el Virreinato de Nueva España.
Por eso, cuando México se independiza, Manila y el resto de plazas del Pacífico pasan a depender directamente de Madrid y empiezan los problemas. España no estaba en condiciones de desplegarse sobre las posesiones del Pacífico y todo el mundo lo sabía. En cuanto te alejabas de las islas principales, los españoles estaban desaparecidos y todo el mundo lo sabía.
Por eso, en 1885, Alemania (que ya empezaba a ser una potencia industrial, pero no había conseguido 'crear' un imperio colonial) mandó un cañonero a la isla de Yap, en las Carolinas, para intentar anexionarse el archipiélago.
La crisis de las Carolinas. Aquello desató una crisis internacional de la que solo se salió gracias a un laudo del papa León XIII. El él se reconocía el derecho de Alemania para comerciar y establacer rutas por la zona, pero dejaba claro que la soberanía era española. Eso sí, exigía a España que hiciera efectiva su presencia en los archipiélagos si quería mantenerla.
Aquello, en el fondo, demostró la debilidad de Imperio y desembocaría una década después en la guerra hispano-estadounidense: la crisis del 98.
La venta del Pacífico. Fue entonces cuando Alemania aprovechó la coyuntura y intentó comprar las posesiones españolas que no se habían cedido a EEUU. Sin Filipinas (y con la pérdida del Caribe), España no podía hacer nada al otro lado del mundo. En 1899, vendió todo por 25 millones de pesetas.
Pero volvamos al Madrid de 1948. Cuando Pastor Santos dio con el listado de todas las islas y descubrió que faltaban cuatro, rápidamente llegó a la conclusión de que seguían siendo españolas. ¿Era posible que, ocultos por una tonelada de aburridos tratados internacionales, el Imperio siguiera vivo?
La idea saltó rápidamente a los medios y el mismo ABC tituló en diciembre de ese año que "España posee cuatro grupos de islas en la Micronesia". Según explicaba Carmen Guillén, el asunto llegó al Consejo de Ministros en enero de 1949. Pero la situación del país era tan mala (y tan aislada internacionalmente) que el gobierno descartó cualquier tipo de reivindicación.
Pero la idea sobrevivió... Durante décadas, incluso. Hasta tal punto, que en 2014, la pregunta sobre si realmente España tenía cuatro islas en el Pacífico se realizó en el Congreso de los Diputados.
Sin embargo, no sobrevivió a esa pregunta. El Ministerio de Exteriores aclaró que "la interpretación más lógica del Tratado de 1899 entre España y Alemania es que ambas partes tenían claro que lo que se estaban transfiriendo eran todas las posesiones que España aún conservaba en el Pacífico". Más aún, si el país hubiera tenido esos derechos hipotéticos, se habría renunciado a ellos en 1949.
El Imperio contraataca. Aunque lo cierto es que el mundo ha cambiado mucho. En los últimos años, con la renovada actualidad de los libros sobre la leyenda negra, este tipo de historias se han popularizado mucho. Se han convertido en auténticos mitos.
Sin embargo, todo esto son restos de una concepción del mundo que choca con una realidad internacional que empieza a girar en torno a los derechos humanos y la capacidad de las sociedades para decidir sobre su propio futuro sin que tratados de hace más de un siglo (firmados al margen de ellas) tengan demasiado que decir.
Pero, indiscutiblemente, es curioso.
Imagen | Kurt Cotoaga | '1898. Los últimos de Filipinas'
En Xataka | Así son las cuatro conspiranoias más extendidas de la España Negra
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