Una de las últimas creencias más populares es que muchísimos empleos actuales están en riesgo por culpa de la imparable evolución de la tecnología. La automatización, nos dicen, va a destruir más empleos de los que creará para mantener estos sistemas. Un exdirectivo de McDonalds protesta ante la crecida del coste del salario bruto por hora en Estados Unidos a 15 dólares clamando que a partir de ahora será “más barato comprar un robot que contratar a un empleado”. El Instituto McKinsey Global estimó que el 49% de las actividades laborales van a ser totalmente automatizadas, lo que acabaría de un plumazo con 1.100 millones de trabajadores en todo el mundo.
Las pseudo-IAs que se comieron mis deberes: una reciente investigación periodística del Wall Street Journal ha puesto de relieve la falsedad del estado evolutivo de las Inteligencias Artificiales. Gracias al escándalo de los correos de Google hemos descubierto que cientos de desarrolladores de apps han demostrado que es más barato y más fácil contratar a humanos para actuar como “robots” que crear esos mismos robots que deberían sustituirnos. Expensify, Scale o Edison Software, entre otras, tenían a ingenieros leyendo cientos de miles de correos para responder a emails de forma inteligente, humanos tecleando en tiempo real los recibos que los usuarios mandaban con su teléfono a través de la "tecnología smartscan" para tener estas facturas transcritas. El asistente virtual de Messenger de Facebook son personas de carne y hueso.
Machine learning: muchos de los trabajos que se descubren en esta investigación dependen de un plan mixto. Contratar durante un tiempo a personal para desarrollar la costosa IA hasta que esta sea capaz de caminar por sí sola. La realidad es que muchas de estas empresas podrían no hacer despegar sus IAs nunca, teniendo a personas contratadas en empleos dignos de bots, muy inhumanos.
El diseño ‘Mago de Oz’: como tu empresa aún no ha logrado desarrollar la experiencia del producto final, hace trampas durante un tiempo colocando a empleados humanos a simular sistemas de Inteligencia Artificiales hasta que estos estén completos. Por ejemplo, existirían servicios cuya experiencia con el cliente pase por el audio donde haya contratados humanos que al hablar con el cliente finjan ser deshumanizadas grabaciones robóticas. Ni Westworld lo hubiera hecho mejor.
Del robot al humano: un sector tan industrializado y automatizable como el de la automoción también ha vivido desrobotizaciones. Al instalar las nuevas líneas de producción en las fábricas japonesas de Toyota se crearon puestos para humanos que en otras partes de la nave realizaban máquinas. Se redujo la acumulación de residuos en un 10%, el espacio de la línea de producción y se abarató el coste de algunas partes de los chasis del coche.
El Turco: famoso juguete de Kempelen de mediados del siglo XVIII. Un cubo de madera que se creía que era un autómata o robot capaz de vencer a los mejores jugadores de ajedrez. En realidad se trataba de una ilusión mecánica: dentro de la caja había un experto ajedrecista escondido. Hizo demostraciones por toda Europa y Norteamérica durante 80 años, jugando y venciendo a personas ilustres como Bonaparte o Benjamin Franklin.
Precario, la herramienta más rentable: la fábula de la tecnología puntera destructora de trabajo se topa con un problema: aún a día de hoy para muchas empresas sigue siendo mejor depender de la mano de obra barata en lugar de invertir en costosas infraestructuras de capital. Según un estudio de la revista Technological Forecasting & Social Change, solo el 10% de las compañías estadounidenses que podrían beneficiarse de la automatización con la tecnología actual han optado por ella. En los sectores de baja cualificación y mal remunerados (como son cuidado del hogar, restauración o trabajo manual en fábricas), seguirá siendo más barato contratar a personas y lo será durante muchos años.
Dinamitarlo hasta el final: todo lo descrito no entra en el siguiente nivel, la farragosa cuestión macroeconómica acerca de que una mayor automatización, al generar una competencia brutal a escala mundial, podría destruir los potenciales márgenes de beneficios de sectores completos de la economía. Sin ir más lejos, pensar en lo que le ha hecho Spotify a la industria musical.
No soy un robot: y, en pleno 2018, no te olvides de marcar todas las imágenes correspondientes a señales de tráfico.
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