Jonah Lomu, la fuerza de la naturaleza que cambió el rugby para siempre

Hace no demasiado, Jonah Lomu observaba en primera persona cómo Nueva Zelanda, la Nueva Zelanda con la que tantas veces la gloria le fue esquiva, se alzaba con su tercera corona mundial de la mano de una generación de jugadores quizá sin igual en la historia del rugby. Allí, en un extremo del campo, Lomu podría haberse fijado con especial atención en Julian Savea, un alero izquierdo, con el 11 a la espalda, que en tantas ocasiones parecía su reencarnación sobre el campo.

Savea, un producto del rugby moderno, no sólo se asemejaba a Lomu, sino que le debía todo. Dos décadas atrás, en el Mundial de Sudáfrica de 1995, Lomu había transformado su deporte. Hoy, 18 de noviembre de 2015, Lomu ha fallecido. Ha dicho adiós la mayor estrella de la historia del rugby.

Para entender por qué Jonah Lomu es tan importante, sólo hay que ver este vídeo:

La acción transcurre en Ciudad del Cabo, durante la primera parte que enfrenta a Inglaterra y Nueva Zelanda en las semifinales del Mundial de 1995. En ese momento, Lomu es un joven alero all black que apenas supera los veinte años de edad y que se levanta casi dos metros por encima del suelo, superando los 100 kilos de puro músuclo. Cuando recibe un mal balón en su franja de terreno, Lomu lo recoge, se da la vuelta y comienza a correr. Durante su camino, se escapa de Tony Underwood y Will Carling, y pasa por encima de un impotente Mike Catt antes de anotar el primer ensayo.

Una obra de arte.

Lomu anotaría tres ensayos más, mostrando una superioridad física abrumadora. Nueva Zelanda se impondría a Inglaterra y, pocos días después, jugaría su segunda final. Cualquier aficionado al rugby o cualquier persona que haya visto Invictus sabe lo que sucedió después: ni Lomu ni Nueva Zelanda pudieron imponerse a Sudáfrica, su rival histórico, en un momento en el que el país comprendía que necesitaba curar las heridas del apartheid para seguir adelante.

Lomu, del amateurismo al profesionalismo

A inicios de la década de los '90 y con más de cien años de historia a sus espaldas, el rugby era uno de los pocos deportes del mundo que, a las puertas del siglo XXI, aún no había abrazado el profesionalismo. La mezcla de reverencial tradición y elegancia mística que define y ha definido al deporte (por fortuna), no aceptaba una transgresión que, a finales del siglo XIX, había provocado una dolorosa escisión entre el rugby union y el rugby league. Pero el debate era inevitable.

El rugby necesitaba abrazar el profesionalismo para continuar siendo atractivo, pero había reticencias. Lomu logró acabar con ellas

Si el rugby quería continuar siendo atractivo para el resto de espectadores del mundo, necesitaba cambiar. Hacerse profesional. Menos de dos meses después de finalizar el Mundial de Sudáfrica y de las innumerables exhibiciones de Jonah Lomu, la International Rugby Board sancionaba el profesionalismo por primera vez desde su fundación, y permitía a clubes y jugadores ofrecer salarios y cobrar sueldos a cambio de su desempeño exclusivo en el terreno de juego. El rugby entraba así en la modernidad, y permitía explotar todos sus recursos, y toda su espectacularidad.

Después del Mundial de Sudáfrica y tras sus impresionantes exhibiciones, que aumentaron la audiencia y beneficios, el amateurismo era cosa del pasado

Lomu por sí mismo no logró zanjar el debate, ni introducir el profesionalismo, pero sí abrir los ojos de muchos aficionados y autoridades aún reticentes. Su aparición en el Mundial de Rugby supuso un seísmo: tras él, tras sus impresionantes carreras sorteando defensores, los aficionados sólo querrían más Jonah Lomus. Jugadores capaces de resistir mejor el empuje de los zagueros, de correr más rápido, de ser más fuertes, de anotar más ensayos, de ofrecer un mayor espectáculo.

Con las audiencias y los beneficios triplicados en la tercera Copa del Mundo organizada por la IRB, ni siquiera los más reticentes dirigentes del rugby inglés, sin duda el más apegado a los principios clásicos del amateurismo, se pudieron oponer a la entrada de capital. El futuro ya era del profesionalismo. En un contexto en el que todos los deportes se modernizaban, aceptaban el dinero de las televisiones, el libre intercambio de jugadores comunitarios, la participación de profesionales en los JJOO, y el alto rendimiento deportivo, ¿qué podía hacer el rugby? ¿Quedarse atrás en la oferta?

Era un suicidio. Y Lomu se convertiría en su bandera.

La derrota en Gales y el fin de su carrera

Cuatro años después de caer derrotados ante Sudáfrica, Nueva Zelanda acudía a Gales para obtener de una vez por todas su segundo centro mundial. Al igual que en las tres ocasiones anteriores, los all blacks se quedarían a las puertas. Aunque esta vez un poco antes: ante Francia en semifinales, tras una memorable remontada del conjunto galo y pese a los dos ensayos de Lomu, que en 1999 fijaría el récord absoluto de ensayos en la historia de los mundiales: 15 (igualado por Bryan Habana este mismo año, aunque en más participaciones).

Lomu, aún joven pero renqueante por culpa de un síndrome nefrótico, no lograría participar en el Mundial de Rugby de 2003, que coronaría a Inglaterra. Su historia en los all blacks se había terminado un año antes, para su pesar y para el de todos los aficionados al rugby. Para entonces, Lomu, con tan sólo dos participaciones en los mundiales, había hecho historia, y se había convertido en uno de los iconos más emblemáticos de su generación y del rugby.

Lomu abandonaría el rugby al más alto nivel de forma prematura: un síndrome nefrótico le apartaría de los all blacks y de más mundiales, mermando sus capacidades

El resto de su carrera deportiva no estuvo al mismo nivel por culpa de la enfermedad. Lomu trataría de seguir jugando y de obtener contratos profesionales para la Super 14, la máxima competición rugbística en el hemisferio sur, sin éxito (como tampoco obtendría éxito alguno intentando volver a jugar una Copa del Mundo). Se retiró de forma definitiva en 2010. A día de hoy, sigue siendo el jugador neozelandés más joven en debutar con los all blacks, con 19 años. También es su bandera y su jugador más memorable (aunque no el mejor ni el que más ensayos ha anotado).

Descanse en paz.

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