Las chirigotas y comparsas del Carnaval de Cádiz se han incrustado en el imaginario popular como el epítome del gracejo gaditano: actuaciones muy divertidas, con mucho salero, pero sin mayor atractivo que el estallido de color y de ripios cómicos. Sin embargo, en sus actuaciones se cuela con más frecuencia de las que pensamos un mensaje de calado social.
Y ese fue el caso de la última actuación de Las Irrepetibles, uno de los muchos grupos femeninos de Cádiz. Este fin de semana tuvieron la oportunidad de volver a demostrar su valía sobre el escenario y lo hicieron con una canción que, a día de hoy, ya se ha convertido en un símbolo contra las violaciones, los acosos sexuales y la culpabilización de la víctima. Una comparsa en honor a la mujer abusada por La Manada, cuyo juicio está pendiente de resolución.
Pese a los psicodélicos disfraces y a la introducción de los pitos, la letra de la actuación camina por derroteros por los que miles de mujeres han transitado con anterioridad. Un relato que ilustra hasta qué punto es absurdo analizar y enjuiciar el comportamiento de la víctima tras los traumáticos hechos de su violación o de su asalto (como sucedió en su momento durante el juicio a La Manada o como pasó también con Diana Quer).
Y aquí la letra:
Hoy me confieso, sabiendo que habrá gente que no entienda Hoy me confieso que no soy una monja ni estoy muerta Porque llega el jueves y voy sonriéndole al fin de semana Un chaleco mono, los labios rojos y una minifalda Dejo atrás el uniforme y despertar de madrugada Si es por trabajar, a nadie le importa Que salga de noche y en falda corta Pero si me arreglo para ir de fiesta Soy una golfa Dos, me tomé dos copas después del cine Cenar con amigos y luego fuimos a bailar Y no paré de reírme No, no soy yo quien merece que me condenen Me encierren y me vigilen Yo se lo firmo si usted lo pide No necesita más detectives Que aquel día pensaba que me moría Y después de esquivar la cornada de aquella manada Salgo y celebro que a la semana ¡Que sigo viva!
El vídeo se ha convertido en un pequeño hit viral, más allá de las redes habituales del Carnaval de Cádiz, en gran medida gracias al timing: apenas un par de días después de que otras dos figuras cinematográficas de talla mundial (Aziz Ansari y Dan Harmon) fueran acusadas de abusos sexuales, las reivindicaciones del movimiento #MeToo permean con más profundidad que nunca la agenda política. El acoso, el abuso, la violación y la coerción ya no perviven en las sombras.
Y de ahí el éxito de la canción: ilumina los espacios de oscuridad donde, tradicionalmente, era el comportamiento de la víctima el que se ponía en tela de juicio. La vestimenta, el alcohol ingerido, la seducción. Todo ello ha servido en numerosos casos para restar importancia a la agresión sexual cometida por un hombre. En el caso de la víctima de La Manada, fue el propio abogado del grupo el que utilizó su normal comportamiento posterior al trauma como prueba de la inocencia de sus clientes. Si era feliz, ¿cómo podía haber sido violada?
Lo cierto es que como vimos en su momento, no hay una forma estándar de superar una violación. Es un trauma gigante que cada mujer sobrelleva como puede. Y sí, en muchos casos, como revela de forma tan atinada la comparsa de Las Irrepetibles, tiene mucho de celebración: una vuelta a la vida común y diaria que las mujeres llevaban antes. Una forma de impedir que un ataque inmoral durante una noche de fiesta hipoteque su vida posterior.
En cierto modo, una forma de celebrar, como dice la canción, que "sigue viva".
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