“Creo que Shudu es absolutamente representativa de nuestro tiempo”. Son palabras de James Wilson, fotógrafo británico habitual de pasarelas y diseñador en 3D de uno de los últimos fenómenos más llamativos del mundo de las tendencias. Puede que ya te hayas cruzado con esta “modelo” negra de belleza exultante, con cientos de miles de seguidores en Instagram y que ha conquistado el corazón de Rihanna, Vogue, Cosmopolitan y un largo etcétera.
Despotismo ilustrado: mientras medio Internet discutía hace un par de meses la verosimilitud del personaje digital y elogiaba lo logrado de su diseño, la otra parte reprochaba a su creador, blanco, la fetichización del personaje (los aros iindzila que rodeaban su cuello aumentan el exoticismo de esta mujer que imaginamos africana). Los ánimos se caldearon aún más después de su entrevista para Affinity, en la que se decía que Wilson “se dio cuenta de que las modelos de piel negra estaban viviendo su momento”, y, considerando según él a la mujer negra como el epítome de la belleza, desarrolló y difundió el personaje. La respuesta de buena parte de la comunidad fue: ¿si tanto las aprecias por qué no contrataste a una modelo negra de verdad? Había instrumentalizado la belleza de las personas negras para hacerse famoso sin tener que darles a ellas nada a cambio.
A white photographer figured out a way to profit off of black women without ever having to pay one. Now pls, tell me how our economic system is in no way built on and quite frankly reliant on racism and misogyny 🤧🤔 https://t.co/k7tDc7cXLL
— Glodan ✨💛✨ (@hodayum) 27 de febrero de 2018
Hold tf onnnnnn. So someone “made up” a black model, when they actually could’ve just hired a real life black one? At your big big age. Trash! https://t.co/dj7TOtSt7N
— Grace 🦋 (@GraceFVictory) 27 de febrero de 2018
Un proyecto no lucrativo: eso fue lo que afirmó Wilson ante el tropel de críticas que empezaron a enturbiar su proyecto. Según él, no iba a rentabilizar a Shudu haciendo promos con marcas como sí es el caso de otras emergentes influencers virtuales (échale un vistazo a Miquela, que tiene más de 600.0000 de seguidores en Instagram, ha inspirado a Pat McGrath, colabora con firmas como Prada y apoya causas como Black Lives Matter). Lo suyo era una simple imagen de belleza que había querido lanzar al mundo, que le había costado horas de trabajo desarrollar. Él estaba convencido de que, si hubiese desarrollado un diseño blanco o mestizo, nada de esto habría pasado.
La metedura de pata: o al menos así lo ha visto la comunidad afroamericana y los medios, que ya le han reprochado su última jugada. Ahora Wilson ha anunciado una agencia de modelos virtuales que sí se ofrece para trabajar para las marcas. Shudu vestirá la ropa de Chanel, Gucci o cualquier otra cadena que se interese por su cuerpo y su poder como influencer en Instagram. Pero la agencia de Wilson no la tiene sólo contratada a ella, sino también a otras dos nuevas modelos: Brenn, una joven afroamericana curvy, y Galaxia, un alien con cuerpo de mujer. Los negros, por cierto, llevan años reprochando que la cultura mainstream les ha personificado en demasiadas ocasiones como extraterrestres en la ficción, queriendo o sin querer mostrando esa mirada alterizante de los blancos. Jar Jar Binks, Predator, Goofy o la tribu de los Na’Vi son El Otro.
Blackface digital: es la idea de fondo que se trasmite con los comentarios leídos en redes. Una polémica parecida a la que vimos hace no mucho en España con la tradición de los pajes negros de Alcoy. El fotógrafo, en lugar de contribuir a romper la infrarrepresentación de las modelos de color (las blancas siguen siendo, con diferencia, las que más desfilan y a las que más se contrata) se habría aprovechado de su capital cultural, su valor diferencial, su piel, para sacar beneficio propio. Claro que la discusión podría cambiar en un futuro cercano: el siguiente proyecto del artista es la creación de una novela gráfica sobre modelos de CGI que viven en Instagram… contando con la colaboración de un dibujante de cómics africano.