Desde hace años, científicos e investigadores vienen alertando sobre una crisis de la masculinidad. Esa crisis se resume en dos ideas: los roles masculinos tradicionales están dejando de ser útiles en el mundo actual y, a diferencia de con los roles femeninos, no estamos siendo capaces de hacerlos evolucionar. Esto tiene consecuencias: el sexismo y la homofobia son una respuesta directa a la percepción de una "masculinidad amenazada".
¿Cuál es el problema?. Y uno gordo. Los vínculos entre el comportamiento sexista y los juegos de azar, la depresión u otras enfermedades mentales son conocidos desde hace años. Esta es una de las cuestiones que explican también por qué los hombres se suicidan más que las mujeres. Es una pescadilla que se muerde la cola.
A la alt-right no se le escapa una. El problema ha vuelto al debate internacional ante lo que parece una estrategia de la alt-right para dirigir sus mensajes politicos a colectivos y comunidades especialmente vulnerables: los hombres jóvenes con trastornos emocionales. El fulgurante éxito internacional de Jordan B. Peterson (de su libros y de sus vídeos), que ha convertido dicha crisis en un tema central del debate conservador, ha hecho el resto.
Women gonna hate. O, dicho de otra forma, "hay una crisis de la masculinidad porque se culpa a los hombres por el mero hecho de serlo". La frase es de Peterson quien ha llegado a ser definido como "el intelectual público más influyente del momento". Fundamentalmente porque hay millones de personas escuchándole. Pero no es el más preocupante: los más preocupantes son los líderes abiertamente xenófobos, violentos y supremacistas que se han subido en la ola. Sin embargo, el contexto entre los especialistas parece ir hacia otro lado: no es una consecuencia del feminismo, sino que los mismos cambios sociales que han propiciado una evolución de los roles femeninos están pidiendo una evolución de los masculinos que no estamos siendo capaces de hacer.
¿Qué dice la ciencia sobre todo esto? Solo basta con mirar la historia de la humanidad para reconocer que hay muchas formas de ser hombres y mujeres. Eso no es equivalente a rechazar el papel de la biología en el comportamiento humano, sino a aceptar que la cultura tiene un papel modulador sobre esa biología. Un papel que es fundamental en nuestra adaptación al entorno y nuestro éxito como especie. La evidencia antropológica señala que existe una tendencia histórica hacia la co-crianza y la implicación del hombre en la familia que ha ido desdibujando los roles tradicionales de hombre y mujer. Es decir, el feminismo y la "crisis de la masculinidad" son productos ambos de tendencias demográficas y socioeconómicas de fondo.
¿Qué podemos hacer? Sea como sea, la "crisis de la masculinidad" es un problema serio. En los últimos 50 años los roles femeninos han evolucionado de forma muy importante; sin embargo, la evolución de lo masculino ha ido mucho más lenta. No hay referentes culturales claros de esa "nueva masculinidad"y la que persiste en el imaginario social parece conducir a la depresión, los juegos de azar y la enfermedad mental. Necesitamos una nueva forma de ser hombre y, si queremos afianzar el progreso, la convivencia y el bienestar de los hombres, la necesitamos ahora.