La industria de la marihuana tiene un problema: cultivarla es demasiado contaminante

2018 ha sido un año de éxitos para la industria de la marihuana. A la legalización impulsada por Canadá, segundo país en hacerlo a nivel nacional, hay que sumar movimientos interesantes en el mercado del cannabis. Cada vez más actores e inversores ponen sus ojos en un sector al alza (pequeña burbuja incluida). El crecimiento viene aparejado de retos y obstáculos comunes a casi todos los negocios. Pero hay uno inesperado.

El cambio climático.

¿Qué pasa? Que cultivar marihuana es lesivo para el planeta. Producir medio kilo (en invernadero) equivale a casi dos toneladas de dióxido de carbono, el equivalente a 1.200 kilómetros de circulación de un automóvil. En California, el mercado regularizado más amplio del planeta, el 3% de la electricidad ya va dedicada a la industria de la marihuana. En Denver, capital de Colorado, el estado pionero en la materia, el porcentaje se eleva al 4%.

¿Por qué? Por un lado, los invernaderos dedicados al cultivo dependen masivamente de iluminaciones muy sofisticadas y específicas. Como se explica aquí, una lámpara HID emplea 80 veces más energía que una LED. También hay que sumar el efecto de los humidificadores y de los sistemas de ventilación: las luces generan calor que los productores deben neutralizar si no quieren echar su cosecha a perder.

El resultado: pequeñas (o gigantescas) explotaciones hiperdependientes de un elevado consumo eléctrico. Y hoy por hoy, la mayor parte de la producción energética sigue siendo contaminante.

El reto. A largo plazo es un problema. La industria del cannabis aún está en pañales (Estados Unidos ni siquiera cuenta con una regularización federal). Allá donde sí ha despegado los reguladores comienzan a quebrarse la cabeza para limitar su impacto medioambiental. En Massachusetts, estado que se ha propuesto reducir sus emisiones un 25% para 2020, han comenzado a estudiar como limitar el impacto de la marihuana.

A medio plazo, es probable que observemos a más gobiernos poniendo coto al consumo eléctrico de los cultivos. Para los productores, implicará o bien innovar (utilizar técnicas más sofisticadas y sostenibles) o aumentar gastos (en LED, por ejemplo, más caras).

El interés. Es una paradoja que afrontan numerosos mercados: como sabemos, los estados están interesados en reducir su huella medioambiental. La marihuana ofrece otros puntos interesantes para los gobiernos (empleo, innovación, exportaciones y muchos, muchos impuestos). En plena era de concienciación social sobre los efectos de la contaminación y las emisiones globales, la industria necesita cuadrar el incipiente círculo de su huella medioambiental.

Imagen: Cannabis Tours/Commons

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