Ya oigo cómo tu daga de acero valyrio clama por mi sangre. Cualquiera diría que hablar de 'Juego de Tronos' en otro tono que no sea laudatorio merece una ejecución muy pública y muy gráfica, pero en serio: tenemos que hablar de lo que está pasando con la serie de la HBO y creo que 'Despacito' puede ser la metáfora perfecta para ello. Así que no me mates. Aún.
Una advertencia: este artículo contiene destripes importantes de la serie de televisión 'Juego de Tronos' hasta el episodio sexto de la séptima temporada y de la canción 'Despacito' de Luís Fonsi.
¿Por qué funciona Despacito?
¿Y por qué demonios estoy hablando de la canción del verano para referirme a 'Juego de Tronos'? Porque el tema de Luís Fonsi es un troyano musical, diseñado específicamente para que se te quede pegado, y la estrategia que usa para enganchar es muy parecida a la que usa la serie de los maestres David Benioff y D.B.Weiss.
No lo digo yo: se ha estudiado cómo de pegadizo es el dichoso tema. Gente con un conocimiento más amplio que el mío, de música y de producción musical, ha diseccionado el fenómeno.
Por un lado, está un aparente error en el tempo de la canción, justo antes del primer estribillo. Si te soy sincero, suena como si el músico contuviera la respiración o se acabara de atragantar comiendo garrapiñadas, pero una vez entra el “Des-pa-cito” ya se te ha grabado en el cerebro como las iniciales de un idiota en la corteza de un árbol.
Este asunto no se le escapó al tuitero Nahúm García, músico y productor, que señala que Despacito “hackea” tu cerebro al traicionar, de forma subliminal, tus expectativas sobre cómo continuará la canción.
Por el otro, su pegajosidad pop, fruto de estratagemas habituales como el ritmo o una letra que junta metáforas alambicadas y exabruptos de obrero. Otras son más sutiles, como ese Des-pa-cito en lugar de Des-pa-ci-to, que la elevan de canción para enseñar las sílabas a reina de la pista de baile. Y no está de más recordar que combina balada y reggeaton sin despeinarse y como demuestra el* gin tonic*, eso de combinar nos gusta.
Es decir, que el motivo por el que está canción la tarareen por igual tu madre y tu pareja es por su capacidad de combinar algo tan predecible como la música pop con lo impredecible orquestado por un productor musical que, o ha estudiado neurociencia, o tiene una intuición fuera de la escala.
Y esto tiene que ver con Juego de Tronos en…
En que al principio, la serie no contaba ni con la curiosidad del aficionado, alejado y descreído de la fantasía que 'Dragonlance' y sucedáneos aún peores popularizaron, ni con el presupuesto que disfruta ahora. No tuvo más remedio que echarle valor e imaginación.
Los primeros episodios presentaron a una miriada de personajes y una especie de Edad Media sucia y despiadada. ¡Desnudos, violaciones, roña bajo las uñas! Lo mismo tiraban a un niño de un balcón que vertían oro derretido sobre la cabeza de un patán incestuoso.
Respecto a los elementos fantásticos, existía un equilibrio delicado entre estos y las apasionantes intrigas palaciegas, fruto de la narración y la falta de dinero, de modo que el aficionado a la fantasía se mantuviera expectante y el espectador incapaz de suspender su incredulidad mantuviera los pies en la tierra.
La serie definió y se atuvo en sus primeros episodios a esas coordenadas… hasta que hackea tu cerebro con la muerte de Ned Stark, a quien los no-lectores de la saga literaria tomaban como protagonista; en menor medida, la de Khal Drogo, y claro, el nacimiento de los dragones. Al igual que con el primer estribillo de Despacito, la atracción hacia esta serie se volvió irresistible.
Entiendo, ¿es por eso que en las siguientes temporadas…
Permite que interrumpa tu pregunta, pero sí, tienes razón: desde entonces, el esquema se mantuvo. Si tomamos todo lo que hemos visto de la serie hasta ahora, veremos ese equilibrio entre lo fantástico y lo sucio y realista, así como una contínua traición a las expectativas. ¿Creías que entrar con un dragón en un coliseo lleno de opositores era sinónimo de victoria o que una embarazada o una niña se salvarían de una muerte horrenda?
Ya que estoy con las muerte, recordarás que siguió en pie la costumbre de matar a quienes tomábamos como protagonistas, o al menos terminar con los más nobles. A poco que tuvieras mal ojo para identificarte con ciertos personajes, ver 'Juego de Tronos' era una experiencia similar a visitar un asilo de ancianos, donde una visita dos semanas más tarde podía suponer la sorpresa de un hueco donde antes había una persona.
Pero después de seis temporadas ocurre lo lógico: la mitad de los personajes de cierta importancia que han pasado por la ficción han muerto y la otra mitad empieza a juntar sus caminos. Y** el ser impredecible de forma constante**, más cuando se trata de los dos últimos episodios de la temporada, se vuelve predecible en sí, al tiempo que cada vez tiene menos margen para sorprender al espectador.
Como en la canción, lo mismo te canta Fonsi que Daddy Yankee, pero todo tiene que culminar en “Des-pa-cito” y la estructura se repite. Hay un patrón que, de cara al final, debe romperse.
Vale, ¡pero la nueva temporada me sigue gustando! ¿Por qué parece… rara?
Porque, en efecto, ya no es lo mismo, o mejor dicho: porque sigue siendo lo mismo, pero distinto. 'Juego de Tronos', la serie que adapta los libros, se ha visto obligada a metamorfosearse en 'Juego de Tronos', la serie de televisión.
Y es que la fuente de los libros se terminó: George R. R. Martin se toma su tiempo para escribir, ya te lo conté hace poco. Lo que antes eran innumerables páginas, redactadas con cuidado a lo largo de muchos años, ahora es una escaleta consensuada entre varios guionistas y frases susurradas por el autor, susceptibles o no de ser llevadas a la pantalla.
Siguiendo la metáfora musical, en esta séptima temporada hemos llegado al puente, como se llama a esa parte de una canción donde lo habitual se interrumpe para evitar la monotonía: también es la parte que prepara todo para el final.
En Despacito la marca ese segundo estribillo que culmina en otro desnudado casi por completo de instrumentos y en la serie de la HBO, la matanza de Walder Frey y su familia: ¿desde cuándo, en 'Juego de Tronos', los villanos mueren a puñados sin que algún héroe perezca también? Y no, no es lo mismo que los fuegos artificiales del Septón Supremo al final de la sexta temporada, patrocinadas por la villana de Cersei, donde la misma explosión se lleva por delante a personajes que merecieron nuestras simpatías (pobre Margaery, pobre Loras) y otros que aprendimos a odiar. Walder Frey fue un auténtico bastardo y, que se sepa, la pequeña Arya no mata a ningún inocente, ni siquiera a Ed Sheeran, con el que se cruza más tarde.
Decía que en el puente, el ritmo habitual se interrumpe y creo que estarás conmigo en que la serie marcha de manera distinta ahora. Una de las fuentes de crítica es la velocidad a la que se suceden los traslados y es porque, con temporadas más cortas, ya no hay tiempo para mostrar el viaje. Lo que quizá no esté de más recordar es que durante esos viajes solían pasar cosas y plantaba futuras tramas, no eran una colección de escenas vacías.
Del mismo modo, el tiempo para ambigüedades se ha terminado porque la escala de grises ya no sirve igual para describir 'Juego de Tronos': a estar alturas, los villanos son Cersei y el Rey de la Noche y hay poca discusión al respecto. Respecto a Meñique, que lo mismo te captura a Ned que te salva en la Batalla de los Bastardos, aún está planeando algo (y más vale que sea gordo, que lleva dos temporadas para ello) pero a lo máximo que ha llegado es a provocar una pelea entre hermanas.
¿Qué podemos esperar en la última temporada?
Al final de Despacito se repiten todos los elementos que más han llamado la atención, con el estribillo y los pasitos de Daddy Yankee, y eso es algo que estamos empezando a disfrutar en 'Juego de Tronos', con reencuentros, acción con dragones, curaciones milagrosas y la despedida por la puerta grande de Olenna Tyrell.
Por momentos, la serie bordea con peligrosidad el fan service más descarado aunque, como he comentado antes, es que ha recorrido tanto y se han depurado a tantos personajes que ya no les queda mucho margen de maniobra. Y es que por mucho que fastidie a los más críticos, la serie sigue el camino más lógico y a estas alturas las sorpresas son más difíciles de plantar y sembrar.
Con esto no quiero decir que defienda del todo lo que estamos presenciando esta séptima temporada. No obstante, medios como The Verge ya han acusado a la serie de parecerse a un fan fiction en el sentido de que, lejos de sorpresas como el abordaje de Euron, todo parece sucederse para contentar al espectador, desde romances largo tiempo deseados (Gusano Gris y Missandei Jon Snow y Daenerys Targaryen de Todos los Santos) a salvamentos de última hora contra dragones o gracias a dragones.
No ayuda a la percepción general que el sexto episodio de la séptima temporada, a la espera del final de temporada, fuera dirigido con mediocridad pasmosa por Alan Taylor, un artesano que durante una hora pareció olvidar cómo filmar grupos, paisajes, actores y entregó un capítulo plagado de errores. Fue a raíz de su desganada labor cuando empezaron a surgir como setas artículos sobre lo mal que estaba yendo la serie.
En serio, ¿cuántos salvajes viajaban en el grupo de Jon? Al tercer camisa roja que palma perdí la cuenta y el grupo, a vista de cuervo, no parecía tan grande. ¿No podría haber dirigido Taylor a Viserion contra el Rey de la Noche? Se justificaría que le disparen a él y no a Drogon, que en esos momentos es un objetivo más jugoso porque está frente al mismísimo emperador de los helados, quieto y con varios enemigos a sus lomos.
En fin, quedan sólo una última temporada. Puede que la serie de HBO retome el vuelo o que caiga para siempre en el servicio descarado al fan recalcitrante, pero al menos siempre nos quedará el haber danzado entre dragones. Des-pa-cito.
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