Para nosotros, irnos a dormir por la noche y despertarnos por la mañana es lo más normal del mundo. Por lo menos de siete a nueve horas (o eso esperamos todos aunque pocas veces lo consigamos). ¿Pero siempre fue así? Varios libros y estudios sobre la historia del sueño muestran que durante la Edad Media la gente solía dormir en dos períodos durante la noche, dos turnos en los que se realizaban actividades en medio de ellos.
Espera, ¿dos sueños? Sí, dos.
El libro de Roger Ekirch Al final del día: Noche en tiempos pasados revela que hasta los tiempos modernos, cuando la iluminación artificial apareció y nos permitió permanecer despiertos más tiempo, la mayoría de la gente se acostaba al atardecer y el tiempo dedicado a dormir se dividió en dos fases, conocidas como primer y segundo sueño. Ambas fases del sueño duraban aproximadamente lo mismo, y las personas se despertaban en algún momento después de la medianoche antes de volver a descansar.
Tal y como escribe la periodista Zaria Gorvett en este artículo de BBC, a principios de la década de 1990, el historiador Roger Ekirch encontró en la Oficina de Registro Público de Londres diversos testimonios en sentencias de la época que le parecieron extraños. Ekirch había estado investigando un libro sobre la historia de la noche y varios registros que abarcaban la Edad Media y la Revolución Industrial. Mientras leía una declaración penal, dos palabras le llamaron la atención: "primer sueño".
Un primer sueño tenía que implicar también un segundo sueño, ¿no?: una noche dividida en dos mitades, quizás. Ekirch amplió su búsqued y pronto quedó claro que el fenómeno estaba más generalizado y normalizado de lo que jamás había imaginado.
El escritor revisó cientos de archivos y encontró muchas más referencias a este misterioso fenómeno del sueño doble, o "sueño bifásico", como lo llamó más tarde. Algunas eran bastante banales, pero otras eran más oscuras, como el de Luke Atkinson del East Riding de Yorkshire. El tipo se las arregló para realizar un asesinato rápido entre un sueño y el otro y, según su esposa, a menudo usaba el tiempo para frecuentar las casas de otras personas para cometer actos siniestros.
En realidad, los primeros sueños se mencionan en una de las obras más famosas de la literatura medieval, Los cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer (escrita entre 1387 y 1400), que se presenta como un concurso de narración entre un grupo de peregrinos. También están incluidos en Beware the Cat (1561) del poeta William Baldwin, un libro satírico considerado por algunos como la primera novela. Pero eso no es todo. Ekirch encontró referencias casuales al sistema de dormir dos veces en todas las formas imaginables, con cientos en cartas, diarios, libros de texto médicos, escritos filosóficos, artículos periodísticos y obras de teatro. La práctica incluso se convirtió en baladas, como Old Robin of Portingale.
“Y al despertar de tu primer sueño,
te prepararán una bebida caliente,
Y al despertar de tu próximo sueño,
Tus penas se apagarán…”
La actividad nocturna medieval
Desde las 9 de la noche hasta las 11 de la noche, los ciudadanos procedían a echarse en colchones rellenos de paja o trapos (o plumas, si eran ricos) listos para dormir durante un par de horas. En ese momento, la mayoría de la gente dormía en comunidad y, a menudo, se acurrucaban entre chinches, pulgas, piojos, familiares, amigos, sirvientes o extraños.
Incluso había una serie de convenciones sociales estrictas para minimizar cualquier incomodidad. Por ejemplo, evitar el contacto físico o moverse demasiado, y había posiciones designadas. Las niñas generalmente se acostaban a un lado de la cama, más cerca de la pared, seguidas por la madre y el padre, luego los niños varones, nuevamente ordenados por edad, y luego los miembros que no eran familia.
Un par de horas más tarde, la gente comenzaba a despertarse de este sueño inicial. La vigilia nocturna generalmente duraba hasta la 01:00, y no era causada por ruido u otras perturbaciones en la noche, ni tampoco era iniciada por ningún tipo de alarma. En cambio, ocurría de forma completamente natural, tal como lo hacemos ahora por la mañana.
Este lapso de tiempo intermedio era muy útil para hacer cosas. Los textos describen cómo la gente hacía casi cualquier actividad después de despertarse de su primer sueño. Bajo la luz de la luna, las estrellas y las lámparas de aceite o "luces de juncos", la gente se ocupaba de las tareas ordinarias, como echar leña al fuego, tomar medicinas, o ir a orinar.
Para los campesinos, despertarse significaba volver a dedicarse a un trabajo más serio, ya fuera para aventurarse a vigilar a los animales de la granja o para realizar tareas domésticas, como remendar telas, peinar lana o pelar los juncos para quemarlos. Pero también fue un tiempo para la religión. Los cristianos tenían oraciones elaboradas y específicas prescritas para este período exacto de tiempo.
Pero, sobre todo, ese tiempo era útil para socializar y para el sexo. Como explica Ekirch en su libro, la gente a menudo se quedaba en la cama charlando. Y durante esas extrañas horas del crepúsculo, los compañeros de cama podían compartir un nivel de informalidad que era difícil de lograr durante el día. Como los esposos y esposas tenían que compartir una cama con otros, también era un intervalo conveniente para la intimidad física: si habían tenido un largo día de trabajo, el primer sueño les quitaba el cansancio y el período posterior era un momento excelente para concebir.
Más tarde, las personas regresaban a la cama para prodecer a su sueño "mañanero", que duraba hasta el amanecer o más tarde.
Resulta que el sueño bifásico se practicaba en todo el mundo preindustrial. En Italia se le llamó "primo sonno". En Francia, "premier somme". De hecho, se encontró evidencia del hábito en lugares tan distantes como África, el sur y sureste de Asia, Australia, América del Sur y el Medio Oriente. Un relato colonial de Río de Janeiro, Brasil, en 1555 describía cómo el pueblo tupinambá cenaba después de su primer sueño.
Su investigación terminó concluyendo que el método había sido la forma dominante de dormir durante milenios, un antiguo defecto que heredamos de nuestros antepasados prehistóricos. El primer registro que encontró data del siglo VIII a. C., en la epopeya griega La Odisea, mientras que los últimos indicios de su existencia datan de principios del siglo XX, antes de que de alguna manera cayera en el olvido.
En la actualidad
Formas similares de sueño bifásico son evidentes en la sociedad actual, por ejemplo, en culturas que hacen una siesta por la tarde. Nuestro reloj biológico se presta a ese horario, con una reducción del estado de alerta a primera hora de la tarde (el llamado "bajón posterior a la comida").
A principios de la década de 1990, el psiquiatra Thomas Wehr realizó un experimento en el que expuso a un grupo de personas a un fotoperíodo corto, es decir, se les dejó en la oscuridad durante 14 horas todos los días en lugar de 8 horas, durante un mes. Su sueño tardó un tiempo en regularse, pero en la cuarta semana surgió un patrón de sueño distinto de dos fases. Primero durmieron durante 4 horas, luego se despertaron de 1 a 3 horas antes de caer en un segundo sueño de 4 horas. Esto sugiere que el sueño bifásico es un proceso natural con una base biológica.
La sociedad actual a menudo no permite este tipo de flexibilidad, por lo que tenemos que ajustarnos a los horarios de sueño y vigilia actuales. Generalmente se piensa que un sueño ininterrumpido continuo de 7 a 9 horas es probablemente lo mejor para sentirse renovado. Sin embargo, tal horario puede no adaptarse a nuestros ritmos circadianos, ya que nos desincronizamos con el ciclo externo de luz/oscuridad de 24 horas.