En un mundo obsesionado con la riqueza y sus multimillonarios, Jack Ma era objeto de una extraña fascinación. La historia del discreto profesor de inglés que tuvo una idea estupenda y la condujo a la cima del capitalismo global maravilló a propios y extraños. A los primeros porque evidenciaba la competitividad y el éxito del modelo económico chino; a lo segundos porque apuntalaba el relato sobre los emprendedores y las oportunidades que la economía globalizada ofrecía al hombre común.
Con el viento a favor, Ma se convirtió en la persona más rica de China. Hasta ahora.
La caída. Tras encabezar durante dos años consecutivos la lista Hurun, el equivalente chino a la lista Forbes, Ma ha caído a la cuarta posición en 2021. Su lugar lo han ocupado empresarios mucho menos carismáticos fuera de China: un fabricante de botellas de agua (Zhong Shanshan, CEO de Nongfu Spring); el fundador de un conglomerado tecnológico (Pony Ma, CEO de Tencent Holding) y el ideólogo del e-commerce más próspero del país (Collin Huang, responsable de Pinduoduo).
Jack Ma sigue siendo absurdamente rico (Forbes le estima una fortuna de €40.000 millones), pero ya no es el niño mimado de China.
El motivo. Todo milmillonario lo es en base al valor de sus inversiones, de las acciones que posee. De ahí que estos listados sean tan volátiles; no es que Bezos y Musk suman o resten mes a mes gigantescas cantidades de dinero líquido en sus cuentas corrientes, es que sus inversiones han funcionado mejor o peor. La misma lógica aplica a Ma. Alibaba y Ant Group llevan meses siendo objetos de escrupulosas investigaciones por parte de las autoridades chinas, rumores de "intervención" mediante.
Hay miedo sobre su futuro una vez Ma ha perdido el favor del gobierno. Lo que ha paralizado su crecimiento y, en consecuencia, la riqueza de Ma. Ha crecido un 22% de un año para otro, lo cual está muy bien... Si obviamos que las de Pony Ma y Huang lo han hecho un 70% y un 283%.
El contexto. Lo abordamos hace algunos meses en este artículo. El origen inmediato de las desgracias de Ma se remonta a un discurso del pasado octubre en el que criticaba con dureza tanto a los reguladores estatales como al sistema bancario. Ma preparaba por aquel entonces la entrada en bolsa de Ant Group, estimada en unos €30.000 millones, una de las cantidades más grandes jamás previstas para este tipo de operaciones. Ant funcionaba (y funciona) como un sistema de intermediación de pagos en comercios electrónicos y como un proveedor de servicios financieros (fintech).
La reacción. Aquellas palabras colmaron la paciencia de Pekín. El gobierno paralizó la IPO e inició una investigación sobre el conglomerado de Jack Ma, tanteando regulaciones muy duras para limitar el campo de acción de Ant en materia financiera. Ma pasó algunas semanas lejos del foco mediático, espoleando toda clase de rumores, y no ha tenido más remedio que plegarse a la presión del partido. Hoy el regulador prepara una reforma que limitaría enormemente el modelo de negocio de Ant, al obligarle a cofinanciar sus préstamos con la gran banca china.
En la práctica, Ant, que no es un banco, ya no podría financiar sus operaciones a través de pequeñas entidades regionales, reduciendo su capacidad para negociar acuerdos ventajosos gracias a su posición dominante en el mercado. China se excusa en un inquietante crecimiento de los impagos en los créditos y a suspicacias antimonopolio. En la práctica, el movimiento busca proteger a la gran élite bancaria del país, más próxima a los centros de control del partido que un verso libre como Ma.
La lectura. La resume este artículo del Financial Times. El auge y caída en desgracia de Ma, de hombre más rico y exitoso de China a un enemigo de las autoridades, revela las contradicciones del modelo económico del partido comunista. Su crecimiento ha dependido de figuras impulsivas y audaces como Ma, tanto para propulsar su economía como para generar un ecosistema de control político muy dependiente de la tecnología. Pero ahora se ha topado con la horma de su zapato: Jack Ma era demasiado grande, demasiado poderoso, para la estabilidad del sistema establecido.
Imagen: Andy Wong/AP
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