Exigirá un "peaje" de 2.000 yenes por ascender por el sendero Yoshida, usado por el 60% de los visitantes
Las autoridades han decidido aplicar también un límite máximo en la ruta: 4.000 personas diarias
"Esto es como Disneyland, hay demasiada gente". La frase es de Tomoyo Takahashi y aunque por su tono y contenido bien podría referirse a un nuevo parque de atracciones, una playa concurrida o algún gran icono turístico europeo, como la Torre Eiffel o la Sagrada Familia, sus quejas sobre la masificación se centran en otro punto bien distinto: el monte Fuji, el pico de 3.776 metros convertido en símbolo nacional de Japón y que desde 2013 cuenta con el reconocimiento de la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
A pesar de que coronar el Fuji no está al alcance de cualquiera, Japón ve desde hace años cómo la montaña sufre los efectos de una turistificación descontrolada, lo que se traduce en hordas de visitantes, toneladas de basura e incluso llamadas para rescatara montañistas que, en ocasiones por ir mal vestidos o sin el entrenamiento suficiente, sufren mal de altura e hipotermia.
Ahora Japón ha dicho basta. El país limitará el número de quienes ascienden al monte Fuji y ha decidido además empezar a cobrarles en cuanto arranque la temporada de escalada, el próximo verano.
Si subes, pagas. Esa es en esencia la política que han decidido aplicar a partir de ahora las autoridades niponas en el monte Fuji. Aunque con matices importantes. Lo que ha acordado por unanimidad la asamblea de la prefectura de Yamanashi es exigir un peaje de 2.000 yenes, unos 12,3 euros, a quienes quieran ascender al Fuji desde el sendero Yoshida. La decisión es importante porque esa ruta es una de las más populares para los visitantes, sobre todo porque puede accederse a él con facilidad desde Tokio.
Más allá de las donaciones. La BBC estima que a día de hoy el 60% de los escaladores que se acercan al Fuji optan por Yoshida. Quienes quieran esquivar el pago podrán usar aún otras tres rutas localizadas en la prefectura vecina de Shizuoka y que, al menos de momento, siguen siendo gratuitas. Hasta ahora a los escaladores se les pedía únicamente una donación de 1.000 yenes (6,14 euros), una aportación voluntaria y con la que no todos cumplían.
"No todo el mundo la paga y eso me entristece. Debería haber una tarifa de acceso obligatoria mucho más alta para que solo vengan visitantes que realmente aprecien el patrimonio del Fuji", explicaba en septiembre a la CNN Tomoto Takashi, que trabaja en la conservación del monte. Parece no haber sido el único con una idea similar en Japón. A partir del 1 julio entrará en vigor la nueva norma decretada por las autoridades de Yamanashi, lo que no quita que los funcionarios sigan pidiendo la donación de 1.000 yenes para el mantenimiento y conservación de la montaña. Eso con independencia del nuevo peaje obligatorio de 2.000 yenes.
Guerra a la masificación. La tasa de 2.000 yenes no es la única novedad de la ordenanza aprobada en Yamanashi. La prefectura también quiere combatir la masificación del sendero Yoshida aplicando un límite estricto al número de escaladores. Su tope estará en 4.000 diarios. Y con letra pequeña, además. Para evitar las conocidas como "bullet climbs", un reto que consiste en coronar la cumbre sin descanso, las autoridades no permitirán el acceso entre las cuatro de la tarde y las tres de la madrugada. Japan Times precisa que la normativa prevé excepciones en ciertos casos, como con los visitantes que se alojen en refugios.
"Una tarea urgente". El entrecomillado es del gobernador de Yamanashi, Kotaro Nagasaki, y refleja cómo ven la situación del monte Fuji las autoridades del país: “Mantener bajo control el número de escaladores es una tarea urgente, ya que experimentamos una masificación”. Los datos desgranados por los medios nipones muestran que solo el verano pasado el Fuji atrajo a más de 220.000 escaladores, un número muy similar al registrado antes de la pandemia.
Otras fuentes apuntan que el número de turistas anuales del Fuji se duplicó entre 2012 y 2019, hasta alcanzar los 5,1 millones. Sobre el terreno, eso se traduce en hordas de turistas y los problemas que ocasionan. Tanto para la montaña como para las autoridades locales encargadas de su gestión y conservación.
Solo en 2023 la policía de la prefectura de Shizuoka recibió 61 llamadas de rescate, la mayor parte para auxiliar a escaladores que habían sufrido mal de altura, hipotermia o no iban lo suficientemente equipados para ascender el Fuji. "Tras las restricciones del COVID, empezamos a ver a más gente. Queremos que se vistan de forma apropiada para la montaña y que estén bien preparados", relata a la AFP Toshiaki Kasai, funcionario local. Otros, como Rasyidah Hanan, excursionista malasio, confesaba que durante el ascenso se había encontrado con gente vestida “con ropa muy ligera” y mal preparada, por lo que acababa enfermando.
Toneladas de basura. El otro gran problema es la enorme presión que ese flujo constante de turistas ejerce sobre la montaña, su entorno natural e incluso las instalaciones médicas abiertas para los visitantes. "El exceso de turismo, y todas las consecuencias posteriores, como la basura, aumento de emisiones de CO2 y excursionistas imprudentes, es el mayor problema que enfrenta el Fuji", reflexiona Masatake Izumi, otro funcionario de la prefectura de Yamanashi. Una de las consecuencias de la masificación son los atascos en los senderos de la montaña, lo que ocasiona a su vez descontento entre los escaladores.
Sobre la basura y desperdicios que esa avalancha de excursionistas genera, la CNN aporta un dato clave. Entre 2004 y 2018 la organización sin fines de lucro Fujisan Club, un colectivo dedicado al cuidado del monte Fuji, realizó 992 actividades para limpiar los alrededores de la cumbre. Su balance es sorprendente, sobre todo tratándose de un entorno natural reconocido desde 2013 como Patrimonio de la Humanidad: retiraron 850 toneladas de desperdicios. En 2023 empezaron a peinar la zona con bicis eléctricas y cámaras especiales para controlar la basura.
Imágenes | ブローディ (Flickr), Marufish (Flickr)
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