"Te escribí cuando salió el artículo de lo de las tarjetas en la mierda de LOC y ya sabes lo que pienso Javier. Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso compi yogui (miss you!!!)". Boom: la frase anterior, escrita por Letizia Ortiz a Javier López Madrid, envuelto en la Operación Púnica, es nuestro nuevo meme favorito. No el párrafo completo, claro, sino la despedida: "Un beso compi yogui". "Compi yogui". ¿Qué es un "compi yogui"? Nos da igual: ver a la reina en una situación de cariño privado ha roto todos nuestros esquemas.
En consecuencia, ya es el apelativo viral del 2016.
¿Por qué? Al fin y al cabo, la exclusiva destapada por El Diario pone de manifiesto que miembros de al realeza, íntimamente ligados a los grandes empresarios del país, envían apoyo y ánimo a personas relacionadas con tramas de corrupción a gran escala. El ruido general de la mañana ha pasado algo por alto esto último, quizá por ausencia de novedad, y se ha centrado en "compi yogui", un apelativo incontestable, una despedida irresistible, una ridícula muestra de simpatía y amor hacia el otro interlocutor.
Por ahí pueden residir las pistas: todos nosotros hemos utilizado apelativos cariñosos en el ámbito privado. Todos. Quien no lo haya hecho, probablemente no tenga ámbito privado alguno al que referirse con motes simpáticos y muestras de intimidad. Entonces, ¿cuál es el motivo por el que nos parecen tan risibles y vergonzantes cuando salen a la luz? ¿Qué pierden lejos del ámbito estrictamente privado y por qué casi siempre tememos que los demás sepan cómo nos dirigimos a nuestra pareja o amigos?
Aunque quizá la primera pregunta sea otra.
¿Por qué utilizamos apelativos cariñosos?
Su ubicuidad es innegable: hay diversos recopilatorios de apelativos cariñosos ("pet names" en inglés) por la red, como este de la BBC, donde compara el modo en que los seres queridos se llaman los unos a los otros en función del país y del idioma. El ejemplo en español incluido por el medio británico es "terrón de azúcar", cuyo nivel de emapalagosidad se puede contar entre los más altos de nuestro acerbo. En Rosetta Stone, por su parte, dan buena cuenta del gusto internacional por los alimentos o los animales como forma de referirnos a nuestra persona favorita. Son cursis y, muchas veces, son infantiles.
Ahí reside una de las claves: la infantilización del lenguaje experimentada por muchas parejas en el primer estadio de la relación. En inglés, el fenómeno se conoce como "babyspeaking", y es similar al que otros humanos solteros pueden vivir cuando se dirigen a, bueno, a un bebé o a su mascota. En Bustle investigaron el fenómeno de la mano de varios psicólogos y antropólogos, y comprobaron que la reducción del lenguaje (diminutivos incluidos) contribuye a crear un código comunicativo común que, además, remite a una parte dulce y tierna de nosotros asociada con nuestra infancia. Modulamos el tono acorde a la persona.
Esa lógica, al margen de la crítica que otros medios y autores hacen al uso del babyspeaking en nuestro día a día con nuestras parejas, es la misma que nos lleva a emplear apelativos cariñosos, al margen de la tonalidad, en nuestras relaciones sociales. En las más cercanas, claro, algo que no se limita únicamente a nuestras parejas: también caben los familiares y, como el caso de la reina demuestra, las amistades.
En Scientific American trataron de responderse a la misma pregunta que nosotros. A partir de un estudio realizado por Carol J.S. Bruess y Judy C. Pearson, investigadoras de la Universidad de Ohio, exploraron la explicación antropológica de nuestra jerga íntima. Se trata, en última instancia, de un esquema de códigos y rituales enmarcados dentro de una "micro-cultura", la de nuestra relación especial, que otorgan significado simbólico a nuestro universo cerrado. Como tales, evolucionan, mutan, mueren y renacen, pero son interpretados por las investigadoras como un idioma que forma parte de la fábrica de una relación.
Marcan los tiempos, determinan un espacio de cariño y cuidado. De ahí que, cuando la conversación deriva en discusión, desaparece: llamar por el nombre de pila cuando el hábito es recurrir al apelativo se interpreta como una señal de gravedad, y viceversa. ¿Pero por qué tienen un carácter tan ñoño, empequeñecidos y edulcorados? Por las mismas razones por las que se habla en jerga bebé: remiten a una etapa de nuestra vida, la más temprana, donde replicamos nuestro relación de amor infantil con nuestros padres. Como cuentan en Psychology Today, de hecho, activan los mismos neurotransmisores que nos hacen felices.
La intimidad avergüenza en espacios públicos
Dadas las circunstancias, es difícil no sospechar por qué cuando uno de esos apelativos son pronunciados en un foro público nos sentimos tan avergonzados: están fuera de su entorno natural, y han trasladado el espacio íntimo a una esfera compartida con desconocidos o personas que nos son lejanas en afecto.
Si, como se explica en este estudio de Robert Hopper, Mark L. Knapp y Lorel Scott, las muestras de afecto y los diminutivos cariñosos representan la paleta de colores utilizada para pintar la intimidad de nuestra relación, si esa estructura afectiva surge y es compartida precisamente con una persona especial con la que hemos decidido embarcarnos en una relación más profunda, su utilización lejos de ese contexto sólo podrá tener consecuencias nefastas. Los apelativos cariñosos definen una relación única, íntima y muy cercana.
"Es una cuestión de privacidad", explica Iria Reguera Vigo, psicóloga social y editora de Rasgo Latente. "Es algo que, por ejemplo, en el caso de las parejas es íntimo, sólo entre ellos y un modo de comunicación privado". De ahí que muchos hombres, al igual que muchas otras mujeres, declaren sentirse incómodos ante la idea de desvelar sus motes o apelativos cariñosos y privados delante de sus amigos. Sin contexto, suenan ridículos.
"Se genera con la confianza y los sentimientos, sirve para transmitir esos sentimientos" , añade Reguera. El mecanismo es parecido a cuando cualquier aspecto más íntimo de la relación sale o amaga con salir a la luz entre un grupo de amigos: nos sentimos incómodos hablando de las relaciones sexuales con nuestra pareja o de otros elementos que quedan entre el código de los protagonistas de la relación. Y que, en el caso de una personalidad pública y de lo significativo del acontecimiento, además de lo gracioso del apelativo (diminutivo, infantil), ha derivado en nuestro nuevo meme favorito: "compi yogui".
Imagen | Boris SV, Ryan Mitchell
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