No eran imaginaciones nuestras. Los periodistas de los medios canadienses CBC y Toronto Star han llegado hasta el final. Se infiltraron en una convención en Las Vegas en la que se hicieron pasar por revendedores. ¿Resultado? Un tejemaneje descarado: “Ticketmaster y su empresa matriz Live Nation Entertainment han cometido prácticas comerciales desleales y se han enriquecido de forma injusta”. Al menos en Estados Unidos está claro que trabajan mano a mano con los revendedores, hasta el punto de que organiza encuentros con ellos, publica manuales de prácticas para revendedores, fomenta el uso de softwares que han desarrollado para que puedan comprar miles de entradas de golpe (TradeDesk) e incluso ofrece programas de recompensas para los revendedores profesionales asociados, que reciben más dinero si aumentan sus ventas. https://www.rollingstone.com/music/music-news/senators-ticketmaster-live-nation-ceo-729170/ y Canadá ya han demandado a la corporación.
La bolsa: para muchos, el trabajo de revendedor no tiene nada que ver con el arte u otras hierbas, por eso en los mismos encuentros a los revendedores se les llama “brokers”, simplemente especulan con bienes que adquieren en lotes y que esperan tengan unos beneficios determinados en el mercado secundario. Una entrada para U2, de 190 a 900 euros. Un concierto de Madonna tal vez 500 por estar a pie de pista.
Y el scalping: término bursátil, es la técnica de comprar cientos de entradas con bots y otras herramientas que se pasan los límites de adquisición por persona en cuestión de segundos. De ahí los quebrantos de los fans que vemos cada cierto tiempo, cuando el sueño de ver a su estrella favorita se desploma en menos de un minuto.
Pero, ¿por qué no valen más las entradas normales? Parece una simple distorsión de la clásica norma de la oferta y la demanda. Una vieja regulación española del año 82 (y que se presenta en prácticamente todo el resto de países) limita el precio que debe tener una actuación popular. Por eso también esos supuestos impedimentos que debería tener la reventa (el clásico un boli y gratis un ticket para Taylow Swift) que no se aplica en la distribución online, resquicio del que se aprovechan ahora los Ticketmasters para reivindicar su espacio. Porque sí, también ellos tienen parte de esos grandes espacios de reventa, del que sacan una parte. Ejemplo: entrada para ver a Beyoncé en taquillas o Ticketmaster, 52 euros. Precio en el mercado de reventa Seatwave, 250 euros. Beyoncé recibe sólo el porcentaje de los 52 euros iniciales, Live Nation una comisión del 10% la compraventa en ambas plataformas y los especuladores el resto. Curiosamente las webs de reventa suelen tener el domicilio fiscal fuera de España, con lo que su información tributaria no es tan rastreable y sus obligaciones fiscales se eluden con facilidad.
"Es enfermizo pensar que desviamos entradas para la reventa". Lo más indignante es que Ticketmaster lleva años defendiendo con ahínco sus buenas prácticas. Se escudan en el error en el que caen los fans indignados. Muchos, al ver que las entradas desaparecen al cabo de segundos, suponen que Ticketmaster desvía automáticamente las entradas normales a las páginas de reventa, pero como hemos explicado, los brokers son el intermediario útil para Ticketmaster.
Ed Sheeran paladín en favor de los fans: la persona viva que más discos vende ahora mismo a nivel mundial está harto de Ticketmaster y ha puesto soluciones: entradas que se compran de manera nominal desde una página propia que limita la reventa, cosa que ha sido recibida con entusiasmo por sus seguidores. No es el único: muchos llenaestadios llevan tiempo tanteando sistemas de venta propios donde, por ejemplo, se crean colas virtuales de compra donde cada usuario debe demostrar no sólo que no es un robot, sino que es un auténtico fan. Compartir sus canciones en Facebook, dar likes en Instagram y similares.
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