¿Molesta o no molesta? ¿Evolución natural de las herramientas del medio o intento algo desesperado por añadir asombro a un arte que va perdiendo su capacidad de fascinar? El de-aging, la técnica digital que permite quitar años a los actores, acaba de recibir un importantísimo espaldazaro. Martin Scorsese, uno de los directores más respetados de la industria, conocido por su amor y respeto al medio, lo ha usado y en abundancia (durante la mayoría de las tres horas y media) para su última película, El Irlandés.
No se trata de un guiño técnico en algún blockbuster superheróico, sino la elección consciente por parte de una de esas películas de prestigio que pretenden pasar a la historia del séptimo arte.
En El Irlandés Robert De Niro, Joe Pesci, y Al Pacino, todos septuagenarios, interpretan a sus personajes a lo largo de casi toda su vida adulta, de manera que tenemos, por ejemplo, a un De Niro treintañero en mitad de la Segunda Guerra Mundial gracias a las artes del equipo de efectos visuales de Industrial Light & Magic.
Es una película sobria, con una violencia muy contenida que carece del glamour que suele darle el director de Uno de los nuestros o Casino, pero que sigue necesitando de algunos momentos de tensión física y, por tanto, de la jovialidad de sus actores.
Los resultados de este trucaje a nivel cinematográfico han dividido a la prensa especializada, y para ejemplo he aquí las respuestas de algunos compañeros.
Te saca y no te saca: la subjetividad de los resultados de El Irlandés
Para Víctor López, periodista cinematográfico en Espinof, no hubo demasiados sobresaltos: “el primer plano de De Niro, cuando va conduciendo el camión, es un shock bastante gordo, pero una vez entras en materia se integra en la narrativa y ni te fijas porque funcionan los personajes y el drama”. Para Mikel Zorrilla, también de Espinof, depende de a qué actor nos refiramos. “Si bien es cierto que el choque es muy grande al ver a Robert De Niro por primera vez, en el caso de Joe Pesci ni me desentonó de entrada”.
Zorrilla alude así a una de las características más llamativas de la película. Sus responsables optaron por un rejuvenecimiento facial de Pesci acorde a su pasado, pero no hicieron esto con De Niro, quien, ojos azules (o verdes, dependiendo del plano) aparte, aparece de joven con unas facciones completamente distintas a las que ha tenido en su juventud, con unos labios más delgados y una mandíbula cincelada.
Jorge Loser, también crítico de cine de esta casa, es menos favorable en su diagnóstico de El Irlandés. “Yo no dejé de notar el píxel y el render aquí y allá. Concretamente el personaje de Pacino a veces llamaba mucho la atención. Es extraño conocer la fisionomía de los actores a aquellas edades y percatarse de que han superpuesto el que tienen ahora a los del pasado. No se trata solo de la forma de moverse y de la interpretación, es incluso la complexión física y la estructura ósea de la cara. Creo que es una tecnología que está muy cerca de poder utilizarse, pero en este caso me sacó de la película en muchas ocasiones y en el caso del cine basado en la interpretación de los actores me deja un poso extraño. El Irlandés da la impresión de ser el reel de prueba de algo que será mejorado en el futuro, y en un film de esta entidad perjudica un poco”.
En esencia, que, pese al avance de esta herramienta, o precisamente por ello, estamos entrando de lleno en la época dorada del uncanney valley del de-aging, algo que podría perjudicar al legado cinematográfico de las obras pioneras de cada técnica, como le pasó a la captura de movimientos de El curioso caso de Benjamin Button o al CGI de las precuelas de la Guerra de las Galaxias.
Javier Ocaña, de El País, señalaba en Twitter recientemente esta misma circunstancia: “un buen actor de 40 años puede interpretar a un anciano con los movimientos del cuerpo. Un señor de 76 años como De Niro se sigue moviendo como un viejo, por mucho que le rejuvenezcan el rostro digitalmente. La paliza de De Niro al frutero en El irlandés es ridícula; es un viejo dando patadas con una cara rara”.
Un Dorian Gray digital: rostros jóvenes, cuerpos viejos y dobles vampirizados
Aunque como decimos, no a todos les ha incomodado. Javier P. Martín, de Ecartelera, nos dice, “me olvidé que se estaba usando en esta película igual que en Capitana Marvel, a eso del tercer plano”. En Capitana Marvel Samuel L. Jackson interpreta a su yo más joven en una cantidad considerable de planos de la película, y es considerado por muchos el ejemplo de mejor uso del de-aging visto hasta ahora. Lo mismo le pasa a Noel Ceballos, de la Revista GQ: "hay ocasiones en las que [este efecto visual] está realmente bien. Mira a Sam Jackson en Capitana Marvel, por ejemplo. ¡Realmente parecía que la había rodado justo después de Memoria letal!”.
“En el cine el maquillaje ha funcionado como una convención", explicaba el mismo Scorsese para la revista Sight and Sound a colación de este debate. "En los filmes antiguos la audiencia aceptaba que alguien llevase el pelo empolvado, o se veía el maquillaje o el bigote de pega. Te dejabas llevar por el truco”. De la misma opinión es Ceballos. “Creo que cada vez estamos aprendiendo más a suspender la incredulidad con el asunto del de-aging”, dice. “Lo mejor es colocar esas preocupaciones al fondo del cerebro cuando empieza el rejuvenecimiento digital, aceptar que De Niro nunca fue así de joven y abrazar el artificio. Igual es porque soy raro, pero casi prefiero los maquillajes excesivos que Clint Eastwood usaba en películas como J. Edgar. Eran casi del teatro kabuki”.
Paradojicamente Scorsese alude como ventaja de la herramienta precisamente eso que hemos visto que chirriaba a algunos de los críticos: “con este efecto visual el director y el actor tienen un mejor control de la interpretación, se añaden capas en lugar de limitar la actuación”, afirma el director. El pesado maquillaje que se usa para estos cambios de edad actualmente, justifica, hace que los actores realicen un repertorio de expresiones más reducido, mientras que con los VFX cada movimiento se puede trastocar hasta la extenuación. No se sabe entonces si esa pesadez anciana de los gestos de De Niro en las escenas de acción fueron una decisión activa y consciente o un inconveniente de usar al respetable actor tanto para la actuación facial como corporal.
Lo que es seguro es que podrían haberlo evitado. Otro caso reciente y conocido fue el de la recreación de Rachel para la secuela de Blade Runner. La famosa actriz Sean Young, que encarnó originalmene a Rachel, guió a una actriz joven en el rodaje de Blade Runner 2049 para la escena de su reaparición. Posteriormente se cambió su rostro por otro de CGI que imitaba las expresiones de Young en el clásico de culto de Ridley Scott.
Scorsese podría haber elegido esa actuación dividida y después ensamblada para hacer una correspondencia de la edad física del personaje con la que la película nos cuenta, aunque es posible que no quisiera optar por una técnica tan invasiva y que podría desconcentrar a los actores principales, ya que en las entrevistas parecen insistir en lo agraciados que estuvieron de sólo tener que llevar unos pequeñísimos puntos de captura de movimiento en sus caras mientras rodaban de forma normal cada escena. Samuel L Jackson para Capitana Marvel tampoco requirió de un doble corporal.
Además, parece que el director está encantado de haber logrado eso, que el mismo ser humano, en este caso De Niro, Pacino y Pesci, se interpreten a sí mismos más jóvenes con un rostro más joven, cuando en cualquier otra circunstancia lo natural hubiese sido contratar a un actor más joven con cierta semblanza que imitase su lenguaje corporal. En el cine la convención nos dice que un actor maduro puede retroceder en el tiempo unos veinte años con maquillaje que disimule las arrugas y algún detalle más, pero no es creíble ir más allá porque la estructura facial ya no es la misma. Avejentarse es añadir capas y por tanto prótesis, pero los actores no pueden reducir el tamaño de sus rasgos.
Paradójicamente, y como otros han señalado, De Niro se ganó su primer Oscar haciendo precisamente eso que ahora con El Irlandés ningún aspirante ha podido hacer: encarnar una versión joven del mafioso Vito Corleone, que interpretaba Marlon Brando de más entrado en años, para la segunda parte de El Padrino. Si Francis Ford Coppola hubiese contado con la tecnología del de-aging hoy en día, ¿hubiésemos tenido una de las actuaciones más memorables del cine de gángsteres de todos los tiempos? ¿Cómo habría cambiado esto la carrera de De Niro? ¿Cuántos jóvenes actores nos perderemos ahora si el de-aging se impone?
“Esta es la primera vez que se usa [al menos de una forma tan intensa, hemos de decir] y está el tema del coste de producción, pero creo que cuando más se use más se abaratartán los costes”, sentencia Scorsese.
Un futuro de humanos licenciados
Con ese último apunte del director es imposible no pensar en hacia dónde está yendo la otra parte de la conversación cinematográfica sobre el futuro de la técnica del de-aging. Un equipo va a devolver a la vida al mítico actor James Dean, quien sólo grabó tres películas (y todas de culto) en los años 50 antes de morir. Detrás de esta noticia, que muchos han tildado de "truco publicitario" (de momento la película no parece tener mucho más interés que esa confirmación de ultratumba), se ha abierto la caja de pandora de los derechos de imagen de los muertos, un debate ya explorado aquí y aquí, y el futuro de la interpretación.
Como ya predijo The Congress, en un mundo que rinde culto a la fama y a la nostalgia, parece sólo cuestión de tiempo que los grandes estudios tanteen la posibilidad de incorporar a su elenco de actores a unos que sean permanentemente jóvenes, siempre exitosos y que nunca más protagonizarán escándalos mediáticos. Como explicó Anthony Mackie, los actores de carne y hueso ya están perdiendo relevancia frente a personajes de franquicias.
"Las precuelas de Star Wars y volver a ver a la Leia que conocíamos, joven y lozana frente a la señora de la última trilogía... el caso de Kurt Russell en Guardianes de la galaxia 2.... es una vampirización de la persona actual que a poco que se piensa da un poco de miedo, porque dice muchísimo de los espectadores. No digamos las necrofilias digitales", dice Jorge Loser.
Su opinión concuerda con la del resto de entrevistados. Noel Ceballos apunta a que "siempre nos vamos a imaginar al pobre actor aspirante que ha cobrado en cacahuetes para que después el equipo de CGI ponga la cara de un icono muerto sobre la suya". El límite ético actual se fija en el consentimiento: "siempre que el actor o actriz esté conforme, me parece todo bien, independientemente del resultado estético y de lo que te saque de la peli", dice Ceballos. Javier Martín, además, señala que ese fetiche por iconos pasados puede luego no ser correspondida por la taquilla: "igual que han fracasado Los Ángeles de Charlie y Men in Black nadie va a ver la película 'protagonizada por James Dean'. Es solo una señal más de la actual monetización enloquecida de la nostalgia en Hollywood".
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