Japón tiene nueve millones de casas vacías (akiya), una crisis muy particular cuyos números no auguran nada bueno en el futuro cercano. Para que nos hagamos una idea, suponen actualmente casi el 14% de todas las viviendas del país. Otro ejemplo que expone la magnitud: si diéramos por bueno que en cada una de las viviendas pueden residir tres personas, serían suficientes para acoger a casi toda Australia. El problema está llegando a todo el parque inmobiliario nipón.
Devaluación de la propiedad. Un informe de investigación del Consorcio Japonés Akiya, un grupo de 14 empresas y una institución de investigación que tiene como objetivo abordar el problema de las casas vacías, estima que el mercado inmobiliario del país sufrió pérdidas de unos 24.700 millones de dólares en los últimos cinco años debido a la caída del valor de las propiedades de las viviendas cercanas a estos edificios abandonados y casas vacías.
Terrenos y edificios. El estudio expone que los precios de la tierra para propiedades dentro de un radio de 50 metros alrededor de una akiya no para de caer. Datos que no hacen más que subrayar la magnitud de un problema que está alimentando un círculo vicioso de caída de precios y más propiedades sin vender.
Por si esto fuera poco, Nikkei explica que en el caso de los condominios abandonados, la falta de propietarios puede significar que se retrasen los pagos de las tarifas de administración y reparación, lo que reduce el valor de los activos de todo un edificio.
Factores y condicionantes. Varios. El primero, la pérdida de atractivo de la zona. A los compradores potenciales les preocupa por la sensación de inseguridad, pero también por temas como el crecimiento excesivo de la vegetación y/o las plagas que generan las casas abandonadas.
Esta casa es una ruina. Hay un riesgo inherente en construcciones tan antiguas. Estas casas también plantean graves riesgos para la seguridad, ya que hablamos en muchos casos de propiedades que llevan tiempo sin mantenimientos mínimos. De hecho, en la investigación se apunta como ejemplo la posibilidad de derrumbe en caso de terremotos, deslizamientos de tierra o condiciones climáticas extremas.
Ni aunque la quieras. Incluso si alguien quisiera hacerse con una akiya, para reformarla o demolerla y hacer una nueva sobre sus cimientos, en muchos casos se encuentra con la imposibilidad de dar con el propio dueño. No son pocos los casos donde los descendientes no viven en la zona porque se han mudado o simplemente nadie los encuentra. En este punto, el conjunto de casas vacías conforma esos “pueblos fantasma” en las prefecturas rurales de Japón que tanto ahuyentan a las familias jóvenes.
Incentivos para atajar la hemorragia. Ante este panorama, las instituciones están tratando de ofrecer incentivos. El gobierno japonés ha llegado a ofrecer viviendas baratas de 500 dólares y desgravaciones fiscales, todo con el fin de atraer a los residentes a trasladarse de las zonas urbanas a los pueblos rurales. Y no solo nacionales. Los extranjeros se han sumado a los acuerdos, adquiriendo grandes propiedades a precios bajos y renovándolas para convertirlas en las casas de sus sueños o, en su defecto, en casas vacacionales para alquilar debido al boom turístico que vive el país.
Airbnb al rescate. Nikkei contó en noviembre que Airbnb quiere asociarse con los gobiernos locales para alentar a los propietarios a renovar sus casas abandonadas con el fin de que puedan usarse como atracciones turísticas. Según el director de la compañía en Japón, Yasuyuki Tanabe, "puede ser una buena fuente de ingresos después de que la gente se jubile a medida que nuestra vida se alarga. Si los propietarios de los activos inactivos los renuevan y los convierten en alojamiento, esa sería una solución".
De fondo: la demografía. No es nuevo, ni mucho menos, pero no se puede obviar una de las razones que explican esta crisis de las viviendas vacías en todo el país. Seguramente, el fenómeno Akiya no sería igual sin la crisis demográfica de Japón. Mientras el país envejece y pierde población, se incrementan el número de viviendas vacías y/o abandonadas, y las perspectivas no son mejores, con estimaciones que hablan de un final de siglo con 53 millones de personas viviendo en el país, es decir, menos de la mitad de los 128 millones de 2017.
Imagen | Bo Nielsen, Muyo
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