La noticia la recogían hace unos años The Harvard Crimson, gaceta universitaria de Harvard, y The Boston Globe, medio de referencia de la costa este estadounidense. Pese a ser un suceso de lo más atractivo, ningún otro medio se hizo eco, aunque tampoco para desmentirlo. A finales de 2010 y coincidiendo con la celebración del Yom Kipur, el día más sagrado para la religión judía, un graduado en psicología de 35 años entró en el Memorial Church de Harvard y se pegó un tiro en la sien.
Al principio su familia, allegados y compañeros de piso no podían explicárselo: Mitchell Heisman había sido siempre un joven de lo más saludable, nunca había mostrado ninguna inclinación depresiva. Sólo se trataba de un chico un poco reservado, absorbido en los últimos tiempos, eso sí, por lo que él citaba como un trabajo académico "sobre la historia de la conquista normanda de Inglaterra".
La respuesta tuvieron que encontrarla días más tarde en el buzón de sus casas: un sobre de gran envergadura que recibió cada una de las personas más importantes de su vida. También está disponible en Internet, donde poco antes de realizar su provocativa inmolación pública creó la web suicidenote.info. En ella había un pdf registrado bajo licencia Creative Commons, un ensayo académico elaborado por él mismo a lo largo de cinco años. Su nota de suicidio comprendía 1.905 páginas, 1.433 notas a pie de página y 20 páginas de bibliografía.
Según el propio medio bostoniano, su trabajo, aún hoy accesible para cualquiera que quiera leerlo, "incluye más de 1.700 referencias a Dios y hasta 200 referencias al filósofo Friedrich Nietzsche". Hay también referencias a Schoenberg, a Darwin, al futurista Ray Kurzweil y al biólogo E. O. Wilson.
"Cada palabra, cada pensamiento y cada emoción vuelven al mismo problema central: la vida carece de sentido", afirmaba Heisman. "Quiero recalcar que la cuestión central de este texto no es la biología, la raza, o la tecnología, sino el nihilismo. Este experimento sobre el nihilismo consiste en buscar y exponer cada ilusión y cada mito, nos lleve a donde nos lleve, sin importancia de las consecuencias, y aunque eso implique nuestra propia muerte".
La filosofía del suicidio es al menos tan antigua como la historia de la filosofía occidental, siendo Séneca uno de sus primeros referentes, pero dentro de ella hay multitud de ramificaciones, como el libertarismo, el estoicismo o el antinatalismo. Nuestro protagonista no encaja en ninguno de estos grupos, sino en una suerte de idealismo epistemológico: si conduces tu pensamiento de forma puramente racional, sin dejarte llevar por los pensamientos irracionales y subjetivos, el suicidio es la única respuesta válida para el hombre. El acto último de la razón pura.
No darle sentido a tu vida
Pero una buena parte de los muchos lectores que ha acabado atrayendo de forma póstuma este autor ven sus conclusiones desde otro punto de vista: paradójicamente, como un acto de lo más subjetivo. Como escribiría el propio Heisman, "la muerte de mi padre fue el detonante, o tal vez el acelerador, de un colapso moral. Porque la materialización total del mundo desde la materia a los humanos pasando por la experiencia subjetiva literal fueron de la mano de una incapacidad nihilista de creer en el valor de cualquier objetivo vital. No existe una justificación racional para la voluntad humana de seguir avanzando".
Es decir, que, según los lectores de su corpus, Heisman fue incapaz de mirar el mundo más allá del trauma que le causó la muerte de su padre cuando ese trauma y ese dolor fueron precisamente los que no permitían que hiciese un análisis objetivo de la realidad. Es más, como aventuran algunos participantes de foros digitales (en los que se sigue redescubriendo este fascinante fenómeno cada tanto desde hace una década), es probable que hasta él mismo lo supiera en el fondo.
¿Por qué este intelectual no permitió que otras personas leyeran su trabajo en busca de fallos? Él podría suponer que de haberlo enseñado le habrían tildado de loco, idea que se refuerza al saber que tres años antes de volarse los sesos decidió firmar un testamento. Pero entonces, de haber sido un nihilista puro, no debería haberle importado. No debería haberse molestado siquiera por la posibilidad de que le internasen contra su voluntad, ya que, si todo lo que importa desde un punto de vista puramente racional es superar los "prejuicios" pro-vida, no importa cuándo mueras, antes o después. Además, de haber enseñado su ensayo otros podrían haber detectado errores.
Siempre existe la posibilidad de haberse dejado algún fleco argumental. Uno podría estar equivocado y, al escuchar otra opinión, reforzar la racionalidad de tu visión.
No sólo desestimó en su ejercicio la literatura contemporánea sobre la filosofía del suicidio, sino que se mantuvo en un solipsismo que imposibilitaba cualquier contraargumentación a sus preceptos, uno de los pilares básicos de esta rama del saber. "Ha dejado al margen todas las posiciones existencialistas que han hablado del suicidio. Se olvida de hablar de la rebelión de Camus contra lo absurdo. No habla tampoco sobre el intento de Nietzsche de superar el vacío nihilista creado por la muerte de Dios. En el fondo Heisman no interactúa con muchas fuentes de material relevante", le reprocha un usuario de Reddit.
Tal vez la mayor tristeza, la mayor ironía que atraviesa a todo este experimento, no sea que el sistema filosófico de Heisman resultase argumentalmente cuestionable, sino que el chico fuese incapaz de articular algo a la altura de tan trascendental acto desde un punto de vista meramente formal. Como se alega en una de las críticas a Suicide Note en la popular red social de libros Goodreads:
Su tesis es demasiado repetitiva, le falta mucho trabajo de edición para que lo que Heisman trata de decir se comprenda bien y deje huella. Divaga párrafo tras párrafo, repitiendo la misma idea de distintas formas. Su gramática e incluso su ortografía carecen de la suficiente "coherencia". No deja de hacerse preguntas, pero no es capaz de responderlas.
De hecho, el humor nihilista en todo este asunto no cesa. Fred R, también en Goodreads: "Me da igual todo el rollo de la ‘singularidad’, pero los capítulos a mitad de libro sobre el conflicto normando y anglosajón me han parecido de lo más fascinantes".
Imagen: Joyce McCown/Unsplash
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