Un pedazo de tierra en el que se concentran reflexiones supervitaminadas, capaces de alumbrar constelaciones neuronales geniales. Un pedazo de tierra en forma de isla en la que, anualmente, se reúnen las grandes mentes del planeta, las que acaso consigan sacarnos del pozo oscuro en el nos hayamos sumidos. Ya sabéis, actividad raquídea superlativa buscando soluciones que nadie había imaginado.
Y es que en esta isla, llamada muy apropiadamente la Isla de la Inteligencia, se concentran los ganadores del premio Nobel para discutir e interactuar con investigadores de todo el mundo. Concretamente, en un espectacular palacio barroco rodeado de uno de los ejemplos de biodiversidad floral más extraordinarias del mundo.
La isla está en Lindau am Bodensee, en el estado de Baviera, Alemania. Concretamente es la parte antigua de Lindau, que se sitúa en esta isla de la costa noroeste del la costanza (Bodensee), llamada Mainau y unida a tierra firme, por un viaducto y un puente. Hasta 1803, fue una ciudad imperial independiente. Ahora, una ciudad-isla de congresos, conferencias y ferias internacionales. Y, una vez al año, Mainau se transforma en la Isla de la Inteligencia.
Estas reuniones de premios Nobel no sólo consisten en presentaciones realizadas por los galardonados, sino también de mesas redondas, discusiones en grupos pequeños e incluso cenas y almuerzos. Los jóvenes investigadores que participan aseguran que la atmósfera informal y el contacto cara a cara ofrece una experiencia única, mientras que los organizadores consideran cruciales estos contactos para favorecer el intercambio científico y la inspiración de los jóvenes científicos.
Además de estos objetivos, las Reuniones de Lindau ofrecen una ocasión única para seguir de cerca el desarrollo de las ciencias y el avance del conocimiento en beneficio de la humanidad.
Esta iniciativa empezó en 1951, por parte de los médicos Gustav Parade y Franz Karl Hein, escogiéndose Lindau no solo por su belleza incomparable sino porque está situado en Alemania: durante la crisis de la Segunda Guerra Mundial, el país había sido en gran parte excluida del intercambio científico con el resto del mundo.
Enseguida, la iniciativa tuvo un éxito considerable, y muchos laureados con el Nobel aceptaron la invitación del Conde Lennart de reunirse en Lindau, cerca de su castillo en la isla de Mainau, en el lago Constanza. Con los años, las reuniones crecieron, y premios de otras disciplinas científicas del Nobel, como la fisiología, la medicina, la química y la física, también fueron invitados. Desde la década de 1970, también los ganadores del premio Nobel de Economía empezaron a asistir a las reuniones esporádicamente.
Pero, además de su concentración de mentes brillantes, Mainau también vale una visita por sí misma. No en vano, también la apodan como “la isla de las flores”, por su exuberante vegetación. Una exhibición floral tan apabullante que resulta inaudita gracias al microclima mediterráneo que caracteriza la zona (para los alemanes, de hecho, el lago Costanza está considerado su “Costa Azul” particular). Ni el Photoshop podría conseguir algo así, si hablamos de la estética.
Si de lo que hablamos es de inteligencia, entonces ningún superordenador alcanzaría la comunión de mentes que aquí se reúnen.
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