Dos manos gigantes aferrándose a la vida en Venecia.
La poderosa metáfora, que ilustra sentimientos de agonía, desesperación y esperanza a un tiempo, se expone estos días en la siempre bella y tustificada ciudad de Venecia, que está acogiendo una nueva edición de la Biennale, la muestra artística más importante de Europa. En ella, los visitantes podrán disfrutar de la nueva escultura de Lorenzo Quinn, bautizada "Support", patrocinada por la Halcyon Gallery y encaminada a concienciar sobre los males del cambio climático.
En concreto, sobre el hundimiento de la ciudad.
No es ningún secreto: Venecia podría no existir tal y como la conocemos en un puñado de años. La ciudad ha acometido diversos planes de contigencia contra posibles y recurrentes inundaciones, más graves que las que de forma frecuente paralizan la plaza de San Marcos, y hasta ahora ha tenido éxito limitando los efectos del aumento del nivel del mar. Las temperaturas todavía no han derretido los polos, Venecia de momento se ha salvado. Pero la situación podría cambiar a corto plazo.
Si las previsiones de los científicos son certeras, y nada indica que no deban serlo, los polos perderán más hielo. El hielo se transformará en más agua y el nivel del mar alcanzará cotas bastante catastróficas (en función del escenario, gran parte de Europa podría quedar ahogada bajo las aguas) para Venecia, una ciudad construida en un pequeño islote que se resiste contra viento, marea y lógica a ser engullida por el mar.
De modo que qué mejor escenario para escenificar de forma tan poderosa la agonía que el ser humano, aunque quizá de forma aún impredecible, atravesará cuando las aguas tomen Venecia y, poco a poco, el resto de costas del planeta. Dos manos de yeso enormes colocadas sobre un precioso edificio veneciano simbolizando, a un tiempo, la aún esperanza de supervivencia, porque la fe es lo último que se pierde, y el carácter derrotista y pesimista de nuestro futuro: hundidos.
En función de lo optimista o negativo que sea cada uno, la escultura de Quinn, uno de los grandes maestros contemporáneos de la escultura a gran escala, cobra un cariz luminoso o profundamente tétrico. En todo caso, la exposición ha sido un éxito y se ha colado en los medios y en los telediarios de medio mundo, lo cual, además de engrosar el interés por la Biennale y Quinn, permitirá espolear la conversación global sobre el cambio climático. Un fenómeno real y cada año, mal que nos pese, más presente.
Dado el prolífico trasegar de turistas por Venecia, Instagram se ha llenado rápidamente de imágenes de las manos de Quinn, de esa "ayuda" que el artista aspira a reivindicar para la humanidad y que, de momento, con los acuerdos de París en el aire, es una incógnita. Al menos, si nos hundimos, nos quedarán las ideas.
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