Malcolm Gladwell nos engañó. En 2008, publicó un libro llamado ‘Outliers’ en el que, entre otras muchas cosas, usaba un estudio de Anders Ericsson para argumentar que para ser expertos en algo se necesitan 10.000 horas de trabajo. La cifra se hizo rápidamente algo tremendamente popular. Era falsa.
Ericsson había desarrollado su investigación entre violinistas del conservatorio de Berlín y se dio cuenta que, curiosamente, los violinistas que se podían considerar ‘expertos’ habían acumulado a sus espaldas 10.000 horas de práctica y ensayos. El estudio, como no se han cansado de repetir los autores durante esta década, no puede ir más allá de un puñado de estudiantes de violín. Siendo indulgentes, la regla es una simplificación.
La regla de las cinco horas
Lo razonable es pensar que distintos ámbitos de expertise conlleven distintos tiempos y distintas dedicaciones. Lo contrario, sin pruebas, es pura metafísica. Sin embargo (o, precisamente por eso) la idea de que hay una suerte de ‘secreto mágico’ que hace los grandes genios sean lo que son sigue entre nosotros tan activa como el primer día. El último gran secreto que ha llegado a mi pantalla es “la regla de las 5 horas”.
Michael Simmons sostenía hace poco que “Si no estás dedicando cinco horas por semana a aprender, estás siendo irresponsable”. ¿La razón? Un montón de casos particulares de líderes empresariales (Elon Musk, Oprah Winfrey, Bill Gates, Warren Buffett o Mark Zuckerberg) que, según parece, dedican al menos cinco horas semanales a leer, reflexionar o experimentar. A aprender, sencillamente.
El caso a favor de la ‘regla de las 5 horas’ es interesante porque incide sobre la progresiva desmonetización de la sociedad y la, cada vez mayor, pujanza del conocimiento. No solo eso: en un tiempo en que la inestabilidad social y laboral se presumen como incontrolables, el aprendizaje permanente nos ayuda a reciclarnos de forma permanente.
La propuesta de Simmons se basa en el desarrollo de seis habilidades esenciales para sobrevivir a la “economía del conocimiento”: identificar conocimiento valioso a tiempo real, aprender rápido, comunicar ese valor a otros, convertir ese conocimiento en dinero y resultados, aprender cómo invertir nuestros recursos en ese conocimiento para obtener el máximo retorno y, por último, domina la habilidad de aprender a aprender.
¿Tiene sentido la "regla de las cinco horas"?
Llegado a este punto, he de reconocer que tengo ideas encontradas con la regla. Por un lado, hemos discutido mucho sobre el impacto que las nuevas tecnologías (la inteligencia artificial y la robótica, sobre todo) va a tener en el mercado de trabajo.
Cosas como “la regla de las cinco horas”, parecen herramientas persuasivas interesantes para mover a la gente (para movernos a todos nosotros) hacia ese nuevo escenario donde es más importante “saber aprender” que “aprender en si mismo” y, sin embargo, no hay ninguna evidencia a favor de que algo así tenga algún efecto en las personas.
No me entendáis mal. En mi convencimiento íntimo y personal, estoy seguro de que no debemos dejar de estudiar, ni de aprender, ni de experimentar. Vivir, como repiten insistentemente los psicólogos del aprendizaje, es aprender. Esencialmente eso.
Incluso estoy de acuerdo que “los efectos a largo plazo de no aprender son tan insidiosos como los efectos a largo plazo de no llevar un estilo de vida saludable”. Hay estudios que señalan que la actividad cognitiva tiene un efecto neuroprotector y hacer ejercicio cognitivo (algo que va más allá de ese aprender cotidiano) nos ayuda a vivir mejor. De lo que no estoy tan seguro es de que debamos guiarnos por paradigmas falsos, huecos o vacíos.
De nuevo, autoayuda
Y es que la regla no se basa en nada tangible, en nada que podamos evaluar. Se basa en una supuesta regularidad: "los grandes líderes lo hacen". Es, en el fondo, el problema de la autoayuda que tan bien describía Belen Gopegui:
“Como es sabido, la ficción de los supuestos libros de autoayuda comienza en su nombre: ¿autoayuda? Cuando alguien acude a un libro no es para autoayudarse sino, precisamente, para que el libro le ayude. ¿Por qué el equívoco? Porque, a mi modo de ver, la mayoría de esos libros no aceptan la responsabilidad de ayudar, no dicen quién habla y a quiénes, ni desde qué y a qué circunstancias, todas, ni con qué intereses, necesidades y propósitos”.
Nunca he sido un ‘talibán’ de la autoayuda. Aunque hay pocos análisis minuciosos, soy de la opinión de que, si son honestos con el lector, tienen una misión “ampliando la imaginación moral de la gente”, ayudándonos a concebir otras opciones de vida u otras formas de convivir con nosotros mismos.
La parte importante en el párrafo anterior es el “si son honestos con el lector”: no suele ser el caso. La “regla de las cinco horas” tampoco lo es. Los textos de Simmons están llenos de afirmaciones tan huecas como “en los últimos tres años, he investigado cómo los mejores jugadores encuentran tiempo, se mantienen centrados y obtienen más resultados” aplicando esta regla. Eso no es ciencia, es marketing; el equivalente cognitivo a una ‘dieta milagro’ y, como las dietas para adelgazar, puede ser contraproducente.
Científicamente hablando, hacerle hueco al estudio en nuestra vida puede ser bueno para la salud psicológica y nuestro bienestar emocional. De hecho, la estrategia que marca la "regla de las cinco horas" puede ser efectiva y tener sentido para muchas personas. Sin embargo, las razones que dan sus promotores no tienen demasiado sentido. La vida está llena de ironías.
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