Dos fenómenos contrapuestos han evolucionado y crecido en paralelo desde que la mayor parte de gobiernos del mundo recomendaran o hicieran obligatorio el uso de mascarilla. Por un lado, la abrumadora mayoría, usuaria y entusiasta de la medida. Por otro, una ruidosa minoría, a lomos entre el mero ejercicio de contestación y la abierta paranoia. Los segundos no son tanto un problema de salud pública como un puñado de disidentes que el estado, en plena emergencia, no se quiere permitir.
En especial el estado indonesio.
A cavar. Según The Jakarta Post, las autoridades locales indonesias están experimentando con herramientas coercitivas de lo más imaginativas. Al este de la isla de Java, una de las dos más grandes del país, los gobernantes de Gresik han decidido castigar a los anti-mascarillas cavando tumbas. "Hay solo tres enterradores disponibles ahora mismo, así que pensé que bien podría poner a esta gente a trabajar", explicó uno de los cargos públicos responsables de la idea, quizá ajeno a la ironía.
Es legal. Alarmado por el elevado volumen de indonesios ajenos a la mascarilla, el gobierno la hizo obligatoria en todo espacio público a mediados del verano. Una de las penas contempladas por la nueva legislación pasa por los servicios a la comunidad. Que las autoridades de Gresik han interpretado a su manera, aclarando, eso sí, que los ocho infractores no entran en contacto con los cuerpos (tarea reservada a los profesionales sanitarios debidamente protegidos).
En su lugar, cavan y colocan la base del nicho con tablas de madera.
La llevan. Merece la pena aclarar que la mayor parte de la población indonesia sí lleva mascarilla. Según las últimas encuestas, al menos el 85% la utiliza a diario, un porcentaje muy superior al del 47% de mediados y finales de marzo. En este sentido, la evolución de Indonesia mimetiza a la de otros países. En España, donde es obligatoria en toda circunstancia pública e incluso en escenarios un tanto extraños, como los partidos de fútbol, más del 90% de la población la utiliza de forma regular.
Peculiaridad. No es la primera vez que Indonesia gana interés internacional por sus heterodoxas estrategias contra la epidemia. A principios de este mes, las autoridades de Jakarta, la capital, decidieron concienciar a la población sobre la necesidad de guardar la distancia de seguridad y llevar mascarilla... Con un desfile de enterradores. Varios ataúdes se pasearon por los barrios de la ciudad como un inquietante recordatorio del futuro que le aguarda a parte de la población si las recomendaciones se incumplen.
Movimiento. La de Indonesia es la respuesta más radical y macabra de cuantas hayan ofrecido las autoridades sanitarias al movimiento anti-mascarillas. España, Alemania o Estados Unidos han asistido a manifestaciones denunciando la supuesta tiranía que la obligatoriedad impone. En general, están perdiendo la batalla. Incluso en Estados Unidos, un país donde el propio presidente hizo campaña durante un tiempo contra la mascarilla, su aceptación es ya general.
Para Indonesia la natural aceptación de la medida entre la población no era suficiente. Había que aplicar la máxima de Sergio Leone: "El mundo se divide en dos categorías. Los que llevan mascarilla y los que cavan. Y tú cavas".
Imagen: Amanda Perobelli/GTRES
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