Una versión anterior de este artículo fue publicada en 2017.
La raza es una construcción social. Si la idea suena revolucionaria es porque, en cierta medida, lo es: las sociedades occidentales se han acostumbrado durante los últimos siglos a interpretar el mundo en torno a la raza. Por un lado los blancos, por otro lado los negros, por otro lado los mestizos, por otro lado los asiáticos. Es una simplificación, pero llega a los censos.
En ningún otro país la obsesión por la raza alcanza el nivel de Estados Unidos. Los censos históricos del país siempre han incluido alguna otra definición "étnica". Hoy en día, una persona puede elegir su "ancestry", es decir, el linaje racial al que pertenece en función de dónde provenieran sus antepasados. Las categorías son claras en torno al color de la piel, e incluyen grandes cajones como "blanco", "negro", "latino", "asiático" o "nativo americano".
¿Pero algo de esto tiene sentido? A priori, ya decimos, sí: un etíope es distinto a un sueco. En la práctica, no tanto: la decisión de catalogar en diferentes grupos raciales a los seres de todo el planeta tiene mucho de arbitraria y poco de real. Y para demostrarlo, lo mejor que podemos hacer es observar este mapa (elaborado por un usuario de Reddit) en el que se analiza qué porcentaje de "blancos" tiene cada país del mundo.
Es aquí donde la definición de "raza", y muy especialmente de "blanco", se vuelve muy resbaladiza. El autor de la ilustración utilizó datos demográficos extraídos del World Factbook de la CIA y lo completó con otras estadísticas esparcidas por Wikipedia. La tarea no es sencilla porque no todos los países incluyen la etnia o la raza en sus censos. Francia o España, por ejemplo, no lo hacen, mientras que Canadá y Estados Unidos sí.
Pese a lo imperfecto de la fotografía, es útil para entender lo complejo de dibujar una línea categórica que incluya a unas personas dentro de la categoría de "blanco" y a otras no.
¿Eres tú blanco?
En pocos espacios del planeta lo arbitrario de la división es tan evidente como en Oriente Medio y el Cáucaso. Allí, por ejemplo, Armenia y Georgia cuentan con poblaciones mayoritariamente blancas, mientras que Azerbaiyán no. ¿El criterio seguido? Mientras los dos primeros países son cristianos y trazan sus lazos históricos con Rusia y el continente europeo, los azeríes son musulmanes, hablan una lengua altaica y han estado ligados a la cultura otomana e irania.
El criterio es cultural, no biológico. Sucede algo similar con Turquía y Grecia: es harto complejo entrever grandes diferencias de aspecto entre un hombre de la Anatolia y uno del Peloponeso, y es probable que su halotipo sea exactamente el mismo. Pese a ello, la raíz túrquica de su lengua provoca que los turcos no sean considerados "blancos" mientras que los griegos, de forma mayoritaria, sí. "Blanco" es un code name para "europeo".
¿Es blanco un sirio? ¿Y un kurdo? ¿Y un libanés? ¿Qué pasa con los afganos? ¿Blancos o no blancos? Según a qué estadística preguntes, pueden quedar enmarcados bajo categorías distintas (el censo estadounidense sí los considera blancos, aunque hay quien reclama lo contrario). Lo cierto es que la definición viene marcada por las asunciones culturales del encuestador. No hay una base científica que corrobore nuestra percepción de las "razas".
En Estados Unidos nada lo ejemplifica de modo tan nítido como el caso mexicano. Mucho antes de que la ola migratoria rotara de Europa la frontera entre ambos países, los inmigrantes mexicanos quedaban incluidos en la categoría de "blancos". La transformación del fenómeno migratorio provocó que el censo optara por crear una categoría distinta para los millones de latinos que llegaron a Estados Unidos, apartándolos de la definición de "blancos".
Así, a día de hoy un mexicano puede ser así de blanco y, pese a todo, merecer otra consideración en el censo. Todo ello mientras los españoles no son considerados como "hispanos" por las mismas estadísticas, sino como "blancos" de raíz europea (pese a que la mayor parte de los antecesores mexicanos provienen de España). En Sudamérica se repite todo el patrón, y habla del enorme conflicto que supone dibujar una línea entre "mestizo" y "blanco".
Como el propio autor del mapa explica, todas las categorías raciales son ficticias, arbitrarias. Tanto la blanca que divide en categorías distintas a un iraní (lengua indoeuropea, no árabe) y a un señor de Sicilia (a duras penas más "blanco"), como la "negra" que incluye en el mismo catálogo a un nilótico de Sudán del Sur, a un Etíope del altiplano y a un melanesio del Pacífico. En esencia, son constructos que se ven sometidos a la influencia de su tiempo, variando en el proceso.
El fenómeno es objeto de discusión y debate en la arena pública, en tanto que las categorías raciales sirven para generar identidades que, durante los últimos años, se han transformado en movimientos políticos de intenso calado. Nada de esto indica que no existan etnias, identidades culturales diferenciadas y grupos poblacionales agrupados en torno a una historia y una lengua común. Significa, simplemente, que medir la diversidad genética de grupos humanos en torno a "razas" es poco productivo.
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