Cuatro siglos después de su publicación, decenas de generaciones de hispanohablantes han leído y disfrutado las ingeniosas aventuras de Alonso Quijano, El Quijote, narradas en su castellano original por Miguel de Cervantes. Eso podría estar a punto de cambiar. Andrés Trapiello ha publicado una nueva versión de la obra, traducida del castellano antiguo al contemporáneo. La idea es lograr hacer de El Quijote un libro más accesible a las nuevas generaciones. Sin embargo, ¿es así más divertido?
Una característica básica de El Quijote es su capacidad para entretener a hispanohablantes de cualquier generación. Más de cuatrocientos años después de que fuera escrito por Cervantes, El Quijote aún mantiene un sentido del humor universal, haciendo de sus páginas una excitante aventura repleta de guiños, cómicas situaciones, inspiradores diálogos y fantásticas andanzas, en un trasiego narrativo vertiginoso y adictivo. Y el lenguaje original de Cervantes juega un papel clave en ello.
¿Qué ha cambiado en la versión del siglo XXI?
Veamos, antes que nada, algunas diferencias entre las palabras originales de Cervantes y la versión actualizada de Trapiello, tal y como recoge El Mundo.
Original:
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino.
Versión actualizada:
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía no hace mucho un hidalgo de los de lanza ya en olvido, escudo antiguo, rocín flaco y galgo corredor. Consumían tres partes de su hacienda una olla con algo más de vaca que carnero, ropa vieja casi todas las noches, huevos con torreznos los sábados, lentejas los viernes y algún palomino de añadidura los domingos. El resto de ella lo concluían un sayo de velarte negro y, para las fiestas, calzas de terciopelo con sus pantuflos a juego, y se honraba entre semana con un traje pardo de lo más fino.
Las diferencias son sustanciales, sin duda, incluyendo una modificación parcial de la legendaria primera línea del libro. Pasamos de "de los de lanza en astillero" a "de los de lanza ya en olvido", del mismo modo que de "adarga antigua" a "escudo antiguo". Hay más ejemplos.
Original:
Esto me parece argado sobre argado, y no miel sobre hojuelas. Bueno sería que tras pellizcos, mamonas y alfilerazos viniesen ahora los azotes. No tienen más que hacer sino tomar una gran piedra y atármela al cuello y dar conmigo en un pozo, de lo que a mí no pesaría mucho, si es que para curar los males ajenos tengo yo de ser la vaca de la boda. Déjenme; si no, por Dios que lo arroje y lo eche todo a trece, aunque no se venda.
Versión actualizada:
Me parece que llueve sobre mojado, y no miel sobre hojuelas -replicó Sancho-. Estaría bueno que tras pellizcos, sopapos y alfilerazos viniesen ahora los azotes. No tienen más que tomar una gran piedra y atármela al cuello y dar conmigo en un pozo, cosa que no me pesaría mucho, si para curar los males ajenos tengo yo que ser la vaquilla de la capea. ¡Déjenme!, si no, por Dios que lo mando todo a hacer puñetas, aunque no se vendan.
"Esto me parece argado sobre argado" frente a "me parece que llueve sobre mojado", al igual que "Déjenme; si no, por Dios que lo arroje y lo eche todo a trece" frente a "¡Déjenme!, si no, por Dios que lo mando todo a hacer puñetas". Es obvio que la versión traducida de Trapiello, puesta a la venta esta misma semana por Ediciones Destino (Planeta) se ajusta de forma más aproximada a nuestro vocabulario diario, al castellano que empleamos en el siglo XXI.
Sin embargo, ¿ten lejano nos es el castellano de Cervantes?
La edición del Cervantes: para entenderlo todo
Sea negativa o afirmativa la respuesta a la anterior pregunta, lo cierto es que leer El Quijote en sus palabras originales y comprender al mismo tiempo todo lo que sucede en la novela es hoy, precisamente en el siglo XXI, más sencillo que nunca. Las nuevas herramientas tecnológicas, desde libros digitales hasta aplicaciones 2.0, hacen de nuestra vida algo más cómodo. Y también de El Quijote. Una de sus versiones digitales, precisamente, es indispensable.
Se trata de la elaborada por el Instituto Cervantes, y se puede consultar de forma gratuita en su página web. En ella, encontramos numerosas referencias conforme avanza el texto, ya sea para profundizar en la obra o para explicar términos en desuso. Tal y como leemos, podemos pinchar en las notas numéricas. En ese momento, una pequeña ventana se despliega con un breve texto.
Al contrario que la versión de Trapiello, quien ha manifestado en más de una ocasión su inconformidad con la idea de leer el libro con numerosas notas a pie de página dada la imposibilidad de comprender qué está pasando, el Instituto Cervantes opta por algo, a nuestro juicio, más excitante: entender los orígenes de nuestro idioma, su riqueza, del mismo modo que realizar una exploración sobre los fundamentos de la lengua castellana y, por ende, de El Quijote.
De este modo, las notas al pie no sólo permiten saber qué es un "sayo de velarte", sino que profundizan en los usos del idioma de antaño, en el contexto social o cultural en el que se mueve El Quijote o, incluso, en su localización geográfica, con mapas y numerosos dibujos que contribuyen a poner imagen a las adargas, los pantuflos o las espeteras.
Hay mucho más. En el índice se puede apreciar la magnitud del trabajo del Instituto Cervantes, haciendo de El Quijote algo muy accesible y muy divertido, dada la cantidad de información complementaria que contribuye a hacer de sus páginas algo más accesible e interesante. Por ejemplo, también tenemos un eje cronológico de la vida de Cervantes, reaizado por Jean Canavaggio.
Junto a estos materiales, encontramos otros más densos, como un estudio preliminar de Lázaro Carreter o diversos prólogos (Anthony Close, Antonio Domínguez Ortiz, Francisco Rico). Y más: explicaciones sobre la tipografía empleada, breves textos sobre los motivos caballerescos y los tópicos de los que surge El Quijote, o contexto geográfico e histórico. Además, por supuesto, de la totalidad del libro. Todo ello incluido en un mismo portal de forma gratuita.
El portal interactivo de la Biblioteca Nacional
De forma paralela a la edición del Instituto Cervantes, se puede consultar la versión interactiva de la Biblioteca Nacional. Al igual que la versión del Cervantes, la BNE incluye jugosa información adicional que completa la obra del escritor más grande en lengua castellana. Abarca el contexto cultural de las novelas de caballería, con fragmento de otras obras contemporáneas o previas a El Quijote, o explica cómo era la vida en pleno siglo XVII (gastronomía, danza, juegos).
Todo ello con un portal audiovisual que incorpora música y vídeos, además de las páginas del libro insertadas en una réplica del formato físico en la que podemos ir pasando páginas. Si bien la edición del Cervantes es útil como lectura, la de la Biblioteca Nacional tiene mayor atractivo por su valor interactivo y de cara a conocer mejor de qué mundo y de qué referencias proviene El Quijote.
En cualquiera de los casos, no cabe duda que el trabajo de Andrés Trapiello (reconocido escritor, experto cervantista, Premio Nadal y Premio Nacional de la Crítica) cuenta con un indudable valor, con más de 14 años a sus espaldas, y acercará a las nuevas generaciones una versión más accesible de El Quijote, idónea para difundir de forma imperecedera las virtudes de una novela inolvidable.
Sea como fuere, todo esto prueba, una vez más, el incalculable valor de El Quijote, su espíritu genial y su capacidad de entretener a lo largo de los siglos. Ya sea en su lenguaje original, en papel, en digital, con diversas notas al pie, explicaciones históricas y sociales, ilustraciones, portales interactivos o, en última instancia, versiones contemporáneas del castellano de Cervantes. La diversión y la riqueza que emana de sus páginas (o de la pantalla) parece ser, por fortuna, interminable.
Imagen | Martius
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