El pasado 4 de enero una cuenta de Instagram titulada "World Record Egg" subió la foto de un huevo y escribió lo siguiente: "Marquemos juntos un récord mundial y obtengamos el mayor número de likes en un post de Instagram, superando al actual poseedor del récord, Kyle Jenner (18 millones)". Diez días después, objetivo cumplido: el huevo, un simple y llano huevo extraído de algún banco de imágenes de Internet, suma 25 millones de likes.
¿Cómo? Acaparando la atención de muchísima gente. El huevo no tiene nada de especial: es color carne, tiene algunas motas marrones y posa sobre un fondo blanco (algo pixelado). En todo momento, la gracia ha consistido en subvertir las normas virales y orgánicas de Instagram. Un ejercicio de autoafirmación colectiva a través de una fotografía de stock. Anoche sumaba 15 millones. En unas horas ha añadido otros diez.
¿Por qué? Porque sí. La cuenta no tiene más contenido (stories repitiendo los memes que se han ido generando por toda la red), pese a que su autor, aún misterioso, afirma ahora que "sólo estamos empezando". Lo que comenzó como un ensayo sobre la dinámica del "like" se ha convertido en un ejercicio de identidad: el nombre de la cuenta ya es "Egg Gang", y sus seguidores pueblan las redes firmando con el hashtag #EggSoldiers.
La perdedora. Es Kyle Jenner. En febrero del año pasado subió una tierna foto sujetando la mano de su hija recién nacida. La viralidad de su figura provocó que reventara el "world record" de likes, marcado por Cristiano Ronaldo en noviembre (11 millones). Desde entonces ni el anuncio de matrimonio de Justin Bieber ni la última foto del controvertido rapero XXXTentacion antes de su muerte le habían hecho sombra.
Hasta que llegó el huevo.
Es normal. En ocasiones, Internet se comporta como una inteligencia colectiva capaz de banalizar cualquier tipo de métrica histórica. Sucedió en Twitter.
En 2017, un adolescente de 16 años preguntó a una cadena de pollo frito cuántos retuits necesitaría para obtener un año entero de pollo frito gratis. "18 millones", respondió Wendy's, la empresa en cuestión. A día de hoy el chaval sólo ha conseguido 3 millones y medio. Suficientes para poseer el récord de retuits durante meses. Este enero, un empresario japonés le superaba (5 millones) ofreciendo dinero a sus primeros 100 retuits.
Quince minutos. Dos redes sociales masivas, dos (casi) récords propulsados por figuras anónimas y sin mayor trascendencia que su carácter viral. Es casi una declaración de autonomía por parte de Internet, de todos nosotros: la dictadura del algoritmo tiene sus límites. En cualquier momento, la inteligencia colectiva puede sortearla.
Seguimos teniendo el control.