Desde la revolución industrial hasta la actualidad, los seres humanos hemos aumentado la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera habiendo pasado de 280 partes por millón a finales del siglo XVIII a las más de 400 partes por millón actuales. Como resultado, la acidez de los océanos ha aumentado, convirtiéndose en zonas especialmente vulnerables para especies como el cangrejo de Dungeness.
Cambios en el pH. Hace un par de años saltaba la noticia de que los mares y los océanos estaban absorbiendo entre un 30% y 60% más de dióxido de carbono de lo que se creía. Esta situación provoca un cambio en la química de las aguas reduciendo el pH por debajo del nivel 6, es decir, acidificándolo. Ahora, la situación del océano Pacífico no solo confirma las hipótesis anteriores, sino que además ratifica que un cambio en la química del agua tiene un efecto contagio en todo el ecosistema que lo rodea.
Problema. La reducción del pH del agua altera todo el ecosistema que rodea al océano Pacífico o, al menos, así lo recoge este estudio elaborado por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos. Un pH ácido afecta también a las costas al provocar que las aguas oceánicas expulsen más nutrientes como el carbono orgánico o los compuestos de nitrógeno. Como resultado, puede producirse un aumento en el crecimiento de las algas o una alteración en las poblaciones de crustáceos como algunos cangrejos o los esqueletos de coral y las ostras.
Cangrejo de Dungeness. Para que estos animales puedan formar y desarrollar sus caparazones es necesario que en el océano haya iones de carbono suficientes, un componente químico que brilla por su ausencia cuando baja el pH y se acidifican las aguas. Como consecuencia de este nuevo contexto químico, la cubierta de las larvas de los futuros cangrejos no llega a formarse como debe, quedando dañados parte de sus órganos sensoriales.
Pero el problema no termina aquí. La delicada situación de los caparazones afecta de forma global a toda la comunidad de cangrejos Dungeness porque les hace flotar peor y les convierte en más vulnerables de cara a los depredadores.
Consecuencias. Al margen de las consecuencias ambientales y tróficas, la reducción del número de poblaciones de esta especie también afecta a la economía de la zona, ya que se trata de un crustáceo muy demandado en la pesca del noroeste del Pacífico. Por ejemplo, en Oregón, donde la pesca de esta especie es determinante, llevan capeando las consecuencias de la acidificación desde hace un par de años. Ya en 2018 se enfrentaron a una plaga de algas tóxicas y perjudiciales para los cangrejos, debido a la acidificación costera.
Soluciones. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica y teniendo en cuenta que ya no se puede revertir ese incremento de la acidez de las aguas, lo único que se puede hacer es reducir al máximo posible la huella de carbono y prever tanto ambiental como económicamente cuáles podrían ser las consecuencias de esta situación para, así, poder enfrentarlas mejor a futuro.
Imagen: Gilfoto/Wikimedia Commons
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