El impacto medioambiental de los incendios del Amazonas, explicado en un mapa

Arde el Amazonas. Lo que comenzó como un "día de quema" en los estados brasileños de Pará y Mato Grosso, el pasado 9 de agosto, miles de hectáreas son hoy pasto de las llamas en el corazón de la selva tropical más grande del planeta. Las llamas han acaparado la atención de media humanidad por el símbolo medioambiental que representa el Amazonas, pero también por la preocupante tendencia a la que se adscriben: desde que comenzara 2019, el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE) ha registrado más de 72.000 incendios en el interior de la selva. Es una cifra récord, la más alta desde que se tienen registros (2013).

¿Cómo de alta? Un 83% más que en 2018 (el año con menos incendios del último lustro). En 2016, el último pico registrado, se notificaron más de 68.000 a lo largo de todo el año. Según Inpe, sólo en la última semana se han activado más de 9.500 incendios en Pará, Mato Grosso, Rondonia y Amazonas. Números que avalan un problema estructural. El Amazonas es cada década más vulnerable a la deforestación y a las llamas, fruto combinado de la acción humana, mediante la actividad minera, maderera y agricultora; y del cambio climático, en un año récord para la historia humana. Nunca ha hecho tanto calor.

Para entender la escala de los fuegos lo mejor es acudir a las imágenes desde el aire, y en concreto, a los mapas, capaces de condensar información compleja en un vistazo. ¿Cómo hacerlo? Herramientas como Global Forest Watch, de la que hablamos en su momento, ofrecen fotografías globales de fenómenos a largo plazo, pero no son capaces de condensar acontecimientos inmediatos, como el estallido de miles de incendios en la selva. Es complicado datar en tiempo real cuántos árboles o cuántos focos activos hay. Pero no lo es tanto medir sus emisiones de CO2.

Es lo que hace Windy, una herramienta similar a Ventusky que ofrece múltiples capas de visualización del estado ambiental de la Tierra. Una de ellas se consagra a las emisiones de dióxido de carbono en tiempo real (aproximado, eso sí), gracias a las fuentes de información estatales y a los registros de los satélites que orbitan el planeta. El resultado, para la cuestión que nos ocupa, es desalentador. Observar ahora mismo el oeste de Brasil, donde se concentran los fuegos, es mirar fijamente a una mancha negra y roja de alarmante intensidad.

La frontera con Bolivia, uno de los puntos donde más CO2 se concentra.

Apenas hay rincones del planeta donde se esté emitiendo más CO2 en estos momentos. La responsabilidad, al contrario que en China, un sempiterno manchurrón negro fruto de la contaminación y la producción industrial, es de los incendios. Pocas personas viven en estas regiones remotas de Brasil, lindantes con las también deshabitadas provincias amazónicas de Bolivia, Perú o el norte de Paraguay. Naturalmente el mapa queda distorsionado por el efecto de los vientos y de las nubes que ahora mismo recubren parte de Brasil, pero es una buena aproximación.

Otro mapa más concreto sobre el número de fuegos activos es Infoamazonia, un listado cartográfico de las llamas. En el corazón del Mato Grosso, pero también al sur de Pará, donde se reúnen los principales y más preocupantes fuegos. Pero hay muchos más repartidos por toda Sudamérica. Desde Bolivia, donde la situación comienza a ser preocupante, hasta Paraguay, cuyas llamas dispararon los niveles de CO2 en Sao Paulo, a miles de kilómetros del Amazonas. El mapa es más preciso, y útil para entender hasta qué punto las llamas son ubicuas.

Es algo normal, por otro lado. El Congo está siendo arrasado por llamas de igual intensidad que el Amazonas, y el norte de Siberia, en las remotísimas provincias de su extremo oriental, vive una situación parecida desde hace más de un mes. Los incendios son normales en pleno agosto, en especial en el hemisferio norte, pero su escala, frecuencia y permanente escalada durante la última década apuntan a un culpable claro: el cambio climático. Y por extensión al ser humano.

En el Amazonas, además, se juntan otros factores. Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, es un reconocido opositor a cualquier medida que favorezca la conservación del Amazonas. Sus políticas han ido destinadas a favorecer proyectos desarrollistas que amplíen el terreno cultivable y apto para la ganadería y a impulsar misiones que abunden en los muchos recursos mineros y forestales de la selva. El Amazonas está más amenazado bajo su mandato de lo que solía. De ahí que los incendios profundicen en su vulnerabilidad.

El noroeste de Brasil, una enorme mancha negra.
En comparación con el Congo.
Siberia.

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