La invasión rusa del Donbás no es una historia nueva. Y puede terminar como Abjasia, Osetia o Transnistria

Vladimir Putin explicó en su discurso de ayer que la Ucrania moderna fue creada en su totalidad por la Rusia bolchevique y recordó que el país vecino se vio entonces beneficiado por "regalos al nacionalismo ucraniano de territorios históricamente pertenecientes a Rusia" como, según él, el caso del Donbás, que fue "incorporado a Ucrania a empellones". Anunciaba así el reconocimiento de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk como estados independientes y firmaba un decreto ordenando al Ministerio de Defensa ruso "garantizar la paz" en ambos enclaves rebeldes enviando a sus territorios tropas rusas.

¿Estrategia o patrón histórico? La agresión militar de Rusia en el Donbás y la anexión de Crimea han galvanizado el apoyo público a las inclinaciones occidentales de Ucrania. Pero el Donbás puede terminar fácilmente como Transnistria, Osetia o Abjasia. Regiones nominalmente bajo un país pero en la práctica independizadas, controladas por una minoría ruso-parlante y apoyadas por el gobierno o las tropas rusas directamente. Una parte desgajada de otro estado, no-países que sobreviven gracias a Rusia.

El Donbás. Esa Ucrania a la que se dirige y pretende salvar es la que se encuentra en el Donbás, mezcla de ucraniohablantes y rusohablantes (98%). Kramatorsk, en la parte de la región bajo control del Gobierno de Kíev, es la capital provisional de la provincia de Donetsk, ya que la ciudad de este mismo nombre permanece en manos de los rebeldes prorrusos.

Los cabecillas de las dos repúblicas separatistas del Donbás, Denís Pushilin de Donetsk, y Leonid Pásechnik de Lugansk, habían solicitado al presidente ruso el reconocimiento de sus respectivos territorios como independientes y suscribir con ellos sendos acuerdos de cooperación militar. Igual que hizo Moscú en 2008 en relación con las dos provincias secesionistas georgianas de Abjasia y Osetia del Sur, en las que inmediatamente fue desplegado el Ejército ruso. O como sucedió en Crimea en 2014.

Abjasia y Osetia del Sur. Los estados autoproclamados independientes de Georgia hace algo más de tres décadas se consiguieron también con el firme apoyo político, económico y militar de Moscú, que mantiene bases en la zona. Ahora convertidos en una pequeña fortaleza, la región tiene su propia pequeña fuerza de seguridad, pero es el servicio fronterizo de Rusia (dependiente del Servicio Federal de Seguridad) quien custodia lo que para Moscú es una "frontera". ¿Idioma? El ruso, claro.

Junto a Abjasia, otra región secesionista georgiana, es uno de los espacios problemáticos heredados de la Unión Soviética. En verano de 2008, tras una operación en Osetia del Sur del entonces presidente georgiano Mijaíl Saakashvili, el ejército ruso intervino en la región y repelió el ataque. Reinaba entonces (como ahora con Ucrania) un clima de tensión con Tbilisi por sus aspiraciones de entrar en la OTAN. La conocida como guerra de los Cinco Días se saldó con más de 600 muertos y con el reconocimiento como Estados por parte de Rusia de Abjasia y a Osetia del Sur.

¿Qué hicieron? Colocaron allí a soldados "pacificadores" (ahora convertidos en soldados acuartelados en bases militares, unos 13.000 entre las dos regiones, según cálculos de Tbilisi) y forzaron la salida de mediadores y observadores internacionales. Pese a los acuerdos, tampoco se permite la entrada de la misión de la EUMM.

La estrategia internacional. Rusia sigue avanzando en su fijación por determinar la orientación exterior del espacio postsoviético. El Kremlin emplea a Osetia del Sur y Abjasia como "punto de apoyo" para tratar de "desestabilizar" Georgia. Osetia del Sur hace años que se blindó y cerró casi todas las vías de entrada desde la línea administrativa de Georgia. Abjasia, en el mar Negro, que se ha convertido en una zona vacacional para los rusos por su buen clima, se cerró casi por completo hace dos. Ambas regiones han aprovechado la crisis del coronavirus para enrocarse aún más.

Transnitria. Lo mismo sucede con esta región. Sus fronteras no aparecen en ningún mapa y sus sellos no sirven para llevar las cartas a ningún lugar más allá de esta franja de tierra, anclada en los albores de la década de los noventa. Ocurrió con la disolución de la Unión Soviética, en 1991, y la independencia de Moldavia, un estado remoto entre Rumanía y la hoy comprometida Ucrania. Moldavia estalló en 1992 en una guerra civil promovida por los separatistas de la región del Transdniéster, que recibieron el apoyo inmediato de los rusos. Tras el conflicto armado, Transnistria se autoproclamó república independiente.

Lugar que oficialmente no existe. No es reconocido por la llamada comunidad internacional. Como en otros casos, la situación bélica en Transnistria fue alentada por Moscú, y la OTAN se lavó las manos. Había pocas ganas de tener problemas con Rusia. La historia recuerda mucho a lo sucedido después en Crimea. De hecho, aprovechando que el Dniéster pasa por Ucrania y la estrategia de Putin, el presidente transnistrio, Yevgeny Shevchuk, llegó a pedir la anexión a Rusia.

Crimea. Por eso hay que volver a este lugar. Al proceso de Rusia para anexionarse ilegalmente la República Autónoma de Crimea, ubicada en el territorio de Ucrania y bajo su soberanía, que comenzó hace nueve años. El país se dividió en dos, pro-Ucrania y pro-Rusia, con las crecientes protestas que comenzaron en Kiev a finales de 2013, cuando el entonces presidente Viktor Yanukovich pospuso la firma del Acuerdo de Asociación con la UE.

La visita del entonces presidente del Parlamento de Crimea, Vladimir Konstantinov, a Moscú en 2014 ayudó al movimiento prorruso a ganar fuerza en la sociedad crimea. Debido a la magnitud a la que llegaron las protestas, el presidente crimeo huyó del país. La llegada de una administración interina prooccidental hizo que los prorrusos aumentaran sus actividades en la península. Pese a que violaba los acuerdos de 1997 y 2010 entre Ucrania y Rusia sobre la posición de la flota rusa del Mar Negro, las tropas rusas se reubicaron en la península. El resultado de un supuesto referéndum celebrado bajo el control total de los hombres verdes fue que Crimea se uniría a Rusia. El 77% de sus habitantes hablan ruso.

La historia se repite, ahora en el Donbás, con una guerra acercándose.

Imágen: Pavlo Palamarchuk/AP

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