Nadie excepto Marcel Duchamp podría haber previsto que el símbolo por antonomasia del mundo banal, del pensamiento gris, de la muerte de la imaginación, podía convertirse en una bella composición artística. Y sin embargo, aquí estamos, anonadados ante el último grito de ingenio de Instagram: una cuenta que recopila los tapices de los asientos de distintos autobuses del mundo y los expone como obras de arte.
El genio de la lámpara: @idontgiveaseat, un juego de palabras que fonéticamente se asemeja a "I don't give a shit", un "no me importa una mierda de manual". Porque es lo que todos pensamos de los asientos de autobús: meh. Son feos, a menudo incómodos, están enclaustrados en una gama cromática que siempre retrotrae a los setenta y los asociamos con horrendos viajes en los que lo único que nos mantiene con vida es la ilusión de llegar a nuestro destino.
Sobre cómo un día Instagram agarró todo esa náusea vital y la convirtió en obra de arte deberían hablar los libros de historia. Algo maravilloso que tanto en cada imagen individual como en el hermoso tapiz que todas las imágenes generan cuando observamos el perfil de la cuenta resulta en una experiencia... singular. Una forma de redimirnos con la pesadillesca naturaleza del autobús regional, con el incómodo ajetreo del bus urbano.
Que la recopilación hable por sí misma. Larga vida al deprimente autobús, es puro arte.
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