¿Cuánto dinero tiene Jeff Bezos? Hay una forma muy directa de responder a la pregunta: 181.000 millones de dólares, según Forbes. La cifra es mareante. Al escapar a todas las escalas económicas que la mayoría de los humanos utilizamos en nuestro día a día, cuesta encontrarle sentido y acomodo, un marco referencial en el que comprender su auténtica dimensión. Sucede con otras muchas fortunas. La suya es la más grande, aunque últimamente cierto emprendedor de ideas alocadas le pise los talones.
Otra forma frecuente de explicar la riqueza de Bezos: mediante comparaciones. Por ejemplo, $1,3 millones de su bolsillo equivalen, en relación a su fortuna total, a $1 del estadounidense medio. Es un 48% más rico que la monarquía británica. También tiene más dinero que el PIB total de Ucrania, Marruecos, Ecuador o Eslovaquia. Y gana $2.489 al segundo, mucho más que la mayoría de trabajadores al mes.
Sucede que gran parte de estas comparaciones redundan en conceptos igualmente abstractos, en proporciones macroeconómicas cuya verdadera escala no siempre es comprensible. ¿Cómo entender, pues, la inmensidad de la fortuna de Bezos (a día de hoy, de nuevo y tras sucesivas permutas con Elon Musk, el hombre más rico del mundo según el listado en tiempo real de Forbes; la forma de calcular la fortuna de cada uno es variable en función de dónde tengan invertido su dinero)?
Con granos de arroz, se respondió en su fuero interno Humphrey Yang, youtuber y tiktoker. Yang otorgó un valor de $100.000 a cada grano de arroz. Y a partir de ahí trazó sencillas multiplicaciones para descubrir cuántos granos equivaldrían a la fortuna de Bezos. $1.000 millones, menos de un 1% de su riqueza, se convertía en un hermoso puñado de arroz. Para llegar a los $120.000, Yang necesitaría muchísimo más cereal.
Así que cogió el coche, se marchó a un supermercado, compró dos sacos gigantescos de arroz y comenzó a pesar puñados uno por uno. El resultado final es impactante. Yang creó una respetable montaña de arroz lo suficientemente profunda como para tragarse medio teclado de ordenador. A su lado, los $100.000 originales, e incluso el puñado de $1.000 millones se convierten en sumas ridículas.
El experimento de Yang se viralizó con rapidez por su componente físico. No se trata de difusas comparaciones con el PIB de un país cuya dimensión apenas conocemos, sino de granos de arroz, reales como la vida misma, presentes en las cocinas de todo el mundo. Impacta a primera vista porque conocemos el valor de un puñado de arroz, estamos familiarizados con él. Y Bezos tiene una proporción descomunal de ellos.
De ahí que cuando se desprende de grandes sumas de dinero tan sólo pierda una minúscula proporción de su fortuna. Lo vimos hace algunos días a cuenta de su largo listado de multas de aparcamiento. Durante los últimos tres años acumuló más de 500 sanciones, por un valor total de $18.000. Una suma inasumible para el resto de los mortales, pero que a él le permitió saltarse la normativa a cambio de aparcar frente a su casa.
Sucede algo similar con sus donaciones. El mes pasado anunció que entregaría $10.000 millones a luchar contra el cambio climático, en torno al 10% de su riqueza. Es una suma importante, aunque a día de hoy sus donaciones siguen lejos de las empeñadas por Bill Gates o Warren Buffet, los dos multimillonarios que más dinero entregan a causas (el 2,6% y el 3,9% de su fortuna). Y lo que es más relevante, choca con la gran huella medioambiental de Amazon.
El ejemplo de Bezos es llamativo por lo rápido de su transformación. A finales de los noventa las oficinas de Amazon no era el gigante del comercio en el que se ha terminado convirtiendo, sino un proyecto personal de Bezos cuyas oficinas oscilaban entre lo decadente y lo cutre. Su particular ascenso en un plazo de treinta años ha convertido a Bezos en el paradigma de las riquezas digitales del siglo XXI, y lo ha puesto en el epicentro de la conversación global sobre el 1% y las desigualdades económicas.
Un periodo de tiempo que le ha permitido convertirse en el hombre más rico de su tiempo, y en uno de los más ricos de toda la historia (en términos relativos). O visto de otro modo, en un empresario capaz de inundar tu cocina de granos de arroz.
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