Los siglos a caballo entre el fin de la Edad Media y el inicio del Renacimiento representaron un punto de no retorno en la cosmovisión filosófica y el desarrollo artístico de Europa. La conquista América, sumada a multitud de avances técnicos y científicos, revolucionó el modo en el que los europeos se veían a sí mismos y a su posición no ya en el mundo, sino en el orden natural de las cosas. En el universo. Los tradicionales cánones católicos atravesaban una crisis sin precedentes, y las gentes de Europa comenzaban a romper los estrictos límites de pensamiento impuestos por la Iglesia durante siglos.
Era, en muchos sentidos, un despertar.
No puede sorprender pues que la ciencia cartográfica cambiara para siempre durante los siglos XV, XVI y XVII. Desde la proyección de Gerardus Mercator hasta la primera representación de la Luna elaborada por Johannes Hevelius, pasando por las exquisitas plantas urbanas de Braun y Hogenberg o los primeros mapas de América, la imagen que los europeos tenían del mundo estaba cambiando. Sus representaciones, siempre preñadas de interpretaciones políticas y culturales, abrían un horizonte de infinitas posibilidades. La exploración marina y el descubrimiento de una vasta tierra por conquistar incentivaron el desarrollo de mapas cada vez más imaginativos, precisos y bonitos.
Como es natural, esta revolución ideológica se trasladó también al modo en el que los humanos imaginaban el Universo. Los trabajos primero de Copérnico y más tarde de Galileo volarían por los aires el modelo cósmico elaborado por Ptolomeo y defendido a capa y espada por la Iglesia desde la Edad Media. Dios ya no era el centro de todas las cosas, sino el ser humano; la Tierra ya no estaba en el centro del Universo, sino el Sol. Se movía. En el siglo XVI chocaron ideas antagónicas sobre la forma del cosmos, y muchas de ellas germinaron en mapas excelsos.
Todo este proceso es objeto de análisis en una exposición virtual elaborada por la Librería Nacional estadounidense. Titulada "Explicando y Ordenando los cielos", la muestra recopila mapas del Universo elaborados durante el renacimiento y los años posteriores a las teorías de Copérnico, así como otras cartografías cósmicas elaboradas tanto en siglos anteriores como culturas de todo el planeta. Desde las ilustraciones budistas de la misma época hasta los primitivos globos elaborados por los persas siglos atrás, todos ellos condensan la multitud de visiones que el ser humano ha proyectado más allá del firmamento desde el inicio de los tiempos.
En los mapas se cruzan elementos religiosos, técnicos, morales y científicos. Muchos de ellos tienen un afán moralizante, y muchos otros funcionan como un orden visual no ya del Universo, sino del propio mundo y de la propia sociedad humana. Algunos, como los elaborados por Descartes, entran en el terreno de la abstracción visual y filosófica. Otros, como los diseñados por Konrad von Megenberg en el siglo XIV, trasladaban de forma simple y colorida el orden de los cielos al pueblo llano. Todas y cada una de ellas representan una idea, un pulso cultural, la proyección de una forma de interpretar la existencia humana y la naturaleza salvaje.
Aquí va una pequeña colección.
El Atlas de William Cuningham (1559)
Un regalo para Carlos V (1540)
El heliocentrismo de Copérnico (1543)
Los cuatro elementos (1486)
La abstracción de Descartes (1644)
Los colores de Von Megenberg (siglo XIV)
Cosmología budista (1842)
Los cielos budistas (siglo XVIII)
Astrología tibetana (siglo XX)
Las constelaciones clásicas (1729)
Un calendario azteca (siglo XVIII)
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