El superexitoso realizador de viñetas humorísticas The Oatmeal ha vuelto a encontrar ayer su minuto de gloria. Tanto en los países angloparlantes como en los que el inglés no es lengua materna: ayer encontró una enorme repercusión en Menéame, aunque el cómic no estaba traducido.
Si sabes inglés y aún no lo has leído, lo tienes por aquí. El resumen del texto es el siguiente: Oatmeal, después de presentar una revisión de datos de una asunción falsa que todos creemos como cierta (que George Washington tenía dientes de madera) responde con una primera verdad (que su dentadura era de oro, plata y dientes de mono) y con una segunda verdad (que también tenía otra dentadura hecha con dientes de esclavos).
Así, poco a poco, nos va poniendo ejemplos de cómo hay correcciones de asunciones previas que no nos molestan… hasta que tienen que ver con nuestras opiniones más férreas. Y es justo ahí donde empezamos a verle paralelismos con nuestra vida al tema, acordándonos de todas esas discusiones navideñas que has tenido con un pariente contrario a tu signo político y en las que, por muchos datos que le dieras, el otro no se convencía de que tu punto de vista era bueno y no el suyo.
Oatmeal se vale de un término muy pegadizo y constatado por la comunidad científica: el efecto rebote o “backfire effect” en el original. Dos doctores en ciencias políticas llevan más de una década elaborando distintas pruebas donde su tesis se confirma.
El “efecto rebote”, tu zona de confort se lleva fatal con las refutaciones
El primer experimento, de 2006, fue crear periódicos con noticias muy polarizadas en torno a las posiciones de la izquierda y la derecha. Después de publicar noticias falsas, publicaban después una corrección a lo que se había dicho antes, como por ejemplo, defender que había armas de destrucción masiva en Irak para confirmar después que, como se descubrió, en realidad nunca se encontraron.
No te sorprenderá saber que los sujetos progresistas estaban encantados y aceptaron de buen grado la corrección. Lo que sí es curioso es que a los sujetos conservadores no sólo no aceptaron la corrección, sino que se enrocaron aún más en su posición de que esas armas sí existían después de leer la actualización. Pruebas similares pero de signo contrario confirmaron que los progresistas tampoco aceptaron correcciones que modificaban su punto de vista sobre otros temas.
Para sorpresa de nadie, cuando se crea un debate neutral que aporten distintos datos de signos contrarios, el espectador asume como mucho más ciertas las afirmaciones que confirman su punto de vista. Este escepticismo selectivo es una práctica inconsciente e indistinta, todo el mundo cae en ella.
Pero, ¿por qué hacemos esto?
Como apunta a Oatmeal tiene que ver con nuestra capacidad para adaptarnos a nuestro entorno. Estas “ideas férreas” que difícilmente cambiarán se gestan desde muy temprano y están vinculadas a nuestras experiencias personales, a lo que ha formado nuestra identidad. Entonces, tal vez sin querer, asumimos esas experiencias como verdades universales y generalizables.
Como demostraron también unos psicólogos independientes de la Universidad de California en otra prueba del año pasado, el desafío a esas ideas de nuestro sistema de creencias toca directamente con nuestra parte emocional y, por tanto, la razón poco tiene que hacer.
Como apunta Oatmeal, es importante que frente a esas disonancias cognitivas intentemos dejar de lado nuestras emociones e intentemos escuchar lo que la otra persona quiere decirnos, y tal vez replantearnos qué sabemos y qué sospechamos que sabemos sobre un tema, una distinción muy importante. Ahora bien, si lo que quieres es convencer a otra persona de que tu punto de vista es el bueno, aquí te dejamos un pequeño texto sobre cuáles son los trucos, según la ciencia, sobre cómo ganar una discusión.