Pedro Zerolo ha muerto. Pese a haber pasado gran parte de su vida política en un segundo plano, su impacto en la vida diaria de miles de personas en España ha sido amplísimo. Él fue el principal impulsor dentro de la ley de matrimonio igualitario, aprobada por el Congreso finalmente en 2005 y que, desde entonces, ha permitido a las parejas homosexuales contraer matrimonio en igualdad de condiciones. Diez años en los que la situación de la homosexualidad en España ha cambiado.
O mejor, la percepción que lo españoles tenemos de la misma. Y en este proceso, en el que nuestro país fue pionero y en el que hoy se sitúa a la vanguardia de la defensa de los derechos de los homosexuales, Pedro Zerolo tiene una amplia responsabilidad. Veamos por qué. De dónde veníamos y a dónde hemos llegado. Diez años de un giro radical y absolutamente necesario.
Ya éramos tolerantes, pero no era suficiente
La historia de la homosexualidad en España, al igual que en el resto de países occidentales, es un relato de represión, discriminación e intolerancia. Durante la segunda mitad del siglo XX, sin embargo, gracias al fin de la dictadura franquista, a la llegada de la democracia, a la progresiva secularización y a un mayor aperturismo por parte de la sociedad, un progresivo mayor número de españoles comenzó a tolerar la homosexualidad. Aunque los avances fueron lentos.
No en vano, diez años después de la aprobación de la Constitución de 1978, un 50% de los españoles aún consideraba que las relaciones homosexuales, tanto entre hombres como mujeres, eran "condenables", frente al minoritario 16% que las observaba "aceptables". La tendencia durante los años noventa, como atestiguan los barómetros del CIS, es al alza: conforme pasan los años, la sociedad española es más tolerante con la homosexualidad.
De modo que, una vez derrotado el gobierno de José María Aznar en las elecciones de 2004, José Luis Rodríguez Zapatero llega a Moncloa. El PSOE había incluido en su programa, en especial gracias al trabajo interno de Pedro Zerolo, la aprobación del matrimonio homosexual. Menos de dos décadas después de 1988, ¿cómo había evolucionado España? Muy favorablemente. De la mayoría que observaba con malos ojos la homosexualidad quedaba poco.
Acudamos al CIS de junio de 2004, con varias encuestas relativas a la aceptación y tolerancia de la homosexualidad, algunas referidas a una hipotética ley de matrimonio igualitario.
La tendencia se había revertido por completo. Sólo un 22% de los españoles, en comparación con la encuesta de 1988, consideraban que la homosexualidad era algo antinatural. Del mismo modo, un minoritario 13% creía que la homosexualidad era una enfermedad que requería tratamiento. En el extremo contrario, un 76% de los españoles consideraba que la homosexualidad sólo era una sexualidad distinta, y un 79% la juzgaba tan respetable como la heterosexualidad.
De la misma encuesta se extraen más lecturas. Un 75% de los españoles de 2004 afirmaba no tener problema alguno conviviendo con un vecino homosexual (frente al 68% que aseveraba lo mismo para un inmigrante o miembro de otra etnia). Sin embargo, había más españoles que preferían que sus hijos tuvieran relaciones sexuales o emocionales con una pareja inmigrante (77%) que con una persona de su mismo sexo (62%), señal de que ciertos prejuicios aún tenían mucha fuerza.
En lo relativo a la legalización de la igualdad matrimonial entre personas del mismo sexo, la mayoría de los encuestados afirmaba estar a favor (66%), frente a menos de un tercio de ellos que respondían negativamente (26%). Cuando el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero puso fin a una desigualdad histórica, la mayor parte de la sociedad estaba a favor.
Quedaba un gran campo de batalla por ganar, sin embargo. Hemos visto como los españoles pasaban de condenar mayoritariamente la homosexualidad a verla con buenos ojos o, como mínimo, mostrarse indiferentes ante la misma. ¿Qué había de la adopción? Ahí los datos eran menos positivos. En 2004, sólo un 48% de los españoles estaba a favor de igualar los derechos de las parejas homosexuales a las parejas heterosexuales. Un 47,6% opinaba que estas últimas estaban mejor capacitadas y eran más idóneas para criar a un hijo que las homosexuales.
Somos más tolerantes, pero podemos serlo más
Salto hacia adelante. Viajemos nueve años y situémonos en 2013, cuando el CIS publicó su estudio sobre la percepción de la discriminación en España. ¿Cómo había cambiado España en menos de una década, ocho años después de que el Estado normalizara los matrimonios entre personas del mismo sexo y de que el Gobierno del Partido Popular no hubiera revocado una ley ante la que había interpuesto un recurso de constitucionalidad? A mejor, sin duda.
Si en 2004 más algo más de un 20% de los encuestados afirmaba que tener vecinos homosexuales le molestaría entre "mucho", "bastante" y "poco", la cifra se había reducido cuatro puntos porcentuales en 2013 (16%, pero incluyendo una nueva variable, "algo"). En total, un mayoritario 82% de los encuestados afirmaba no sentirse "nada" molesto, siete puntos por encima del dato de 2004. Para las personas transexuales, sin embargo, la cifra se reducía al 76% en 2013.
Los resultados son sorprendentes cuando el CIS aborda la cuestión de la igualdad matrimonial entre heterosexuales y homosexuales, sobre todo teniendo en cuenta que, en el momento de la encuesta, habían pasado ocho años desde la Ley 13/2005. Sólo un 59,8% de los encuestados aprobaba totalmente la idea, acompañados por un 11,9% que lo hacía "hasta cierto punto". La suma combinada (71,7%) sí era superior al 66% de españoles que respondieron afirmativamente en 2004.
Como nota positiva, el porcentaje de respuestas parcial o radicalmente en contra de la unión matrimonial entre personas del mismo sexo había bajado al 20% (26% en 2004). En lo relativo a la adopción, el volumen de encuestados en contra de que las parejas homosexuales accedieran a tal derecho también había descendido. Mientras en 2004 era el 44% quienes se oponían, en 2013 la cifra era del 29%. Un avance significativo (aunque aún insuficiente).
El porcentaje de aceptación de la homosexualidad por parte de los españoles varía, pero siempre se mantiene en una amplia mayoría. Un estudio mundial de Pew Research publicado en 2013 situaba a España a la cabeza de la tolerancia en el mundo. En él, un 88% de los encuestados en España afirmaba que la homosexualidad debería ser aceptada por toda la sociedad. Se trataba del porcentaje más alto, por encima de países como Alemania, Canadá, Suecia o Bélgica.
Zerolo hizo de España un país pionero
Hoy en todos los rincones de España, desde las redes sociales hasta los medios de comunicación, pasando por la clase política, se han manifestado muestras de cariño para Pedro Zerolo, cuyo cuerpo no ha podido superar un letal cáncer de páncreas. Su pérdida es la de un político pionero que, aún yendo en las listas del PSOE en las pasadas elecciones municipales, generaba simpatía y aprecio a un lado y a otro de la tinchera ideológica. La prueba de su importancia y de su papel clave.
Clave en hacer de España un país pionero que, al contrario que en muchos otros aspectos de su historia, puede enorgullecerse de haber caminado varios pasos por delante del resto del mundo.
Cuando el gobierno de Zapatero impulsó y aprobó la ley que permitía a las personas del mismo sexo contraer matrimonio, tan sólo dos países en el mundo habían hecho algo parecido con anterioridad: Holanda (2000) y Bélgica (2003). Dos años después llegaría España, apenas unas semanas antes de que también lo hiciera Canadá. Desde entonces y hasta hoy, un puñado de países se han incorporado a la lista: Francia, Reino Unido, Sudáfrica, Argentina o Nueza Zelanda, entre otros.
La ley de 2005 contribuyó a corregir una injusticia secular y a que la sociedad española se abriera aún más a la tolerancia. En el proceso, nos convertimos en un país donde la homosexualidad estaba considerada pecado a uno donde, como reza el tuit que abre este texto, la homofobia está penalizada socialmente. Y eso se ha conseguido gracias a hombres y mujeres como Pedro Zerolo.
Imagen | Juanjo Zanabria Masaveu, Calvin Smith, Emma, Silje
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