En 2005, el escritor Mark Leyner y el médico Billy Goldberg publicaron 'Por qué los hombres tienen pezones', un divertidísimo libro de divulgación científica en el que respondían preguntas muy locas: desde el motivo por el que nos salen pelos por las orejas a las razones fisiológicas por las que los espárragos perfuman el pis. Sin embargo, no fueron capaces de contestar una pregunta clave: ¿de dónde salían las pelusas del ombligo?
Cuatro años después, Georg Steinhauser quiso compartir su respuesta con el mundo. Según él, la pelusa del ombligo estaba relacionada fundamentalmente con el vello abdominal. Según él, el vello recogía las fibras de la ropa y las dirigía al ombligo. ¡Hizo experimentos durante tres años depilando pechos para comprobar las diferencias! Pero nadie le quiso publicar.
¿Nadie? ¡No! Una revista poblada por irreductibles científicos locos resiste, todavía y como siempre, a las más elementales prácticas de control de la publicación científica contemporánea. Bienvenidos al mundo de 'Medical Hypothesis'
Contra el "aburguesamiento" de la ciencia
En los últimos años, las cosas “basadas en la evidencia” han gozado de una fama sin precedentes. Desde la política a la medicina, miles de profesionales han vuelto la cabeza a la ciencia en busca de soluciones con las que dar respuesta a los problemas de una sociedad cada vez más compleja.
Sin embargo, no era oro todo lo que relucía: una y otra vez hemos vuelto a reflexionar sobre uno de los puntos ciegos del enfoque, que la ciencia es, por naturaleza, conservadora. No en sentido político, sino en sentido epistemológico. Es decir, conocemos mejor lo que tenemos; pero cuando lo que tenemos no funciona, es un problema.
Un problema porque, sin recursos para investigar nuevas opciones, se ven obligados a implementar intervenciones que no funcionan, deja a muchos profesionales con las manos atadas. Por buenas razones, eso sí. Pero con las manos atadas. No es raro, claro, que haya gente que quiera más diversidad. Este es el caso de ‘Medical Hypotheses’, la revista más WTF de la ciencia de los últimos 40 años.
‘Medical Hypotheses’ fue fundada por el fisiólogo David Horrobin quien la dirigió hasta su muerte en 2003. Horrobin, que ya era él mismo una figura controvertida (el British Medical Jornal definió como uno de los mayores “vendedores de aceite de serpiente de su época”), hizo una revista a su imagen y semejanza.
Divertida, refrescante y peligrosa
En teoría, la idea era construir un foro respetable para debatir ideas poco convencionales sin las restricciones de los estándares de las publicaciones científicas actuales como una forma de impulsar la diversidad amenazada por el monocultivo académico. ‘Medical hypotheses’ quería ser un lugar donde llevar las intuiciones, las ideas extravagantes y las teorías alocadas. En un mundo como el científico lleno de certezas y frases en presente de indicativo, la revista de Horrobin eran todos los y-sis y condicionales.
Eso la hace una revista profundamente divertida y refrescante, pero también la hace una caja de bombas. Lo mismo puedes leer un estudio que relaciona los tacones con la esquizofrenia que uno sobre los parecidos entre las personas con síndrome de Down y los asiáticos. Estos días, sin ir más lejos, está circulando un estudio por los tabloides de medio mundo sobre si podemos abandonarnos tanto que acabamos muriendo por pura psicología.
Durante años, el mundo era una fiesta en 'Medical Hypotheses’. En los primeros números, escribieron pioneros de algunos de los campos con más desarrollo de la época. Pero su principal baza es también su principal problema. Es una revista que requiere un editor muy hábil para poder transitar terrenos controvertidos sin publicar trabajos malintencionados e incluso peligrosos.
El fin de la fiesta
Cuando Horrobin murió en 2003, fue sustituido por Bruce G. Charlton. Horrobin había dejado escrito que era la única persona en la que realmente confiaba para continuar su trabajo. A finales de 2009, un artículo en el que llegaba a afirmar que “no existía ninguna prueba de que el VIH provocara el SIDA” apareció publicado en la revista. La fiesta se había acabado.
El paper había sido rechazado en todas las publicaciones de área de investigación hasta recalar en ‘Medical Hypotheses’. El escándalo fue mayúsculo y Elsevier, dueña y editora de la revista, despidió a Charlton pocos meses después.
Además, en un intento por contener los daños, Elsevier introdujo un sistema de revisiones a medio camino entre el sistema original y la revisión por pares de las publicaciones tradicionales. Eso iba claramente contra la razón de ser de la revista y centenares de investigadores protestaron contra la decisión.
'Medical Hypotheses' es, en cierta forma, un símbolo de la ciencia arriesgada, indomable y (muchas veces) imprudente que seguimos necesitando, pero ya no tiene un papel central en el debate público. Hoy por hoy, los preprints (y los repositorios que almacenan estos borradores en abierto -- con arXiv.org a la cabeza) cumplen esa función. Una función que, pese a hacernos la vida difícil, es mejor que nunca se pierda.
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