Bitcoin fue uno de los fenómenos tecnológico-financieros de 2017. El exorbitante crecimiento de la criptomoneda durante el pasado año la colocó en boca de medio mundo, incluso en la de aquellos que apenas habían oído hablar de ella con anterioridad. Las constantes subidas y bajadas de su valor, sin embargo, han creado cierta inquietud entre los poderes políticos y económicos tradicionales. Y cuando eso sucede, el siguiente paso siempre es el mismo: regular.
La Unión no se fía. El reciente movimiento de Francia y Alemania en el G20 para tantear una regulación global de Bitcoin y otras criptomonedas ha sido secundado, de forma rápida, por la Comisión Europea. "No excluimos la posibilidad de hacerlo a nivel europeo si emergen riesgos para los que no hay una clara respuesta internacional", ha explicado su vicepresidente, Valdis Dombrovskis. La idea es muy simple: Bitcoin puede resultar peligrosa y volátil.
Por qué regularla. La Unión Europea tiende a regular cualquier mercado financiero. Más aún si este aspira a establecer un sistema de divisas paralelo que, en cierto modo, genera inquietudes a los estados. Para Berlín, París y compañía Bitcoin representa un problema por varios motivos. Su opacidad (la transparencia es baja) puede fomentar el fraude, el lavado de dinero o las operaciones criminales de toda índole (especialmente las terroristas). De ahí que quieran acotar sus movimientos.
Cómo regularla. Es la pregunta del millón, en cualquier caso. Por el momento pocos gobiernos han mostrado una excesiva preocupación, y algunos, como el español, han interpretado Bitcoin con buenos ojos. En Wired proponen algunas ideas para controlar el flujo de criptomonedas: desde nuevas leyes que aclaren y regulen sus impuestos hasta un fuerte control y supervisión del Estado de los "exchanges", los mercados donde se realizan las transacciones de divisas a criptomonedas.
Al contrario que otros mercados financieros, las criptodivisas han operado hasta ahora lejos del radar gubernamental. Para un Estado, eso siempre son malas noticias.
La carrera por la regulación. La UE ha sido la más vocal hasta la fecha en Occidente, pero son varios los países que ya han tanteado el terreno de la regulación. La India, por ejemplo, se destapó con una amenaza de prohibición nunca concretada que, a priori, habría impedido comerciar con Bitcoin dentro del país. Corea del Sur filtró rumores similares con anterioridad. Se pueden interpretar como globos sondas, pero han coincidido (o han causado) con la caída libre de Bitcoin.
El miedo, la volatilidad. En parte, el problema de Bitcoin ha sido su inestable mercado. A tremendas subidas le han sucedido, sin excepción, drásticas bajadas. Tras un 2017 estelar, todas las criptodivisas han iniciado el año deprimidas. Es un terreno fértil para la especulación, y en un mercado dominado por el secretismo, repleto de agentes económicos inexpertos y de carácter subterráneo los resultados a largo plazo pueden ser inquietantes. Para los gobiernos, mejor prevenir que curar.
Imagen | Kin Cheung/AP
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