Seis semanas. Es el plazo legal fijado por media docena de estados norteamericanos para interrumpir el embarazo. A partir de esa fecha, las mujeres no podrán someterse a un aborto, por más que existan riesgos para la salud de la madre o del hijo, por más que existan malformaciones congénitas, por más que la gestación surja de una violación. Georgia ha sido el último estado en sumarse a la lista, causando gran indignación a lo largo y ancho del país.
Incluida una controvertida protesta.
Sin sexo. La idea la deslizó Alyssa Milano, actriz, el pasado fin de semana: todas las mujeres estadounidenses deberían iniciar una "huelga de sexo" ante la eliminación de sus "derechos reproductivos" y para mostrar su disconformidad con la panoplia de medidas reaccionarias impulsadas por diversos estados. "Hasta que las mujeres no tengamos control legal sobre nuestros cuerpos, no podemos arriesgarnos al embarazo".
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Repercusión. Figuras como Bette Midler o Maureen Shaw, muy reconocidas en Estados Unidos, mostraron su conformidad. "La liberación sexual va de la mano con la autonomía del cuerpo. Nos corresponde a nosotras protegerlo", añadió Shaw. La propuesta de Milano fue recogida por los medios de comunicación, espoleando una conversación de escala global: ¿es una buena idea que las mujeres protejan sus "derechos reproductivos" privando a los hombres del sexo?
Quizá no. Para muchas feministas, no. "Por favor, deja de alimentar la narrativa de que las mujeres son proveedoras y los hombres consumidores de sexo. El feminismo no consiste en chantajear a los hombres con el acceso a nuestros cuerpos", le respondió una usuaria. Jessica Valenti, autora feminista, redundó en la misma idea: "Odio la idea de que no tener sexo es un castigo para los hombres pero no para las mujeres. ¡Me gusta el sexo! ¿Por qué debería quedarme sin él?".
Para Valenti y otras, la "huelga sexual" partía de los mismos ideales regresivos que impulsaron las legislaciones anti-abortistas. "La totalidad de estas espantosas leyes consiste en castigar a las mujeres por disfrutar del sexo no-reproductivo. ¿Crees que quienes ya piensan que las mujeres no tienen derechos sobre su cuerpo van a respetar ahora lo que digan sus parejas?", añadió la escritora Andi Zeisler.
Historia. La propuesta de Milano no es nueva. Aristófanes ya fabuló sobre ella en Lisístrata, comedia en la que las mujeres de un pueblo adoptaban un celibato temporal para detener la guerra. Siglos más tarde, las mujeres iroquesas, privadas de voz y voto en las decisiones bélicas de sus tribus, iniciaron una huelga sexual para ganar poder de veto en cualquier declaración de guerra. Su iniciativa tuvo éxito.
Numerosos colectivos femeninos han adoptado huelgas sexuales a lo largo del siglo XXI. Ya sea en Colombia, en aras de detener la violencia callejera, o en Italia, con objeto de cancelar un peligroso espectáculo de fuegos artificiales, las mujeres han adoptado abstinencias radicales en multitud de ocasiones. Su efectividad, desde Kenia hasta Liberia, ha variado. La idea ha ido ganando apoyos durante los últimos años, gracias a figuras como Janelle Monáe o a la propia Milano.
Regresión. ¿Por qué? En parte, por la creciente penetración del feminismo en la esfera pública. Y en parte, por la oleada de legislaciones restrictivas en materia abortista impulsadas por los sectores conservadores de Estados Unidos. La ley de las seis semanas es un ejemplo de muchos. En el resto de países occidentales, el marco jurídico permite interrumpir el embarazo hasta las 14 semanas (como es el caso de España).
Millones de mujeres, en especial las más desfavorecidas y excluidas de los estados más republicanos, han visto como su acceso a un aborto seguro y gratuito ha disminuido durante el último lustro.
Imagen: Natacha Pisarenko/AP
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