Primer día, primera confirmación ministerial: Josep Borrell acaba de aceptar hace escasos minutos el ofrecimiento de Pedro Sánchez para situarse al frente del Ministerio de Exteriores. Culminará así un improbable resurgimiento en la esfera pública tras ganar (y al mismo tiempo perder) las primarias originales de la historia de la democracia española, presidir el Europarlamento, y retirarse provisionalmente de la vida política. Dos décadas después, Borrell es, otra vez, el hombre de moda.
El "loser" original. La fecha es 1998: por aquel entonces, un PSOE descabezado y aletargado tras la victoria electoral de José María Aznar se propone romper con el felipismo y elegir a un relativo outsider como candidato a la Presidencia del Gobierno. Aquel hombre era Josep Borrell, relevantísimo Secretario de Estado de Hacienda y Ministro de Obras Públicas durante los años tardíos de Felipe González en la Moncloa. Su victoria fue un hito: no sólo ganó las primeras primarias realizadas jamás tras la Transición, sino que lo hizo frente al aparato del partido.
Un año después, sin embargo, Borrell dimitía.
La derrota de Borrell. Sin el apoyo del Secretario General y a la postre candidato definitivo, Joaquín Almunia, y ante la abierta hostilidad de la plana mayor socialista, Borrell hizo las maletas y anunció su dimisión una tarde primaveral de 1999. Un escándalo de corrpución que involucró a dos de sus colaboradores colocó la puntilla a su tedioso y tortuoso camino como candidato socialista: mucho antes de enfrentarse a Aznar, Borrell tuvo que hacer frente a las trampas de su propio partido.
¿Por qué? En parte, por su carácter político. Borrell representaba cierto punto y aparte con la soberbia y el control centralizado del partido ejecutado por Guerra y González durante décadas. Los guiñoles, célebremente, le bautizaron en boca de González como "el niño repelente". Sin embargo, logró encandilar a las bases y situarse como una alternativa válida no sólo a Aznar, sino al desgastadísimo proyecto felipista, que por aquel entonces amenazaba con regresar.
Camino al mito. No es casual que Borrell fuera uno de los pocos dirigentes socialistas históricos que mostraron su apoyo público a la causa de Pedro Sánchez: ambos se enfrentaron a la hegemonía del aparato socialista, pero sólo uno triunfó. En muchos sentidos, Sánchez es la epopeya inacabada de Borrell, el camino del héroe desde el entierro y la derrota hasta la vindicación renegada. El fracaso electoral de Almunia colocó a Borrell como el "what if" más poderoso de la memoria socialista.
Líder europeista. El talante amable y extraordinariamente intelectual de Borrell lo dibujó como un mito para el votante progresista. Tanto que el partido tuvo a bien no defenestrarle del todo: Borrell fue el cabeza de lista socialista para las Europeas de 2004, y su buena imagen exterior le permitió convertirse en el presidente del Europarlamento. Es su gran aval hoy como Ministro de Exteriores: conoce Bruselas, sabe manejarse entre sus bambalinas, y cuenta con cierto prestigio.
Líder unionista. Finalizada su etapa en Bruselas, Borrell se retiró para reaparecer años después como variante sofisticada del constitucionalismo en Cataluña. Sus libros, artículos e intervenciones públicas le situaron como una voz sensata (desde el unionismo, claro, el independentismo dice otra cosa) por la unión. Borrell ha sido muy vocal en su batalla contra el procés, y su elocuencia y talante político le ha convertido en una suerte de símbolo unionista (más allá de la filiación partidista).
Abengoa y "desinfectar". En el camino, a Borrell le han salido varias manchas en su historial, a esta hora de la tarde mínimo común denominador de todos sus críticos. La primera es Abengoa: estuvo en su consejo de administración cuando se falsearon sus cuentas y se repartieron indemnizaciones millonarias, y aunque investigado jamás llegó a ser imputado; la segunda es la frase sobre "desinfectar" Cataluña, una metáfora sobre las "heridas" de la sociedad catalana.
El independentismo utilizó la frase, y su posterior liderazgo en la manifestación de Sociedad Civil Catalana (de claro componente nacionalista) para cargar contra Borrell como una suerte de lobo con piel de cordero (constitucionalista).
Lo que significa. De ahí que su elección resulte hoy tan icónica. Borrell cierra así su camino desde el ostracismo y la derrota en el seno del socialismo hasta su regreso triunfal como hijo pródigo. Sánchez anula parte del efecto negativo de haber obtenido la presidencia con los votos de los partidos independentistas, y lanza un firme mensaje europeista a las instituciones comunitarias en plena crisis italiana. Y la causa unionista sustituye a Dastis, cuya gestión de la crisis del pasado otoño fue muy criticada, por una voz reconocida y firme en Europa.
El entusiasmo a esta hora es palpable. La cuestión es cuánto durará.