Cuando la pandemia abrió una ventana de oportunidad para el trabajo en remoto una ciudad concentró todas las miradas: San Francisco. El área de su bahía, la cuna de la industria tecnológica tal y como la conocemos, se había convertido por entonces en una de las regiones más dinámicas y al mismo tiempo asfixiantes de todo el planeta. El elevado coste vital, el difícil acceso a la vivienda, el auge de los sintecho, los problemas de transporte. Todo convivía junto a sus evidentes beneficios.
De repente, muchos pudieron huir. Y lo hicieron.
Mirada larga. Tenemos un ejemplo en Stripe, una de las plataformas de pagos más populares: si en el primer cuatrimestre de 2019 el 34% de sus nuevos empleados provenían de otros rincones del mundo, en el último cuatrimestre de 2021 el porcentaje había ascendido al 74%. Lo desvelaba ayer su CEO, Patrick Collison. San Francisco y Seattle, el otro gran hub tecnológico de la costa oeste estadounidense, han dejado de ser sus principales proveedores de talento.
Mirada global. Es un cambio drástico. "El ritmo al que la industria tecnológica se está convirtiendo en una industria global está todavía infravalorado", opina Collison. A día de hoy, el 40% de sus nuevas contrataciones proviene de otros países distintos a Estados Unidos. "Silicon Valley fue el lugar en el que debías estar. La sensación ahora mismo es que el lugar en el que debes estar es Internet (es decir, cualquier lugar)", le respondía Brian Chesky, CEO de AirBnb.
En cifras. Su experiencia y visión personal es coherente con los datos. San Francisco ha perdido en torno al 10% de sus habitantes durante los dos últimos años. El precio del alquiler ha caído un 27% y el número de oficinas vacantes ronda ya el 16% del total, cifra nunca vista durante los últimos diez años. Al menos el 63% de las compañías radicadas en la ciudad han recudido o plantean reducir su espacio de oficina, incluyendo a Twitter, PayPal, Pinterest, Stripe, AirBnb o Eventbrite. El flujo de trabajadores tecnológicos (llegadas vs. salidas) ronda el -35%.
Primero aquí. ¿Y a dónde se están yendo? Primero y principal, a otras ciudades estadounidenses más baratas. Austin es la gran beneficiada de la gran relocalización de la industria tecnológica, aunque también Atlanta o San Diego. Esta última es un buen ejemplo del futuro a medio plazo de casi todas las industrias: el salario medio de la ciudad ha crecido un 9% no porque las empresas se hayan trasladado allí, sino por la llegada de trabajadores que ahora disfrutan de condiciones en remoto.
En enero de 2020, las grandes empresas entrevistaban a candidatos provenientes de 2,2 "mercados" (zonas regionales) y 1,4 zonas horarias distintas. En junio de 2021, el número de mercados había ascendido a los 3,4 y el número de franjas horarias a las 1,8. La industria está cada vez más interesada en otros puntos geográficos. Las ciudades pequeñas y medianas también están poniendo de su parte: como vimos, muchas están regalando dinero a quienes decidan mudarse allí.
Luego allí. El siguiente paso es el resto del planeta. Hablamos de ello recientemente a cuenta de Turquía: miles de jóvenes cualificados están huyendo del país sin cambiar de residencia. Trabajan para grandes multinacionales en remoto incentivados por la escalada inflacionaria. Es una ganancia mutua: ellos cobran en dólares sin necesidad de mudarse; ellas, las empresas, reducen sus costes laborales y abren las puertas a una piscina de talento internacional hasta hoy más esquivo.
Sin conformismo. Este reportaje de The Wall Street Journal es ilustrativo al respecto: el teletrabajo ha abierto una "competición nacional" por el talento deslocalizado en el que las pequeñas empresas locales de antaño se ven superadas por el músculo financiero y el atractivo laboral de las grandes tecnológicas. O en palabras de un experto consultado por el FT: "Las empresas han probado lo que significa atraer a talento en un radio superior a los 20 kilómetros. Y ya no hay vuelta atrás".
Cautela. Conviene no dar por muerta a San Francisco, no obstante. La ciudad sigue siendo el-lugar-en-el-que-estar para la mayoría de la industria. Y la inversión no ha decaído, como detallaba hace un año MarketWatch. Simplemente ha cambiado. Alphabet, Meta o Apple han construido allí sus grandes y relucientes nuevas sedes. Huyen las empresas y los trabajadores pequeños, por así decirlo. Silicon Valley es año a año más sinónimo de "Big Tech": ya representan el 40% de su masa laboral. No sólo se quedan, sino que se están tragando la economía de la bahía.
Imagen: Tomek Baginski/Unsplash
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