Otra vez más, el verano de 2018 nos ha traído una epidemia de grandes incendios forestales en el hemisferio norte.
Se trata de incendios que arrasan con bosques, casas y otras estructuras, desplazan a miles de personas y animales y tienen repercusiones muy negativas en la vida de las personas. Solamente el enorme dispositivo de los equipos contra incendios cuesta miles de millones de dólares estadounidenses, sin mencionar las pérdidas por destrucción. El manto de humo puede extenderse a lo largo de miles de kilómetros, empeorando la calidad del aire y la visibilidad.
Muchas personas ya se han dado cuenta de que el cambio climático provocado por el hombre tiene un papel importante en los incendios forestale porque aumenta el riesgo de que se produzcan. Pero parece que el papel del cambio climático apenas se menciona en la mayoría de las noticias sobre incendios forestales y olas de calor. Esto se debe en parte a que las causas del incendio muchas veces no están del todo claras y se argumenta que los incendios forestales siempre han estado ahí, por lo que es difícil atribuir un incendio al cambio climático.
Como climatólogo, puedo decir que no es la forma correcta de contextualizar el problema, puesto que el calentamiento global en sí no causa los incendios forestales. La responsabilidad directa procede muchas veces de la negligencia de las personas (colillas de cigarrillos, hogueras que no se extinguen de manera adecuada, etc.) o se deben a causas naturales como "rayos secos" procedentes de tormentas eléctricas en las que apenas llueve. Lo que sí que es cierto es que el cambio climático agrava las consecuencias y aumenta el riesgo de incendios forestales.
De cualquier manera, el tema es extremadamente complejo y las condiciones de cada incendio son muy diferentes, por lo que siempre es complicado determinar las causas. Lo que deberíamos hacer es pensar en el problema desde el punto científico más básico: la física, en este caso.
El calentamiento global es real
Para entender la relación entre calentamiento global e incendios forestales es necesario tener en cuenta los cambios que se están produciendo en nuestro planeta.
La composición de la atmósfera está cambiando debido a la intervención humana: se ha producido un aumento de más del 40 % en el dióxido de carbono, en su mayoría por el uso de combustibles fósiles desde principios del siglo XIX, si bien los valores se han duplicado desde 1985. También están aumentando los niveles en la atmósfera de otros gases de efecto invernadero (metano, óxido nitroso, etc.) por la actividad humana, porcentajes que cada vez son peores y no disminuyen (tal y como se esperaba con el Acuerdo de París).
Esto supone un desequilibrio energético para el planeta.
Los gases de efecto invernadero en la atmósfera actúan como una manta y no permiten que la radiación infrarroja (el calor terrestre) salga de la atmósfera para contrarrestar la radiación constante procedente del sol. Con la acumulación de estos gases, cada vez se retiene más energía en la atmósfera, sobre todo en forma de calor. Esta energía aumenta la temperatura de la tierra, de los océanos y de la atmósfera, haciendo que se derritan tanto el hielo como el permafrost y se acelere el ciclo del agua a través de la evaporación.
Además, podemos calcular el desequilibrio energético de la Tierra bastante bien: equivale aproximadamente 1 vatio por metro cuadrado o cerca de 500 teravatios a nivel mundial.
Mientras que este dato tiene poca relevancia comparado con el flujo natural de energía, unos 240 vatios por metro cuadrado, es muy alto si lo comparamos con el resto de efectos directos causados por la actividad humana. Por ejemplo, la producción eléctrica de los Estados Unidos el año pasado se situaba en una media de 0,46 teravatios. Este exceso de calor siempre se manifiesta de la misma manera y se extiende por todo el globo. En consecuencia, lo que importa es dónde se acumula esta energía.
Analizando el desequilibrio energético de la Tierra
La mayoría del calor, más del 90 %, se acumula en los océanos y hace que los océanos se expandan y suba el nivel del mar.
El calor también se acumula en el hielo cuando se derrite, haciendo que se derrita hielo en el océano Ártico y que se rompan glaciares en Groenlandia y en la Antártida. Este proceso también aumenta la cantidad de agua en los océanos y hace que suba el nivel del mar a un ritmo de 3 milímetros anuales o 30 centímetros por siglo. En tierra, los efectos del desequilibrio energético se ven complicados por el agua. Si existe agua, el calor normalmente se va hacia su evaporación y acaba alimentando tormentas, provocando lluvias más fuertes. Pero los efectos no son acumulativos si llueve de forma no continuada.
Sin embargo, en periodos de sequía el calor se acumula. Primero seca la vegetación y la tierra y después hace que aumenten las temperaturas. Por supuesto, como dice la canción de los 70, "nunca llueve al sur de California", o por lo menos durante los seis meses de verano.
Podemos decir que el agua actúa como el aire acondicionado del planeta: si no hubiera agua, el exceso de calor se acumularía en la tierra y acabaría secando todo, marchitando las plantas y subiendo las temperaturas. También hace que se produzcan olas de calor y aumente el riesgo de incendios forestales, algo que se pone de manifiesto en algunas regiones del oeste de EE.UU y en climas mediterráneos. De hecho se han producido muchos incendios forestales últimamente en el oeste estadounidense y en países mediterráneos como Portugal, España y Grecia, entre otros.
Las condiciones también pueden desarrollarse en otras partes del mundo donde se concentran los anticiclones, algo que puede ocurrir en parte por casualidad o con un aumento de las probabilidades en algunos patrones climáticos como los establecidos por los eventos de La Niña o El Niño (en diferentes lugares). Se espera que estos puntos secos cambien de lugar de año en año, pero cada vez son más, algo que es indiscutible.
¿Cuál es el tamaño del efecto del desequilibrio energético en tierra? Un vatio por metro cuadrado durante un mes, de ser acumulado, es el equivalente a 720 vatios por metro cuadrado durante una hora y 720 vatios equivalen a un microondas pequeño en máxima potencia. Por lo tanto, tras un mes equivale a 10 microondas a máxima potencia por cada metro cuadrado durante seis minutos... ¡Normal que las cosas se prendan fuego!
Lo que dice la ciencia sobre las causas
Volviendo a la pregunta original sobre los incendios y el calentamiento global, podemos explicarlo de la siguiente manera: el cambio climático supone más calor y lo descrito anteriormente nos indica su magnitud.
En realidad hay humedad en el suelo y las plantas cuentan con sistemas de raíces que se nutren de dicha humedad demorando los efectos antes de empezar a marchitarse, por lo que normalmente se tarda más de dos meses hasta que dichos efectos sean lo suficientemente relevantes como para prepararle el terreno a los incendios. En el día a día, el efecto es tan mínimo que apenas se nota en la variabilidad del tiempo, pero después de una sequía o tras un mes entero, el riesgo es evidentemente mayor. Por supuesto también hay que tener en cuenta que la temperatura global de la superficie terrestre también está subiendo.
"No podemos atribuir ningún acontecimiento al cambio climático" ha sido el mantra de los climatólogos durante mucho tiempo. Sin embargo, esta posturaha cambiado recientemente. Al igual que ocurre con los incendios forestales, nos hemos dado cuenta de que los expertos en clima a veces pueden llevar razón cuando asumen que los fenómenos meteorológicos apenas se ven afectados por el cambio climático. Es una hipótesis válida.
También es cierto que los meteorólogos no pueden afirmar que los fenómenos extremos sean consecuencia del cambio climático, porque es una cuestión mal formulada. Lo que si que podemos decir es que es muy probable que el impacto no sería tan extremo sin el calentamiento global. De hecho, todos los fenómenos meteorológicos se ven afectados por el cambio climático porque el entorno en el que se manifiestan está más caliente y húmedo que antes.
Centrándose en el desequilibrio energético de la Tierra, se espera que las nuevas investigaciones nos ayuden a comprender lo que está ocurriendo y por qué ocurre, así como las implicaciones para el futuro.
Imagen: Marcio José Sánchez/AP
**Autor*: Kevin Trenberth, National Center for Atmospheric Research.*
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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