Tener una doble vida parece algo propio de espías, superhéroes y agentes secretos. Pero no es raro que personas terriblemente normales escondan secretos increíbles a sus familias, amigos y compañeros de trabajo. A veces, vidas enteras.
No hablamos de patologías, ni de trastornos disociativos de la identidad (eso que antiguamente conocíamos como 'personalidad múltiple'). Hablamos de personas que estando en pleno uso de sus capacidades cognitivas, emocionales y sociales mantienen dos vidas distintas. ¡Dos! ¡Como si no costara vivir una sola vida! ¿Cómo es posible? ¿Por qué ocurre? ¿Qué dice la ciencia sobre estos casos?
¿Qué es una doble vida?
Piensa en el político que tras cuarenta años de honesta y reconocida imagen pública se descubre como un corrupto. En el hombre que mantiene dos familias sin que ninguna de las dos se conozcan. En el ama de casa que vive una historia de amor con otra mujer mientras su marido y sus hijos hacen vida normal. Sacerdotes de día, traficantes de noche. El policía sueco que investigaba los crímenes de un asesino en serie que era él mismo. En el tópico de la doble vida, hay centenares de argumentos de películas de sábado por la tarde y series de detectives.
Pero existen. Aunque algunos medios han llegado a dar cifras del 70% en hombres y del 40% en mujeres, esos datos no se sostienen. Al contrario, los casos son relativamente escasos; un puñado en la inmensidad de la vida social, pero quien más o quien menos ha escuchado alguna historia. No es raro porque una doble vida, al menos desde el punto de vista psicológico, no es más que una mentira; una mentira mórbida, hipertrofiada y desfigurada pero una mentira al fin y al cabo. Esta simple categorización nos da por si sola las claves para entender cómo es posible que alguien acabe teniendo una doble vida.
¿Por qué alguien tiene una doble vida?
La primera pregunta que nos surge es por qué alguien querría tener una doble vida y la respuesta es sencilla. Los seres humanos mentimos cuando la mentira nos ayuda a conseguir nuestros objetivos más fácilmente que la verdad.
Según un par de estudios que he hecho en el salón de casa, tras leer ese párrafo, 2 de cada 7 lectores se levantan de la silla aplaudiendo por el gran hallazgo científico que he expuesto. Sí, soy consciente de que parece una perogrullada, pero antes de que me coronéis como 'Capitán Obvio" dejadme que me explique. Normalmente no nos tomamos en serio la idea de que la mentira está orientada a objetivos pero esa es la pura y sencilla verdad: mentimos porque es más fácil y más seguro que decir la verdad.
La gente tiene amantes y familias enteras al margen de sus matrimonios oficiales porque es más sencillo (psicológica, financiera y socialmente) eso que dejar a la pareja. No quiere decir que sea fácil, claro. Sólo que es más fácil y seguro para sus objetivos que el resto de las alternativas.
Según los pocos datos que tenemos, las dobles vidas empiezan por accidente, sin querer. Una mentira lleva a la siguiente y esta a otra más hasta que nos encontramos con dos vidas independientes de las que no podemos escapar.
Entonces, debe de ser muy frecuente...
En realidad, no. La mayor parte de las personas apenas miente. En Reino Unido, los estudios muestran que, diariamente, cada ciudadano toca a 1'66 mentiras inocentes y a 0'41 mentiras gordas por cabeza.
Y, menos mal, porque los seres humanos somos realmente malos distinguiendo mentiras. Ya, ya sé que creemos que no, pero los estudios muestran consistentemente que nuestra capacidad para pillar una mentira es casi igual al azar. Ante una historia, nuestra capacidad de acertar si es verdad o mentira es del 54% (un 4% más que el azar). Es más, Levine (2010) explica que ese cuatro por ciento se debe a que existen personas que son 'pésimas mintiendo' y nos fastidian la estadística.
Como nos explica el profesor Juan Ramón Barrada, de la Universidad de Zaragoza, ni siquiera las profesiones teóricamente más capacitadas para detectar mentiras (policías, fiscales o jueces) lo hacen mejor que la población en general.
Según Barrada, hay tres cosas que nos hacen malos malísimos en esto de detectar mentiras: que creemos que hay señales no verbales (evitar la mirada, ponerse nervioso, etc...) que son fiables cuando no lo son; porque lo que nos lleva a desconfiar de la gente no es una historia concreta, sino la impresión general que nos da; y, porque cuando interactuamos con la gente, lo último que pensamos es que nos puedan estar mintiendo - lo cual, teniendo en cuenta que no solemos engañar, es una buena estrategia.
No obstante, "estamos hablando de detectar a un mentiroso ‘sobre la marcha’. A los mentirosos, fuera del laboratorio, se les acostumbra a cazar a posteriori, porque ellos mismos confiesan, porque una tercera persona nos pone sobre aviso o porque algo empieza a no cuadrar y vamos recomponiendo el puzzle", dice Barrada. Es precisamente aquí donde las personas que llevan una doble vida destacan: en su pericia y capacidad para mantener la mentira más allá de lo que es esperable.
¿Cómo son este tipo de personas?
Y es que los expertos suelen decir que "todo el mundo puede crearse una 'doble vida', pero muy pocos pueden mantenerla". Siempre según las investigaciones de la mentira, solo unas pocas personas son responsables de la mayor parte de todas las mentiras que se cuentan. Atentos al dato: según Serota, Levine y Boster (2010), el 50% de todas las mentiras de Estados Unidos son contadas por el 5% de la población.
En 2011, Aldert Vrij, profesor de la Universidad de Portsmouth y uno de los grandes expertos en detección de mentiras, encontró 18 rasgos o habilidades que nos podrían servir como perfil de personas con una tendencia a tener varias vidas paralelas.
Este tipo de personas suelen puntuar alto en la habilidad para (1) manipular y (2) actuar; la (3) expresividad y la capacidad para generar una buen impresión; el (4) atractivo físico y la (5) capacidad para adaptarse a cambios abruptos de forma natural y espontánea; la (6) experiencia, la (7) confianza, el (8) el camaleonismo emocional, la (9) elocuencia y la (10) tendencia a prepararse las cosas a fondo y que no sean pillados en un renuncio. Son gente que suele (11) usar respuestas inverificables para salir de un aprieto: por ejemplo, suelen responder con un 'honestamente no me acuerdo' antes que inventar historias vulnerables a la detección. Suelen (12) dar la información justa y necesaria, ser (13) originales y, en general, son (14) rápidos pensando.
Los buenos mentirosos son (15) personas inteligentes, tienen (16) buena memoria y (17) utilizan mucho sucesos reales como forma de optimizar el diseño de sus mentiras. Ah, y por supuesto, (18) son unos linces detectando sospechas.
Entonces, ¿por qué no mentimos más?
Esa es una gran cuestión. Si es relativamente fácil poder ocultar cosas inmensas a nuestros círculos cercanos, ¿por qué no mentimos más a menudo? No mentimos más porque no nos hace falta. Aunque todos tenemos sueños inalcanzables, nuestros objetivos y deseos se van adaptando a la realidad y, en general, con la verdad nos basta para conseguirlos. Además, la mentira es peligrosa: pone en riesgo la idea que tenemos de nosotros mismos y la imagen que tienen los demás de nosotros.
Por eso, tratamos de mentir lo menos posible. De hecho, y esto me parece muy muy curioso, los estudios sugieren que las personas que viven una doble vida también siguen esta estrategia. Una vez que se han acostumbrado a las grandes mentiras, que las han integrado como parte normal de su vida, pueden vivir con ellas pero no con las pequeñas mentiras que van surgiendo en el día a día y tratan de reducirlas por todos los medios. Hasta los grandes mentirosos saben apreciar el valor de la verdad y eso es lo que permite que vivamos en comunidad.