La escena de 1999 en la que Asia Argento mostraba cómo la acosó Weinstein

¿Cuánto ha cambiado el clima social en cuanto al sexismo en Hollywood? Lo suficiente como para que lo que hace tres años fuese material para un gag en un monólogo para los insiders de Los Ángeles sean ahora las palabras que causan consternación y declaraciones de rechazo por todo el valle.

Como sabrás si has estado atento a la actualidad del mundo del espectáculo, Harvey Weinstein, uno de los productores más relevantes y aclamados de Hollywood, ha sido acusado por una serie de mujeres de la industria por practicarles chantaje sexual de variadas formas. Aunque inicialmente las valientes que se habían pronunciado eran figuras de segunda línea, más y más voces han ido dando la cara y apuntándose a la denuncia aportando sus experiencias personales. La lista actualizada parece interminable y poco a poco van filtrándose documentos más explícitos, como esta grabación de un asalto sexual hacia la actriz Ambra Gutiérrez.

Cuando pesos pesados como Gwyneth Paltrow o Angelina Jolie denuncian públicamente cómo intentaste abusar de ellas cuando eran unas recién llegadas sabes que tu reputación está acabada y que nada podrá seguir como hasta ahora por mucho que lo intentes.

Como hemos visto en muchos de los testimonios de las denunciantes, las presuntas artimañas depredatorias de Harvey tienen varios disfraces, pero hay un esquema concreto que se repite especialmente.

El productor llama a las profesionales que intentan afianzar algún tipo de acuerdo con The Weinstein Company para que acudan a su suite bajo falsos pretextos laborales. Al cabo de unos minutos, Weinstein solicita inocentemente que la mujer le realice un masaje, y acceda o no la susodicha el clima acaba mutando a una situación de presión por la cual la entrevistada no tiene escapatoria: o accede a lo que va a terminar como un encuentro sexual o se le van a empezar a acumular las puertas cerradas en el futuro.

Ahora es cuando nos transportamos a esta escena de la película Scarlet Diva, estrenada en 1999.

Si ves claros paralelismos con la secuencia de acoso que hemos descrito antes no eres el único. Así lo vieron muchos colegas de Asia Argento, que le preguntaron por qué había retratado a Harvey en su película. El propio productor también llamó a la actriz y directora italiana para decirle que la escena le había parecido “muy graciosa” y, de paso, rogar que le disculpara por su comportamiento hacia ella en el pasado.

Argento ha sido una de las mujeres que ha dado un paso adelante en esta campaña de acusaciones colectivas que ha iniciado un reportaje de New York Times. Su historia con Harvey es de las más longevas de entre todas las que han salido a la luz. Harvey le planteó exactamente el mismo esquema que vemos en su película para terminar bajándole la falda y practicándole forzosamente sexo oral mientras ella pedía liberarse.

Después de este encuentro, ambos mantuvieron una relación de relativa concordia, con pactados encuentros sexuales a lo largo de cinco años que Argento definió después como una extorsión irrechazable. La actriz declaró que, desde su perspectiva, si no accedía a las arremetidas de Harvey vería cómo su carrera se esfumaba.

Pero en realidad, todo el mundo sabía “cómo era Harvey”. Eso es lo que ha cambiado con esta historia, que no se trata de destapar una trama de abusos ocultos, sino de poner fin a la hipocresía de la industria y enfrentarse de lleno contra la estructura de abuso de posición que históricamente han ejercido y siguen ejerciendo los tótems sagrados del séptimo arte. De nada sirve que todos se deshagan en loas ante el discurso de Patricia Arquette sobre la necesidad de mayor diversidad en los roles de las películas si a las actrices jóvenes les siguen obligando a realizar actos sexuales para enterrarlos después bajo cláusulas de confidencialidad.

Como decíamos al principio, la infamia de Harvey era tan conocida y aceptada que hasta los cómicos, hace sólo unos años, se valían de sus historias para hacer reír al público. Probablemente chistes como los que vemos a continuación no serían recibidos hoy con el mismo semblante.

Por todo esto la caída de Harvey es un gesto simbólico, uno que confirma lo que muchos han dejado en sus mensajes de apoyo, que hay que dejar claro que “esto se tiene que acabar”.

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