En lo que podría considerarse un titular eterno, la crisis en Argentina continúa. La progresiva si bien drástica devaluación del peso ha obligado al gobierno de Mauricio Macri a un sustancioso ajuste fiscal que acelere los tiempos y active de forma inmediata el préstamo de 50.000 millones de dólares acordado con el Fondo Monetario Internacional. La receta es simple, y bien conocida entre los argentinos: más impuestos y más recortes. Un clásico de la última década mundial.
¿Cómo? Para Macri el problema es sencillo: necesita reducir el déficit fiscal cuanto antes. Es la prioridad del FMI. Para ello se va a valer de dos instrumentos ancestrales en la economía contemporánea: recortar los gastos de la administración del estado y aumentar la recaudación. Esto último pretende conseguirlo mediante una tasa del 10% a los exportadores. Ante la fuerte devaluación del peso, las ventas al extranjero resultan muy rentables si se consuman en dólares. El estado se quedará al décima parte de cada divisa obtenida.
Por el lado del gasto, el gobierno pasa de tener 23 ministerios a 13. Macri también incluirá ligeros tijeretazos al transporte, la electricidad y la inversión pública.
¿Por qué? Los problemas de Argentina son numerosos, y se arrastran desde hace décadas, pero uno resulta de particular urgencia: se ha devaluado un 16% en una sola jornada, lo que ha obligado a Macri a subir los tipos de interés un 60%. En esencia, la moneda cada vez vale menos para los inversores internacionales, lo que redobla la situación de crisis de la economía local. Las medidas del gobierno argentino prevén una contracción de la economía de hasta el 2% para 2019.
El FMI. Así que pintan bastos a corto plazo para los argentinos, especialmente si pensamos en las repetidas promesas de Macri durante su exitosa campaña electoral. Su equipo prometió no ajustar el gasto público y no subir los impuestos, situación de particular consternación para los principales exportadores del país, los ganaderos (Kirchner bien lo sabe). Es la receta del FMI y el precio a pagar para acceder a una financiación sostenible. Argentina, por sí misma, no llega a fin de mes.
En total, el montante del rescate asciende a 50.000 millones de dólares. Por el momento sólo se activará un tercio del crédito, 15.000 millones, suficientes en el corto plazo para cumplir con las obligaciones del país. Como se apunta aquí, es la tradicional pescadilla que se muerde la cola: Macri aspira a recuperar la confianza de los mercados con medidas incapaces de asegurar el crecimiento de la economía argentina, pero obligadas si se quiere evitar un escenario catastrófico. La austeridad es un salvavidas cortoplacista que impide que los mercados apuesten por el peso.
¿Y ahora qué? Es una crisis monetaria, una crisis financiera, una crisis global de la economía argentina y, por ende, una crisis de gran calado para el gabinete de Macri. Casi tres años después de su toma de posesión y de su campaña exitosa contra el kirchnerismo, Macri se enfrenta a una fuerte reacción callejera que puede minar la base electoral de su gobierno. Argentina tiene poco margen para la esperanza: una vez más dependiente del FMI, su crisis se suma a otras grandes devaluaciones en Turquía, Indonesia o la vecina Brasil. Es una dinámica global.
Imagen: Luis Hidalgo/AP
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